* Seis campesinos de la sierra de Petatlán, detenidos entre febrero del 2000 y julio de 2001 por efectivos del Ejército con motivo de su participación en la defensa de los bosques, y uno de la sierra de Zihuatanejo, arrestado porque fue confundido con un homónimo, forman el grupo ecologista
Maribel Gutiérrez (primera parte) * En contraste con la amplia difusión que tuvo el caso de dos campesinos ecologistas que hasta el 8 de noviembre de 2001 estuvieron encarcelados en Iguala, Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera, ha quedado al margen de la atención pública la situación de siete presos que también se identifican como campesinos ecologistas, recluidos en Acapulco.
Igual que los famosos Montiel y Cabrera, los presos de Acapulco fueron detenidos por tropas del Ejército en la sierra de Petatlán, entre febrero de 2000 y junio de 2001, y torturados para obligarlos a declararse culpables de diversos delitos.
Los siete participaban en la protección de los bosques, localizados en un territorio que en los últimos cuatro años ha sido escenario de conflictos en los que aparecen, por un lado, grupos de poder que explotan la madera, que según denuncias están vinculados al poder del narcotráfico y al poder político, y que cuentan con la protección del Ejército y contratan policías a su servicio, y por otro lado campesinos que se defienden del dominio de esos grupos.
Aunque hay estas similitudes, los siete ecologistas del reclusorio de Acapulco no forman un grupo homogéneo. Los dirigentes de la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán, en sus demandas sólo incluyen a cuatro: Pilar Martínez Pérez, Moisés Martínez Torres, Gerardo Cabrera González y Francisco Bautista Valle. Pero en el reclusorio se reconocen por igual como ecologistas, y pertenecen al mismo comité Alfredo García Torres, Alvaro García Avila, Juan García Avila y José Coria Sánchez.
Excepto Gerardo Cabrera, el preso más reciente, que aún tiene abierto el proceso penal, los otros tienen condenas de más de diez años, que para ellos sólo se explican como parte de la represión a los movimientos en los que participaban en la sierra, en defensa de los bosques y contra la violencia de los caciques y el Ejército.
El febrero del año 2001, los comisarios ejidales y municipales de La Botella, Colonia Juárez, El Camalote, Llanos de la Puerta, y Piedra de Veliano, del municipio de Petatlán, y de Mineral de Real de Guadalupe, y Vallecitos de Zaragoza, municipio de José Azueta, certificaron mediante cartas la participación en el cuidado de los bosques de los ecologistas que están presos, e incluyen por igual a los siete.
José Coria Sánchez: El peligro de pasar por un retén policiaco
El único en el grupo que reconoce que no fue detenido por su participación en el movimiento ecologista es José Coria Sánchez, de 32 años, originario de Vallecitos de Zaragoza, en la sierra de Zihuatanejo, municipio de José Azueta, en donde es propietario de una tienda de abarrotes. Es el de más antigüedad en la cárcel, donde lleva más de tres años.
Es parte del grupo de presos ecologistas porque cuando estaba en libertad participaba en la protección y defensa de los bosques, y sus compañeros así lo reconocen.
Narra que fue arrestado en un retén de la Policía Judicial del Estado, y acusado de participar en un secuestro, sólo porque tiene casi el mismo nombre que uno de los verdaderos plagiarios, José Luis Coria Pimentel, quien desde el año 2000 está en la cárcel y reconoció que fue él quien participó en el secuestro de la niña, y que José Coria Sánchez no participó, y lo mismo han dicho otros cinco secuestradores que confesaron los hechos. Pero la justicia no ha rectificado el error cometido contra José Coria, que está sentenciado a 22 años de prisión.
El 13 de noviembre de 1998, en Zihuatanejo fue secuestrada la niña de 12 años, Laura Kim Boccato, hija del empresario alemán dueño del hotel Villas del Sol, de ese sitio turístico. La menor fue liberada el 17 de noviembre, después de que sus padres pagaron 3 millones de pesos por el rescate, de los cuales la Policía Judicial recuperó sólo la mitad.
En búsqueda de los plagisrios, la Policía Judicial del Estado estableció retenes en los alrededores de Zihuatanejo. Dos días después de la liberación de la niña, en uno de esos retenes fue detenido José Coria.
“Me agarraron el 19 de noviembre de 1998 en Rancho El Cundán, porque pasé por el retén que tenía la Policía Judicial del Estado. Ahí estaba el comandante Gelacio Salto. Pasé por el retén, el comandante me preguntó mi nombre, le dije que José Coria Sánchez, buscó en una libreta, se fijó en una lista que tenía y vio el nombre de José Luis Coria Pimentel; él es también de Vallecitos, es mi primo hermano, pero él tiene 26 años y yo 32.
