EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

¿Y usted con quién está?

Juan García Costilla

Julio 29, 2006

La semana pasada, de regreso de la ciudad de México, mi estómago me exigió una escala técnica en la plaza comercial Galería, en Cuernavaca, a la orilla de la lamentable Autopista del Sol.
Sentado ya en el área de comida rápida, y en plena deglutación chatarra, noté en la mesa de al lado a un par de señoras, como de 60 años, muy encopetadas, maquilladas y con cara de “¿no somos del mismo código postal, verdad?”.
–Segurito que estas votaron por el PAN –pensé y regresé a mi comida, sin ganas de conversaciones casuales. Demasiado tarde, porque una de ellas, la de pinta más estiradona, interpretó mi curiosidad fugaz como gesto amistoso.
Sin preámbulos, me soltó la temida pregunta. –¿Y usted con quién está? –no necesitó explicar a qué se refería. –¿Felipe o el Peje?
Congelado, fingí que tenia la boca llena para darme tiempo a pensar en una respuesta políticamente correcta.
–En la madre –pensé. –¿Y ora qué digo? Si respondo que Felipe, me voy a ver muy hipócrita; si digo Peje, también y además me voy a meter en un debate de güeva. “Houston, we have a problem”, escuché una voz en mi cabeza y entendí que no había una respuesta correcta, si acaso una menos mala.
–Con ninguno, señora –acerté a decir con voz quebrada. Luego de un eterno silencio de un segundo, la dama sonrió, levantó sus dos pulgares y aprobó satisfecha: “Muy bien, como nosotras”.
Aliviado, sólo atiné a regresarle la sonrisa, pero de inmediato, agregó: “¿Qué va a pasar en este país?. Que nos pongan a otro, ¿no cree? ¿Pero quién?, si todos están igual. Que Dios nos ayude, joven”.
La vi sinceramente preocupada, pero no arremetió en contra de los dos candidatos en pugna. Era claro que para ella, como para muchos mexicanos, en la elección presidencial del 2 de julio no ganó nadie, perdimos todos.
Primero, porque independientemente de nuestras simpatías personales, y de la credibilidad que nos merezcan los argumentos del panista o del perredista, el problema existe, la duda germinó, a pesar del intento legitimador de las televisoras. El retroceso democrático es grave y habrá que asumirlo y aceptar que el conteo voto por voto es ineludible, si no queremos que los daños se salgan de control.
A nadie debe sorprender la crisis poselectoral. Pero la estrecha diferencia entre los dos candidatos a la presidencia del 2 de julio alcanza apenas para explicar la coyuntura específica del conflicto, no su verdadero origen; en ese sentido, sobre todo el tono vergonzoso de las campañas a la presidencia –padecido principalmente por López Obrador, pero no por ello sin parte de responsabilidad–, es consecuencia de un largo proceso de decomposición de la política mexicana.
Ojalá y la tensa división del electorado mexicano se debiera a la indecisión entre dos proyectos de gobierno maduros y de alto nivel, y al carisma irresistible de sus representantes. Pero no, las evidencias sugieren que al menos una tercera parte del voto en favor de Felipe Calderón fue de ciudadanos influidos por la campaña del miedo; por el otro lado, muchos de los que votaron por El Peje admiten en corto sus dudas y desacuerdos con no pocas actitudes y declaraciones del tabasqueño.
Lamentablemente, la profunda desconfianza popular hacia los políticos y hacia la mayoría de nuestras instituciones públicas ya quebró los cimientos de la que parecía la única conquista indiscutible del proceso democrático nacional: la transparencia y autonomía de nuestro sistema electoral, el IFE.
Aun si el Trife decide que se debe volver a contar voto por voto y casilla por casilla, no se despejarán los nubarrones que se atisban en el horizonte de los próximos años.
Si se confirma la victoria del panista, AMLO estará obligado a apechugar, si no quiere diluir el capital político que ha acumulado; si gana el perredista, Felipe Calderón, el PAN y buena parte del poder económico del país estarán ante una grave disyuntiva. Pero cualquier escenario implicará un retroceso.
Dice un amigo, optimista sin remedio y de singular óptica, que en lugar de preocuparme, debería compartir con él su tranquila satisfacción ante la inminencia de una violenta sacudida política.
–No hay de otra, maestro –argumenta condescendiente. –Pinches políticos no son capaces de reconocer que la gente los rebasó. Que no hemos logrado nada en este país. Que la democracia es una asignatura pendiente.
–Pero la oposición histórica (PRD y PAN) ya llegó al poder –repliqué. –La alternancia es un hecho.
–Esos son los peores, los que creen que cuando se apoltronaron en la silla del poder, se declaró la normalidad democrática en México. Qué jodidos.
Volteo a mi alrededor y no puedo más que darle la razón.

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