EL-SUR

Miércoles 18 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Y nos llevó el tren

Silvestre Pacheco León

Septiembre 02, 2024

Lo vimos avanzar frente a nosotros como caballo de fuego para una exhibición. Era una mañana de agosto y estábamos todos tan despiertos y expectantes en el andén de la estación de Cancún que cuando llegó fuimos los primeros en abordarlo buscando inmediatamente el número de los asientos a ocupar.
El primer viaje en el Tren Maya lo hicimos desde Cancún a la estación Chichen Itzá de Yucatán. La amabilidad del personal que cuida y administra el Tren Maya es lo primero que sorprende gratamente, como si todos estuvieran deseosos de mostrar al mundo la obra magnífica en la que trabajan. Son hombres y mujeres, la mayoría jóvenes, todos con uniformes de la Guardia Nacional, seleccionados y capacitados para el servicio.
Es cierto que la obra no está terminada y que en todas las estaciones hay trabajadores ultimando detalles para su inauguración, pero lo que ya funciona de maravilla es el tren, moderno, silencioso, puntual, cómodo y funcional que corre desde Chiapas hasta Cancún porque el tramo a Tulum está en construcción.
Para nosotros esta obra que disfrutamos es la más clara expresión de la talla de gigante que tiene quien la ideó. Así como tuvo imaginación para ponerle el segundo piso a la capital del país pensando en el futuro que todos deseamos, con el Tren Maya como obra emblemática de Andrés Manuel su impacto será ilimitado para el desarrollo de la península.
Es un atractivo ver la cantidad de personas de la tercera edad que viajan felices en el tren seguramente gastando sus ahorros de la Pensión Universal para darse el lujo de pasear con su familia disfrutando parte de lo que lograron conquistar con su lucha tenaz a lo largo de tantos años para hacer posible la transformación de México en una potencia mundial con un gobierno que manda obedeciendo.
Mirando esta obra magnífica del tren e imaginando su costo, no se puede menos que maldecir a quienes durante tantos años le robaron a la nación. ¿Cuántos trenes? ¿Cuántas refinerías? ¿Cuántos aeropuertos? ¿Cuántas carreteras? ¿Cuántos distritos de riego? ¿Cuántas pensiones y becas y árboles sembrados, toneladas de fertilizante gratuito?
Pero paseando por el sureste, disfrutando del recorrido con tantas cosas que ver, resulta difícil imaginar el tamaño de la osadía, en su doble acepción de atrevimiento y resolución de Andrés Manuel para darnos a los mexicanos esta herencia material que es afrenta para quienes saqueaban la riqueza del país y construían bardas semejando refinerías.
Para nosotros los abuelos el viaje fue una oportunidad para enseñar a nuestras nietas la riqueza que guarda nuestro suelo y el valor de lo construido que ellas y su generación tienen la obligación de cuidar y acrecentar para sus descendientes. En eso insistimos al viajar por tres de los cinco estados que ahora estarán más cercanos y se beneficiarán de lo que gaste el casi millón de visitantes que arribarán cada mes a estas tierras.
En nuestro viaje aunque el quinto tramo del tren que llega a Tulum no está terminado, hicimos parada en esa ciudad de casi el doble de habitantes que tiene Zihuatanejo para conocer el moderno aeropuerto que la Sedena construyó en tiempo récord.
La carretera para llegar a esa terminal es una obra magnífica, amplia y limpia en medio de la selva, sin los escombros ni desaseo que es común en las construcciones nuevas.
Los anuncios de que es la Sedena la responsable de las obras de infraestructura nos obliga a reconocer el acierto del presidente para involucrar al Ejército en estas tareas. Su saber constructivo ha creado un estilo arquitectónico único, sobrio, iluminado de manera natural, amplio y fuerte que se ve en su estructura y la calidad del material, distinto a las obras de relumbrón en las que se roban hasta el cemento.
No tuvimos ningún problema para llegar y recorrer todo el edificio de la terminal de Tulum, pasear por los jardines, detenernos en las fuentes rodeadas de pasto bien cuidado y reconocer a Felipe Carrillo Puerto hecho estatua en su papel de educador.
Me gustó la obra arquitectónica de la terminal cuyos espacios y su entorno invitan al descanso, la lectura y la meditación. Hay muchos lugares para sentarse y disfrutar con la vida de la selva, tan natural como ver un tejón, muchas iguanas, palomas y chachalacas en torno de las fuentes.