“Me pidió mi identificación donde venía mi nombre completo. El comandante de la PJE la vio, se enojó, y la tiró al suelo, no me la regresó. En mi credencial se veía que no era el mismo nombre de la lista. De todos modos dijo que yo tenía orden de aprehensión.
“Me llevaron detenido a ciudad Altamirano, y ahí empezó la tortura, de ahí a Chilpancingo y después a Zihuatanejo; ahí me siguieron torturando”.
Narra José Coria que en Ciudad Altamirano le vendaron los ojos, y lo golpeaban, mientras le hacían preguntas relacionadas con el secuestro de la niña y con el ERPI (Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente), al que le querían atribuir ese delito.
Dice que después de que lo torturaron en ciudad Altamirano, en Chilpancingo y en Zihuatanejo, lo llevaron a la Agencia del Ministerio Público de Petatlán. Todo el tiempo iba con los ojos vendados.
“Me llevaron a una playa donde oía los ruidos del agua del mar. Ahí me torturaron más.
“Después me peinaron y me vistieron, y me llevaron a hablar con el procurador (Carlos Javier) Vega Memije. Ahí me quitaron la venda. Me dieron unas hojas donde decía cómo era la camioneta en la que hicieron el secuestro y cómo era la niña. Me querían obligar a repetir lo que decían las hojas, pero yo no sabía nada. Cuando me vio el procurador, él se dio cuenta, y les dijo a los judiciales: este amigo no sabe.
“Después me volvieron a llevar a los separos, y me siguieron torturando”.
“Yo no debo nada y llevo ya tres años encerrado. No hay pruebas en mi contra. Cuando pasó el secuestro yo estaba en mi rancho, en La Calera, tenía peones trabajando, porque sembraba pastura y maíz, pero no tomaron en cuenta esas pruebas”.
Dice que tampoco tomaron en cuenta las declaraciones de José Coria, el culpable del secuestro, que fue encarcelado y procesado por ese delito en el 2000: “Cuando cayó José Luis Coria Pimentel, él dijo que yo no fui, pero no tomaron en cuenta su declaración.
“Me sentenció la juez Diolegaria Sánchez Nájera a 22 años y medio. Unos cinco días antes de mi sentencia ella me mandó sacar del dormitorio y me dijo: “Mira, Coria, yo sé que tú no fuiste, pero desgraciadamente así son las leyes, chingatorias”.
Ayudaba a cuidar los bosques
En el reclusorio, junto a otros miembros del Comité de Presos Políticos y de Conciencia, José Coria explica porqué pertenece al grupo de los presos ecologistas, y sus compañeros lo respaldan. “Soy ecologista porque trabajo apagando las lumbres (cuando estaba en libertad). Colaboraba con Alfredo García Torres (otro de los presos ecologistas, también de la sierra de Petatlán) apagando los incendios forestales, y cuidando los bosques para evitar la tala clandestina”.
–¿En qué lugares trabajó para cuidar los bosques?
–Trabajé en el cuidado de los bosques en Las Palancas, El Jilguero, El Balcón y en el ejido al que yo pertenezco que es Real de Guadalupe. Donde quiera que había incendios, allá íbamos.
El abogado de José Coria, Germán Salinas Hernández, asegura que no hay evidencias de su participación en el secuestro, y que incluso el Tribunal Colegiado que le negó el amparo la primera semana de diciembre del 2001 reconoce que no tuvo participación directa, pero le negó el amparo con base en un indicio “de oídas”, porque un testigo, Marcelino González Valdovinos, dijo que cuando estaban repartiendo el dinero del rescate uno de los secuestradores dijo que iba a apartar una cantidad para José Coria Sánchez.
Señala que en el expediente aparece que en el año 2000, José Luis Coria Pimentel dijo que fueron ocho los secuestradores, y lo mismo declaró en 1998 otro de los secuestradores, Roberto González Valdovinos, y entre los ocho no está José Coria Sánchez.
Pero el Tercer Tribunal Colegiado “le carga la mano a José Coria”, y el abogado opina: “Puede haber parcialidad porque el magistrado presidente, Isidro Avelar, fue secuestrado en Jalisco, y lo fueron a tirar a Morelos”.
Explica que la negativa del amparo se basa también en que supuestamente José Coria acordó llevar a los secuestradores en fuga, pero no hay ninguna prueba de que hubo ese acuerdo entre José Coria y los secuestradores, ni coincide el lugar en que estaban los secuestradores en fuga con el lugar donde estaba José Coria, a muchas horas de distancia.
El abogado afirma que la declaración “de oídas” en que se basó la condena, así como la supuesta confesión de José Coria, fuerton arrancadas bajo tortura, y en el expediente se demuestra que el detenido tenía lesiones. Pero el agente del Ministerio Público de Zihuatanejo que integró la averiguación, Gilberto Bello de la Cruz, dijo que estaba golpeado porque se resistió al arresto.