* Afirman que el cacique Nino Bautista iba a la sierra vestido de soldado, al frente de las tropas, para acusar a los campesinos que cuidaban los bosques de pertenecer a grupos armados * El caso de los dos presos de Canalejas fue planteado a la abogada Digna Ochoa en su visita a la sierra, dos semanas antes de su asesinato
Maribel Gutiérrez (segunda parte) * Pilar Martínez Pérez y Moisés Martínez Torres son dos de los cuatro presos que reconoce como miembros la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán.
Sus nombres se escucharon en noviembre pasado en la ciudad de México –en la Presidencia de la República, la Secretaría de Gobernación, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la Procuraduría General de la República y organizaciones no gubernamentales– porque están incluidos en el pliego petitorio que los ecologistas llevaron, tras el asesinato de la abogada Digna Ochoa, para denunciar la represión a ese movimiento en Guerrero.
Pero antes poco se sabía sobre ellos, dos campesinos humildes de la comunidad de Canalejas, ejido de La Botella, en la sierra de Petatlán.
Llevan casi dos años en la cárcel, y ya están sentenciados a diez años, acusados de portación de armas, y a pesar de la atención que atrajo el movimiento ecologista, ellos no habían dado a conocer que fueron detenidos por tropas del Ejército, que los señalaron como miembros del EPR, que fueron acusados por el cacique de la sierra de Petatlán Bernardino Bautista como parte del grupo armado, y que fueron amenazados y torturados en el cuartel del 19 Batallón de Infantería, donde fueron obligados a firmar una declaración falsa, en la que confiesan que portaban armas.
Les dijeron que con eso iban a quedar en libertad, y a regresar a sus casas en pocos días. Pero eso no ocurrió, y al contrario, fueron sometidos a un juicio con irregularidades tan evidentes como el cambio del arma atribuida a Moisés a Pilar, y el cambio de género de Pilar, a quien en una resolución del Tribunal en el que le ratifican la sentencia se refieren como si fuera mujer.
Ahora, en el reclusorio de Acapulco, donde son parte del grupo de presos ecologistas, Pilar Martínez Pérez, que predica la doctrina católica, como lo hacía cuando estaba en su comunidad, afirma: “No me avergüenzo de la causa ecologista, porque no le hago daño a nadie, porque la lucha de los ecologistas es un bien para toda la humanidad”.
En una asamblea de la Organización a la que asistieron funcionarios del gobierno federal y estatal en la comunidad de El Zapotillal, el 4 de marzo de 2001, el asesor de la Organización de Campesinos Ecologistas, Pedro Rojas, informó popr primera vez que otros tres fundadores del movimiento estaban en la cárcel de Acapulco, y mencionó a Pilar Martínez Pérez, Moisés Martínez Torres y Francisco Bautista Valle, acusados de portar armas. Explicó que cuando fueron detenidos, en operaciones militares en la sierra de Petatlán, no declararon que son ecologistas, “porque eso se tomaba como un delito muy grande”, pero, manifestó: “Ellos fueron los fundadores de la ecología aquí, por ellos estamos aquí”.
Esa es la explicación de que el caso de Pilar y Moisés no fuera tan difundido como el de Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera.
En los registros periodísticos aparece el nombre de Pilar Martínez, en una denuncia hecha por la Organización de Campesinos Ecologistas, publicada en El Sur el 15 agosto de 1988, porque su nombre estaba en las listas de campesinos que eran perseguidos por el Ejército debido a las denuncias infundadas del cacique Bernardino Bautista que señaló a los defensores de los bosques como miembros de grupos guerrilleros como el EPR y el ERPI.
En septiembre de 2001, cuando los dirigentes de la Organización llamaron a la abogada Digna Ochoa, para pedirle que los apoyara en la defensa legal de sus compañeros presos. Y el apoyo que comenzaba a dar la abogada a los ecologistas presos, entre ellos Pilar Martínez Pérez y Moisés Martínez Torres, así como a los perseguidos y a sus comunidades, sigue siendo una de las líneas de investigación sobre el motivo del asesinato de la abogada, porque se considera que en este apoyo afectaba intereses poderosos.
Cuando Digna Ochoa estuvo por primera vez en la sierra de Petatlán, el 1 de octubre de 2001, 18 días antes de su asesinato en la ciudad de México, tuvo la primera reunión con una comunidad ecologista: El Zapotillal, donde estuvieron también vecinos de Canalejas, el poblado más cercano. Ahí, la esposa de Pilar, Amada Landeros, y su hermano, Martín Martínez Pérez, informaron a la abogada del caso del ecologista preso, y pidieron ayuda para su defensa.
Pilar y Moisés fueron sentenciados el 29 de junio del año 2001 a 10 años de prisión, por portación de armas, y el 28 de septiembre les confirmaron la sentencia, y según información oficial también les negaron un amparo.
¿A qué partido político o grupo armado pertenecen?, les preguntó un teniente
Pilar Martínez Pérez tiene 44 años y es padre de cinco hijos, que están al cuidado de su esposa, Amada Landeros, que apenas puede mantenerlos, en condiciones muy pobres, en Canalejas.