El tramo en construcción para conectar Tulum es un hervidero de trabajadores. Cientos de camiones de volteo de gran capacidad trabajan día y noche con acceso a las vías a cada trecho de la carretera llevando el material en el que descansarán los durmientes. Hay personal que cuida y vigila para evitar accidentes.
No perdí tiempo preguntando las opiniones de la gente local respecto a esta obra monumental, y la idea general es que el Tren Maya tendrá tal impacto que ya ahora cada quien tiene una opinión al respecto. No hay quien la ignore, aunque no falta gente de los pueblos alejados que no ven todavía algo tangible que les diga las bondades del tren.
En Bacalar, entre los prestadores de servicios turísticos hay la idea de que su vida es mejor como están porque tienen segura la llegada de los extranjeros que pagan bien y buscan la tranquilidad y el aislamiento. Sucede lo mismo que en Zihuatanejo donde los hoteleros, comerciantes y restauranteros se quejan de la llegada masiva del turismo nacional de bajo poder adquisitivo.
En contra de esa opinión está la mayoría de los entrevistados, desde las mujeres que han sido contratadas para el servicio del tren, contentas de tener un trabajo y el seguro social que agradecen, “primero a Dios y luego a nuestro presidente” porque ha cambiado su vida.
En la estación Teya de Kanasín en Mérida, conocí a Alex, un mexicano criado en Texas convertido en pastor presbiteriano que vino a Campeche a una reunión para coordinarse entre iglesias protestantes. Entusiasmado confiaba en las bondades del tren y el cambio que observaba en la gente de las comunidades que visitó y de la buena opinión que hay sobre el actual gobierno de México en Estados Unidos.
En la ciudad de Mérida donde hicimos una pausa en nuestro recorrido, la mayoría de la gente nota los cambios que trajo el Tren Maya, no todos positivos porque hay un auge en la renta de casas y departamentos por extranjeros que afecta a la demanda local por el aumento de precios. En el recorrido de la ciudad el cronista nos muestra dos residencias que han cambiado de dueño por grandes fortunas. Una de ellas vendida en ocho millones de dólares que está sin ocupar, y otra en 4.2 millones ya ocupada.
La remodelación de inmuebles en la perspectiva de rentarlos es ahora uno de los principales negocios en la ciudad. Para ese fin se están remodelando las plazas principales. En los anuncios se lee que la inversión es del gobierno federal: 166 millones de pesos que mejorarán el atractivo de la ciudad.
En Chichen Itzá donde por años se ha registrado un flujo sostenido de visitantes extranjeros, originando un vasto número de guías que se alquilan por su cuenta, seguramente el Tren Maya será la panacea porque se espera un incremento superior al millón y medio de visitantes que llegaron en el primer semestre del año pasado según el periódico El Universal.
El estado que seguramente verá mayores cambios con la moderna obra de comunicación será Campeche porque ahora en sus campos se registra un auge petrolero que la remonta a los viejos tiempos con una oferta de empleo que no satisface la demanda local.
Entre las anécdotas del viaje se encuentra la que vivimos en Campeche. El hombre venía de Tabasco y bajó en Tenabo. En el trayecto ocupó el asiento vecino de nosotros, pasillo de por medio. Su nombre, José Damián.
Iniciamos la plática preguntándole si se dirigía a trabajar porque vestía ropa de campo, pero no, dijo que iba de paseo, que se había tomado unos días para visitar a su familia en algún pueblo de Campeche.
Nos dijo que era beneficiario del programa Sembrando Vida en Tabasco y estaba contento porque recién les habían informado que el nuevo gobierno continuará apoyándolos, y nos presumió que los cedros y caobas que sembró hace casi seis años, eran ya árboles grandes y que de sus frutales ya cosechaba naranjas, guayabas, saramuyos y aguacates.
Se trata de un campesino emprendedor que asociado con su hermano siembran maíz, lo cosechan y lo venden hecho tortillas gracias a la adquisición de un molino y una tortilladora. José Damián nos presumió que era seguidor de la causa de Andrés Manuel desde que empezó su lucha, y así como nos sorprendió gratamente quedamos que en un futuro viaje visitaremos Pomuch donde dice que hacen el mejor pan artesanal y Hecelchakan famoso por su cochinita pibil.