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Cultura  

Fallece Sergio Pitol, el escritor viajero, ganador del Premio Cervantes en 2005

La afasia lo consumió, informa su sobrina, Laura Demeneghi. Preparan homenaje nacional. Pasó sus últimos años entre versiones de que lo tenían secuestrado y la disputa por su cuidado entre sus familiares y el DIF de Veracruz. Sigue el conflicto con la Universidad Veracruzana por el pago de regalías

Redacción, Israel Sánchez y Sara Villegas / Agencia Reforma / Agencia ProcesoCiudad de México

Abril 13, 2018

 

Sergio Pitol, el escritor mexicano ganador del Premio Cervantes 2005 falleció la mañana de ayer en su casa de Xalapa, Veracruz, a los 85 años, por las complicaciones provocadas por la afasia progresiva, una enfermedad que sufría desde hace varios años.
La muerte fue confirmada por Laura Demeneghi, la sobrina que le acompañó durante la entrega del Cervantes y quien durante los últimos tiempos vivía con el escritor y ejercía como tutora.
El escritor nacido en Puebla, pero veracruzano de adopción, siempre necesitó el movimiento como combustible de su obra. En los últimos años, sin embargo, esta enfermedad neurológica afectó gravemente al hombre que había mostrado un conocimiento detallado del idioma. En 2006, el año en el que recibió el Cervantes, comenzó a presentar fallas en el habla.
Sergio Pitol solía decir en las entrevistas que ser un lector de tiempo completo le salvó la vida. La frase, que en boca de un escritor podría sonar a un lugar común, era verdad. Su infancia dickensiana –a los cinco años había perdido a su padre, su madre y su hermana menor– estuvo marcada por la enfermedad. Su salud quebrada por un paludismo lo mantuvo postrado en la cama por largas temporadas. Las fiebres le impidieron asistir a la escuela. Sólo encontró una medicina eficaz: los libros.
“Leí todo lo que cayó en mis manos. Llegué a la adolescencia con una carga de lecturas bastante insoportable”, escribió en El arte de la fuga.
A medida que su salud fue empeorando, creció también un espinoso pleito, una maraña de denuncias cruzadas y reproches entre la familia Demeneghi y el círculo cercano de amigos del autor de El desfile del amor. Su primo, Luis Demeneghi, llevaba años sosteniendo que había perdido sus facultades mentalesy que estaba “secuestrado por una camarilla”. Una ola de intelectuales –Poniatowska, Glantz, Villoro– salieron entonces a la palestra para defender la lucidez de Pitol. Mientras tanto, la custodia temporal quedaba en manos del DIF de Veracruz. En noviembre del 2016, la familia recuperó la custodia y cargó a los antiguos tutores con tres denuncias por manipulación, negligencia y robo, incluyendo la medalla del Premio Cervantes.

Bisagra entre generaciones

La pluma de Pitol fue una bisagra entre dos brillantes generaciones. La primera formada por Juan Vicente Melo, Julieta Campos, Salvador Elizondo, José de la Colina y Elena Poniatowska, nacidos en los primeros años de la década de los 30. Fue un grupo prolífico que comenzó a publicar en la adolescencia tardía.
Fue hasta 1957, cuando tenía 25 años, que sus primeros cuentos vieron la luz en una revista dirigida por Juan José Arreola. Con ello se empató a la generación de José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis.
Por muchas décadas la presencia de Pitol en el panorama literario mexicano fue una ausencia. Elena Poniatowska afirma que eligió el servicio exterior porque fue la única carrera que le permitió ganarse la vida viajando. “Creo que por 25 años no supimos de él sino a través de sus cartas”, confesó.
Fueron, en realidad, 28 años de un periplo a través de China, Bulgaria, Hungría, España, Francia, la Unión Soviética y Checoslovaquia.
Su Trilogía de la memoria, editada por Anagrama y compuesta por El arte de la fuga (1996), El viaje (2001) y El mago de Viena (2005) combina sus memorias de viaje con ensayos y fragmentos de borrosas fronteras entre realidad y ficción.
A esos años se le deben traducciones al español de una veintena de autores, entre ellos Henry James, Joseph Conrad, Robert Graves, Jane Austen y Witold Gombrowicz. También tuvo una particular afección por autores rusos, muchos de los cuales tradujo al español por primera vez.
Monsiváis afirmó que el tema obsesivo de la obra de Pitol era “los mexicanos fuera de sus espacios naturales”. A pesar de su distancia física con México, el escritor conservó intacto el pulso sobre la sociedad mexicana, a la que parodió genialmente. Domar a la divina garza (1989), la segunda obra de su Tríptico del Carnaval, es una muestra de esto.
El tríptico lo completan El desfile del amor (1984), ganadora del Premio Herralde de novela, una especie de thriller compuesto por recortes de nota roja, y La vida conyugal (1991), una parodia del matrimonio y la vida en pareja.

