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Martes 07 de Mayo de 2024

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Cultura  

Habla el mexicano Arturo Vázquez Barrón de su paso del diseño de carros a la traducción literaria

Recibe un homenaje en la 35 Feria Internacional del Libro de Bogotá

Mayo 06, 2023

Yanireth Israde / Agencia Reforma

Ciudad de México

Pretendió dedicar su vida a los automóviles y hasta se mudó de país para diseñar carrocerías, pero cruzó su camino el vehículo de la literatura, provisto de un motor de insospechada potencia: la traducción. Y lo abordó.
Más de 40 años después, Arturo Vázquez Barrón (Ciudad de México, 1956) sigue al ‘volante’.
“El hecho de que yo regresara de Estados Unidos y dejara de lado el diseño automotriz permitió concentrarme por completo en otra cosa que me gustaba mucho: la literatura”, evoca el traductor literario, quien recibió un homenaje en la 35 Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBO), cuyo invitado de honor fue México.
El libro La ciudad de la noche, del estadunidense John Rechy, que releyó durante su estancia en el país vecino, le permitió atisbar las posibilidades de la traducción. Lo atesora, cuenta en entrevista.
“Es una especie de road trip del protagonista, un muchacho tejano de origen mexicano que, en busca de su propia identidad y de su propia sexualidad, deja la casa de la madre y se va a viajar por Estados Unidos, y en ese enorme recorrido encuentra personajes de la subcultura gay del momento. Es un libro muy reconocido en su tiempo, porque retrata la vida del colectivo gay de los años 60”.
Vázquez Barrón había leído la novela en una traducción mexicana de editorial Diana, y cuando la consiguió en inglés comenzó a comparar el original y su versión en español. Observar la traducción de este y otros títulos se convirtió en un hábito que derivó en oficio.
“Pasaba mucho tiempo observando la traducción de ese libro específicamente, que me había gustado tanto, porque tiene mucha oralidad, muchos registros vernáculos, además registros de los personajes de las diferentes regiones de Estados Unidos. Es un libro muy rico desde el punto de vista del planteamiento expresivo. Fue así como empecé a hacer mis propias traducciones de ese libro”, relata Vázquez Barrón, formado en el idioma francés en el Liceo Franco Mexicano.
De vuelta a México, los autos no arrancaron más en la pista de su vida, en cambio aceleró su dominio del inglés, estudió en el Instituto Superior de Intérpretes y Traductores, y más tarde en el Programa de Formación de Traductores de El Colegio de México, dirigido entonces por Monique Legros, una de sus principales tutoras.
Hijo de una familia de librepensadores, Vázquez Barrón se considera afortunado de combinar el ejercicio de la traducción con la docencia en el mismo campo.
“Eso me permitió configurar un perfil bastante agradable desde el punto de vista vivencial, porque vivir de la traducción es bastante complicado. Casi todos los colegas latinoamericanos deben tener, además de la traducción, alguna otra actividad económica que les permita sobrevivir, porque no se puede vivir estrictamente de publicar traducciones”, expone.

Tiempos complejos

Su trabajo le ha granjeado numerosos reconocimientos, como el grado de Caballero en la categoría de Palmas Académicas otorgado por el Gobierno de Francia y el Premio Italia Morayta en Trayectoria de Traducción.
El más reciente tributo para Vázquez Barrón, organizado por la Cámara Colombiana del Libro y la Asociación Colombiana de Traductores, Terminólogos e Intérpretes (ACTTI), valoró su trayectoria no solo como traductor, sino también como formador de traductores y como militante, pues ha luchado por los derechos de sus colegas desde trincheras como la Asociación Mexicana de Traductores Literarios (Ametli) y la Alianza Iberoamericana para la Promoción de la Traducción Literaria (Alitral).
“La militancia en la traducción me ha resultado siempre muy importante, sobre todo porque nuestra situación profesional es muy precaria, pero es posible revertirla.
“Ametli ha sido la cristalización de los esfuerzos de mucha gente que durante años estuvo tratando de mejorar las condiciones profesionales de los traductores literarios editoriales en México”, dice el fundador de la asociación, y quien pugna por cambiar el paradigma contractual y la relación de fuerzas, sobre todo con los grandes consorcios editoriales. (Reforma 24/10/2022)
“Menciono esto porque cada vez hay más editores independientes, pequeños -no consorcios transnacionales- que están entendiendo el derecho del traductor a las regalías, a la cesión temporal de derechos y a que su nombre aparezca en la portada del libro”, expone.
Traductor de Jean Cocteau, Annie Saumont, Roland Barthes y Tahar Bekri, entre muchos otros autores, Vázquez Barrón también ha sido militante de la diversidad sexual, y se adhiere a las causas que considera justas. El pasado viernes, por ejemplo, acudió con otros vecinos a defender a una mujer, habitante de su condominio, agredida por vendedores ambulantes.
“Arturo Vázquez Barrón es un hombre mexicano muy enamorado de su tiempo, un tiempo complejo, duro, difícil, y creo que me define (la militancia) desde la vivencia de la injusticia.
“Mis inicios como militante de la diversidad sexual tienen que ver justamente con la represión, la opresión, la descalificación, la minimización, la violencia, la extorsión, el chantaje y la ofensa. Esto empezó a cocinarse prácticamente desde que salí del Liceo, me fui a Estados Unidos y empecé a entender cosas que me pasaban internamente, que no lograba explicarme y que además no tenía armas para estructurar mentalmente un discurso, por ejemplo, para poder defenderme”.
Porque un hombre gay en México, en los años 80, enfrentaba represión y una violencia física que podía aniquilarlo, refiere Vázquez Barrón.

Respetar el estilo

La traducción literaria no solamente involucra el fondo o el relato de una obra, sino conserva, preserva y respeta la forma, la manera tan única que tiene un autor para manipular la lengua y crear cosas que son hermosas estéticamente hablando y que plantean un estilo muy peculiar, pondera Vázquez Barrón.
Pero en ocasiones, una traducción puede alterar esa forma, advierte. Un ejemplo es El Principito, del que pueden encontrarse múltiples traducciones en español.
“La historia no cambia nada, pero sí cambia la manera en que cada traductor reagenció al español el estilo de Saint-Exupéry y puede transformarlo, puede alterar orgánicamente el texto de tal manera que las mismas cosas se digan de manera distinta”, explica
“Voy a darte un ejemplo: Juan José Arreola tradujo bastante, pero casi no logras reconocer el estilo del autor que está traduciendo, sino más bien estás leyendo a Juan José Arreola. ¿Qué quiero decir? Que en realidad lo que hace es una forma de recreación del texto”.