Pertenece desde sus inicios a la Organización de Campesinos Ecologistas, y antes era “lumbrero”, y presidente del grupo de “lumbreros” de Canalejas, que tenía la responsabilidad de apagar los incendios forestales, además de que se dedicaba con otros campesinos a cuidar los bosques, para que no se talaran y que no sacaran la madera.
Dice que se enteró del paro de camiones de madereros que hicieron los miembros de la Organización en otra ruta de la sierra, en febrero de 1998, pero no participó.
Lo que hacía como ecologista, y como católico, era dar pláticas para concientizar a los campesinos para el cuidado de los bosques, del agua y de los animales. En la sierra pertenecía a la agrupación religiosa Adoración Nocturna Mexicana, en el reclusorio de Acapulco es legionario de María.
Moisés Martínez Torres, de 31 años, también participaba en el cuidado de los bosques, y fue a apagar incendios a donde empieza la ocotera, al ejido de La Soledad y cerca de Las Palancas.
Moisés habla de cómo fueron detenidos, el 22 de febrero del 2000: “Ibamos saliendo de Canalejas, rumbo a La Noria. Nos encontramos con soldados que venían a la comunidad. Eran como dos pelotones del 19 Batallón de Infantería. No llevábamos armas, íbamos a campear unas reses que teníamos en La Noria.
“Nos dijeron que nos paráramos, y que a dónde íbamos. Yo iba a caballo, y Pilar en una bestia, nos dijeron que desmontáramos las bestias.
“Nos preguntó un teniente los nombres, y a qué partido político o grupo armado pertenecíamos.
“Ya que dijimos los nombres y que pertenecíamos al PRD, nos buscaron en una lista y dijo el teniente que de por sí nos buscaban desde varios días antes, supuestamente que porque participabamos en grupos armados, en el EPR.
“Nos dijo que íbamos a tener que acompañarlos.
“Nos dijeron que íbamos a tener que declarar que portábamos dos armas, y que de otro modo iban a sufrir las consecuencias la familia o nosotros mismos, porque nos iban a matar”.
Según el expediente, el oficial que estaba al frente de la unidad del Ejército que los detuvo es el teniente de infantería Arnulfo Gorostieta Adame.
“De Canalejas nos amarraron de la cintura con un mecate, y así nos llevaron caminando al Banco Nuevo, de las 9 a las 11 de la noche.
“En el Banco hablaron por radio, y dieron los nombres, y nos dijeron que nos iban a trasladar a Petatlán.
“Del Banco nos llevaron a La Angostura, y ahí nos subieron a la plataforma de un vehículo militar, nos tiraron boca abajo en un carro lleno de guachos (soldaddos).
“A los tres días, un miércoles, nos llevaron a Petatlán. Nos tuvieron en el 19 Batallón. En el batallón nos amenazaban, que si no decíamos lo que ellos querían, que nos iban a matar. Nos decían que estábamos en su poder. Decían que si declarábamos como ellos decían, que en tres días estaríamos en nuestra casa. Nos decían que aceptáramos las armas, y nos pusieron escopetas calibre 12.
“Ahí nos preguntaron a qué partido pertenecemos, y dijimos que al PRD. Ellos dijeron que todos los de la sierra participaban en el EPR.
“Con amenazas contra nuestra familia, nos hicieron firmar en el cuartel, y nos sacaron fotos. Después nos trasladaron al Ministerio Público federal de Zihuatanejo. De ahí nos trajeron a Acapulco”.
El cacique Bernardino Bautista mandó a los soldados a detener ecologistas
Afirman que el que los mandó detener fue Bernardino (Nino) Bautista. Dicen que él se encargó de dar al Ejército los nombres de los ecologistas, pero los presentó como miembros del grupo armado.
“Pero el coraje de Bautista es que nos opusimos a la destrucción de los bosques, a que él siguiera bajando madera”, dice Moisés.
“El (Nino) tenía una lista, en la que puso a varios. El mandó al Ejército a que nos detuviera, y ya antes había subido varias veces”, insiste.
Y Pilar explica: “El que mandó el Ejército fue Nino Bautista, Nino andaba con los soldados, vestido de soldado, persiguiendo a los ecologistas, a Juan (Bautista), Marcial (Bautista), Felipe (Arriaga), Jesús (Bautista), Servando (Bautista) y a nostros.
“Todo el odio que él agarró fue porque no simpatizábamos con sus ideas, por eso agarró odio a sus sobrinos y a sus hermanos. Cuando mataron a su hijo, por problemas personales que él tuvo, porque le quitó la mujer a otro, acusó a los ecologistas. El fue con el chisme de los encapuchados, para que el Ejército tuviera pretexto de ir a la sierra a perseguirnos”.
Pilar asegura, porque él lo vio, como muchos campesinos de esa parte de la sierra, que Nino “mandaba a las tropas”. “Nino andaba con ellos, vestido de soldado, cuando iba a la sierra. Lo veíamos, lo identificamos porque está cojo ¿Cuándo se ha visto que un soldado de verdad esté cojo?”
Asegura que por influencia de Bernardino Bautista, hubo más presencia del Ejército en esa parte de la sierra desde que surgió el movimiento en defensa de los bosques.
“Pero nostros ningún mal gesto le hemos hecho a ese señor. No le debemos nada, no les hemos hecho nada. Pero les hacemos estorbo, porque queremos cuidar los bosques y el agua. Por eso nos hacen esto”.