Despedidas

“Celebramos su vida y legado literario, en el cual aportó a las letras universales una obra narrativa original, traducciones y ensayos que perdurarán a través de los años”, publicó la secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda. Dijo que convocará a instituciones, amigos y familiares a un homenaje nacional al escritor.
El historiador Enrique Krauze dijo que Pitol fue “siempre apreciado y respetado”. Jorge Volpi, el más reciente ganador del Premio Alfaguara de novela, lo calificó como “uno de los mayores escritores de nuestra lengua” y recomendó dos obras “perfectas”, El desfile del amor y El arte de la fuga.
Los políticos también dijeron adiós al Premio Cervantes 2005. En medio de la campaña electoral rumbo a las presidenciales del 1 de julio, los principales candidatos presidenciales dedicaron unas palabras al autor.
“Lamento el fallecimiento de Sergio Pitol, siempre solidario con nosotros como Fernando del Paso y Elenita Poniatowska, los tres grandes escritores y ciudadanos de buenos sentimientos”, dijo Andrés Manuel López Obrador, el puntero de las encuestas.
El candidato de Por México al Frente, Ricardo Anaya, destacó la “extraordinaria inteligencia y humor” de Pitol.
Aurelio Nuño, el jefe de campaña del candidato del PRI, José Antonio Meade, destacó el carácter de viajero infatigable que deja a los mexicanos “obras maravillosas”.
La obra de Pitol trascendió fronteras y fue traducida del español al italiano, ruso, inglés, húngaro, chino, polaco y árabe.
Entre sus premios destacan el Alfonso Reyes (2016); Cervantes de Literatura (2005); Juan Rulfo de la FIL de Guadalajara (1999); Nacional de Literatura (1993); Herralde de Novela (1984) y el Xavier Villaurrutia (1981).

El inicio de su viaje

El escritor, traductor, diplomático y promotor de la literatura universal nació el 18 de marzo de 1933, en Puebla.
A los 4 años arribó al ingenio azucarero El Potrero, en Veracruz. Su padre había muerto en Puebla casi al mismo tiempo en que Irma, hermana del autor, nacía.
Pitol tenía 5 años cuando murió su madre, ahogada en el río Atoyac. Irma enfermó también y murió a las pocas semanas.
A los 12 años, cuando había devorado ya la obra de Julio Verne, Robert Louis Stevenson, Charles Dickens y León Tolstoi, se trasladó a Córdoba antes de emigrar al entonces Distrito Federal, en 1950, para estudiar Derecho en la UNAM.

Los años de enfermedad

En 2006, el escritor comenzó a presentar problemas de habla, pero fue entre 2012 y 2013 cuando ya no le era posible construir oraciones.
En un documento fechado el 1 de septiembre de 2014, el doctor Mario López Gómez, especializado en neuropsiquiatría en la UNAM, le informó a Luis Demeneghi sobre la atención brindada a su primo: “Afasia primaria progresiva no fluente, que es una demencia degenerativa”.
La lectura de los síntomas era devastadora: alteraciones del lenguaje, incapacidad de regresar si sale de la casa, ideas delirantes.
Cuando se les informó sobre el estado del escritor, Demeneghi y su hija Laura decidieron iniciar un juicio de interdicción.
En 2015, una jueza de primera instancia de lo familiar con sede en Veracruz declaró improcedente tal juicio, al considerar que tenía la capacidad para representarse a sí mismo.
Tras una pugna legal de años con el DIF de Veracruz por el cuidado de Pitol, Luis Demeneghi, primo del escritor, fue nombrado su tutor interino en 2016.

