EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Wag the dog

Juan García Costilla

Enero 20, 2016

Juro que tenía la firme intención y toda la disposición de regresar a este espacio sureño desde hace dos semanas, luego de idéntico lapso vacacional, aunque confieso que no fueron suficientes, porque no me alcanzaron para recuperar el agüitado ánimo y disipar el atolondramiento mental provocados por dos imprevistos, en momentos y lugares diferentes, que en seguida comparto con el respetable, seguro de que más de uno validará y reconocerá como propias mis cuitas.

El otro México

Dicen que los viajes ilustran, y dicen bien. Lo malo es que a veces, particularmente cuando el viajero es originario y vecino de terruños aciagos como Guerrero, la ilustración no eleva la autoestima ni enriquece la identidad cultural del ilustrado, sino todo lo contrario.
Me explico. Como seguro varios lectores, durante la época decembrina, su seguro escribidor decidió alejarse un poco del ajetreo habitual de la realidad sureña, saliendo algunos días de viaje vacacional, en mi caso, a San Miguel de Allende y a la capital de Guanajuato.
En síntesis, todo rete chido, hartos atractivos naturales, históricos, arquitectónicos, culturales, gastronómicos, todos muy ilustrativos para los paseantes nacionales y extranjeros de esos lares. Eso fue lo bueno.
Lo malo fue, y es, que el proceso ilustrador exige a los viajeros un ejercicio comparativo de lo que se ve y vive fuera, con lo que se ve y vive a diario en sus respectivos lugares de procedencia. Ergo, para los originarios y vecinos, como su servilleta, de este Guerrero nuestro, esa comparación resulta una experiencia sin duda ilustradora, pero gachísima.
O sea, lo que en mi caso vi y viví en los rumbos guanajuantenses, fueron entre otras muchas cosas, calles, avenidas y plazas limpias, sin basura, naturaleza claramente protegida y respetada, conflictos viales ocasionales y breves, imagen urbana pública y privada con identidad y carácter propios, numerosos museos y edificios históricos, comercio próspero y ordenado, automovilistas, choferes y peatones respetuosos y amables, seguridad pública noche y día, comunidades armónicas y funcionales, y gente sonriente y contenta.
Ya se imaginarán, obviamente, lo desfavorable y desalentadora que resultó para este viajero semejante ilustración comparativa. Hagan de cuenta que anda uno viajando en otro país, en un México distinto y mucho mejor al México guerrerense.

El Chapo de la discordia

En vista del alud de críticas y reproches que muchos mexicanos han manifestado a raíz de la recaptura de El Chapo, considero que lo mejor sería liberarlo.
Palabras más, palabras menos, resumió con agudo e hilarante sarcasmo un broder feisbuquero, la reacción predominante de los cibernautas mexicanos la noche del viernes 8 de enero, el mismo día en que se anunció la captura del legendario capo sinaloense.
En síntesis, la tendencia mayoritaria definió dos posturas básicas: reprochar con irritación el triunfalismo del anuncio por parte del presidente Peña Nieto y su gabinete de seguridad en Palacio Nacional (“misión cumplida”); y advertir la intención del gobierno federal de tender una cortina de humo para distraer a los ciudadanos del alarmante desplome del peso frente al dólar.
El sentir de miles de mexicanos fue sintetizado en la actualización que la colaboradora de blogs nacionales e internacionales, Stephany Capetillo publicó en su perfil personal de Facebook ese mismo viernes: “A mí no me atrapes a El Chapo, a mí: súbeme el sueldo, bájame la gasolina y canasta básica, dame oportunidades de educación, desarrollo y crecimiento, aclárame los 43, Aguas Blancas, los feminicidios sin resolver y los mil niños desaparecidos que nadie vio esfumarse de la tierra…”, se leía en la primera parte de su mensaje que en pocas horas se viralizó en las redes sociales. En tan sólo cinco días, la publicación alcanzó más de 17 mil compartidos y 14 mil Likes.
Pero ¿por qué el comentario de Capetillo tuvo tanta aceptación de los cibernautas mexicanos? En entrevista, la autora consideró que la clave fue que ella no fue la única que se sintió así. “Me han dicho que ese ‘súbeme el sueldo’ es pedir limosna, pero yo hablo de salario digno. Que Aguas Blancas es tema del (año) 95, pero ese suceso, al igual que Tlatlaya, Ayotzinapa, ABC y los 43, son temas de todos. No pidas una medalla por subsanar tu error, ¡organízate, carajo!”, criticó.
De acuerdo, ¿cómo no estarlo siendo tantos y tan graves nuestros problemas, tantas y tan urgentes nuestras demandas? Todas, o casi todas, más graves y urgentes que la captura de un capo, por peligroso y elusivo que sea.
De acuerdo, el anuncio triufalista del presidente Peña Nieto en Palacio Nacional fue desproporcionado y cínico, y el cierre del acto entonando el Himno Nacio-nal de plano fue el colmo de la desfachatez. La captura no fue un triunfo plausible del gobierno federal, fue la reparación obligada y relativa de un fracaso imperdonable.
Pero los desatinos bochornosos del gobierno tampoco le quitan relevancia a la captura de semejante criminal, ni sentido a la exigencia popular de su detención.
“¡Sólo es una cortina de humo para distraernos! Pinche gobierno, cree que todos los mexicanos somos pendejos”, coincidieron miles de mexicanos desde aquel viernes.
De acuerdo, sobran motivos y razones para identificar el desdén despótico del gobierno hacia los ciudadanos, y para acusarlo de manipulaciones distractoras. Pero no son suficientes, como tampoco alcanzan las pruebas y evidencias, para creer lo que los más febriles, no pocos, aseguran: que el montaje del gobierno no sólo comenzó con la captura, sino desde la mismísima fuga de El Chapo del penal del Altiplano.
Creer semejante artilugio, sería lo mismo que creer en que el presidente Peña Nieto y su gabinete son asombrosamente inteligentes, organizados, capaces, eficientes y profesionales. Justo lo opuesto que parece pensar la mayoría ciudadana de las prendas políticas y del desempeño administrativo de su gobierno.
Wag the dog, menea al perro, dice la expresión inglesa que juega con la certeza de que un perro es más listo que su cola, pero si la cola fuera más lista, la cola movería al perro.
Me temo que abundan ejemplos para aplicar la expresión a los mexicanos. De lo contrario, ¿por qué entretiene y apasiona tanto y a tantos el escándalo trivial de la captura, y preocupa y ocupa a tan pocos el combate a la red financiera que administra y lava los dineros del narco? ¿Por qué tan pocos exigen y demandan castigo a los que permitieron la fuga de El Chapo del penal de Puente Grande, en Jalisco, presuntamente infanqueable?
¿Será que la cola sigue moviendo al perro?

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