Preparaban homenaje por sus 85 años; será velado en Xalapa

desde diciembre del 2016, su sobrina, la joven pintora Laura Demeneghi (hija de su primo Luis, con quien el ensayista vivió de niño porque a los cuatro años quedó huérfano de padre y madre), lo cuidó porque ya no podía valerse por sí mismo.
Demeneghi llegó ayer a la Ciudad de México. No se había apartado de su tío desde ese diciembre del 2016. Su objetivo aquí fue acercarse al Instituto Veracruzano de la Cultura para rendirle homenaje al narrador por aniversario 85, mediante varios actos. Tenía programada una reunión con la editorial Era y el escritor Juan Villoro.
En ese breve lapso, su padre y madre se quedaron con el autor. Ella relata en entrevista:
“Desde la madrugada se puso muy mal. Le empezó a fallar el corazón. No pudo respirar. Llamaron a la ambulancia. Se estabilizó alrededor de la 8 de la mañana, luego se volvió a poner mal y dejó de respirar a las 9. Se le pararon todos los signos vitales”.
El autor será velado en la funeraria Bosques del Recuerdo en Xalapa, según la entrevistada “y mañana (hoy) mi papá lo quiere cremar”. Explica:
“Me habló la secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda, y me preguntó si queríamos efectuar un homenaje con la institución, pero aún no sé qué vaya a decidir mi papá”.
El creador de los libros de cuentos Cementerios de tordos y Un largo viaje padecía afasia, mal parecido al Alzheimer, que imposibilita al paciente para ser independiente.
Desde septiembre del 2017 el padre de Demeneghi obtuvo la custodia del escritor. Sin embargo, la entrevistada revela:
“Pero la Universidad Veracruzana nunca aceptó el cargo de mi papá, nunca le quiso pagar las regalías a mi tío, sólo reconoció el cargo de Adelina Trujillo y la doctora Eos López Romero. De hecho, la próxima semana íbamos a tener cosas relacionadas con todo esto para que la jueza de lo familiar conminara a la Universidad a pagarle a mi tío por medio de mi papá. Ha sido una batalla tremenda con la Universidad Veracruzana”.
Las demandas interpuestas por la familia de Pitol seguirán su curso, dice. “También la próxima semana se iba a ofrecer como testigos a los doctores que revisaron a mi tío a partir del 2016, ya que denuncié el mal estado en que lo había encontrado”.
En julio de 2017, Proceso recibió la invitación a la casa de Pitol en Xalapa. Entonces, aunque el escritor ya no hablaba, estaba en buen estado, luego de haber estado muy mal, como lo relató su sobrina.
La crónica fue publicada en Proceso del 23 de julio del 2017:
“El maestro estaba con una enfermera que la doctora Eos López Romero (directora de Asistencia e Integración Social del Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia, DIF, de Xalapa, Veracruz) contrató porque el 16 de diciembre de ese año se fueron las personas que estaban antes, su chofer y las enfermeras. Lo dejaron en su cama con llagas en su cadera y talones y no podía mover los brazos ni las piernas. Todo el tiempo estaba dormido. “Nosotros lo empezamos a animar, a sentarlo, a darle de comer”, expresa Rafael, uno de sus nuevos cuidadores.
Entonces, la sobrina manifestó que a Pitol lo tenían secuestrado desde 2015 su chofer Perdomo Mendoza, Vincent Ortega, Corral Peña, junto con Rodolfo Mendoza Rosendo, entonces director del Instituto Veracruzano de Cultura (Ivec), ahora director general de Difusión Cultural de la Universidad Veracruzana.
En 2015 y 2017, Mendoza Rosendo negó a Proceso la comisión del secuestro.