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Fallece por coronavirus el legendario rockero Meat Loaf, a los 74 años; rechazaba las vacunas

El exitoso cantante también se oponía al confinamiento y el uso de cubrebocas, entre otras medidas contra la pandemia. Su disco Bat Out of Hell es el cuarto más vendido en la historia

Redacción / Agencia Reforma Ciudad de México

Enero 22, 2022

 

Meat Loaf durante su presentación en el Zócalo de la Ciudad de México, en agosto de 2003 Foto: Cuartoscuro

Con su aspecto a la vez aterrador y tierno, con una de las voces más potentes del rock y con uno de los discos más vendidos de la historia, la imponente presencia de Meat Loaf se ha derrumbado definitivamente. Murió el jueves a los 74 años, víctima del Covid-19.
En octubre de 2021, el cantante estadunidense afirmaba, en una entrevista con la web Ultimate Classic Rock, que estaba “lleno de proyectos y preparando un disco para 2022”.
“Sabemos cuánto significó para muchos y realmente apreciamos todo el amor y el apoyo en este momento de dolor por la pérdida de un artista tan inspirador y un hombre tan maravilloso”, dijo la familia de Meat Loaf en un comunicado difundido el viernes.
“Desde su corazón hasta sus almas… ¡nunca dejen de rockear!”, se añade en el escrito. Su nombre real era Marvin Lee Aday y había nacido hacía 74 años en Dallas, Texas.
Meat Loaf vendió unos 100 millones de álbumes en todo el mundo y apareció en unas 50 películas, entre ellas clásicos como El club de la pelea y El Show de Terror de Rocky. Pero Meat Loaf siempre será recordado por su álbum de debut, Bat Out of Hell, publicado en 1977 y que se encuentra en el puesto número cuatro de la lista de los más vendidos (el primero es Thriller, de Michael Jackson) con 45 millones de unidades. Este trabajo fue compuesto y producido junto a Jim Steinman, fallecido el 19 de abril de 2021. A este disco le siguieron las secuelas Bat Out of Hell II: Back into Hell (1993) y Bat Out of Hell III: The Monster Is Loose (2006). Se trata de la trilogía que más discos ha vendido en el rock.
“No soy una estrella del rock”, decía en cada entrevista el cantante. Pero sí lo fue, aunque bastante atípica. Exhibía una envergadura considerable, alejada de los estilizados cuerpos de rockeros como David Bowie o Mick Jagger, dice una nota necrológica de El País.
Su apodo (Meat Loaf, pastel de carne) se lo puso uno de sus profesores de deporte cuando ya vivía en Los Ángeles, para burlarse de su sobrepeso.
Además, su potente voz, casi operística, no casaba con los tonos agresivos que se estilaban en el rock de los setenta.

Dura infancia

Marvin Lee Aday no tuvo una infancia plácida. Prácticamente se crió con su madre, ya que su padre desarrolló un alcoholismo que le mantuvo muchas temporadas ausente.
La vida del músico sufrió un colapso cuando murió su madre siendo él aún muy joven. Fue cuando decidió trasladarse de Texas a Los Ángeles y probar sus aptitudes para la música y la interpretación.
Aunque formó alguna banda que ejerció de telonera de Van Morrison o The Who, su primer contacto comercial fue cuando grabó en 1971 un disco a dúo con Shaun Stoney Murphy. Tuvo cierto éxito, pero la discográfica decidió prescindir de él.
Fue cuando se lanzó a probar la interpretación en musicales. Tenía una presencia avasalladora y una voz perfecta para el teatro musical. Primero se enroló en Hair y ya en 1973 se integró en el reparto del musical The Rocky Horror Picture Show. Esto le permitió participar en 1975 en la película del mismo título, donde interpretó a un repartidor salvaje que canta la canción Hot Patootie. El filme, dirigido por Jim Sharman, se ha convertido con los años en uno de los musicales más populares del cine.
Paralelamente, el músico y actor preparaba junto a Steinman Bat Out of Hell. Se trataba de una obra ambiciosa de siete canciones basadas en parte en el mito de Peter Pan. En el disco sonaban rock duro, baladas y rock and roll ligero. Y mucho protagonismo de la excesiva voz de Loaf. La grabación fue rechazada por muchas compañías discográficas hasta que lo decidió editar una en parte gracias a la intermediación del músico Todd Rundgren, que también se encargó de la producción y las guitarras. El disco fue fulminado por un sector de la crítica, que lo consideraba casi como una copia de Bruce Springsteen en musical de Broadway. Dio igual: el álbum fue un éxito de ventas.
Meat Loaf se convirtió en uno de los cantantes mejor pagados del negocio. Pero comenzaron los problemas en la cima. El músico se peleó con su principal colaborador, Jim Steinman, y rompieron.
Hasta cuatro años tardó en reaparecer discográficamente (Dead Ringer, 1981), demasiado tiempo para una época en la que las estrellas publicaban mínimo un trabajo anual. La década de los ochenta fue para él una decadencia en ventas y prestigio. El camino estaba claro: asociarse de nuevo con Steinman.
Los dos se pusieron a trabajar en una segunda parte de su gran éxito de 1977. Publicaron Bat Out of Hell II: Back Into Hell en 1993. Y el milagro se produjo: Meat Loaf regresó a las listas de los más vendidos e incluso esta vez los críticos se deshicieron en elogios.
En 2006 publicó la tercera y última parte de su trilogía, Bat Out of Hell III: The Monster Is Loose, esta vez con un triunfo más discreto.
Aunque editó discos puntualmente, seguramente era consciente de no volver a encontrar material para un nuevo éxito masivo. Se centró en las actuaciones, siempre con la carga dramática y de rock necesarias. En los 2000 sufrió algunos desmayos en el escenario, el último en 2016. Se le diagnosticó Parkinson. Se casó dos veces (una en 1978 y otra en 2007) y tuvo una hija de su primer matrimonio.
Con Meat Loaf se marcha uno de los rockeros más atípicos: por una trayectoria marcada desde el principio por un éxito arrollador, por unas primorosas condiciones vocales y por un estilo que ni es rock duro ni rock blando. Es Meat Loaf.

“No voy a ser controlado”, decía sobre la vacunación

“Si muero, así será, pero no voy a ser controlado”, había declarado Meat Loaf en entrevista con el Pittsburgh Post-Gazette en 2021.
El rockero defendió abiertamente su postura antivacunas y en contra de las restricciones ante la pandemia. Criticaba acciones como el resguardo y el uso de cubrebocas.
“Finalmente salió a la luz que los cubrebocas que usamos son inservibles y yo lo he sabido desde hace seis meses: no sirven para nada, no impiden que te contagies de Covid, sólo son una molestia que hacen que te pique la nariz y no puedas respirar”, añadió.
El artista sufría otros padecimientos, como una operación de espalda a la que fue sometido a finales del año pasado, y asma, mismos que pudieron complicar su salud ante el virus.
Previo al contagio, el cantante había publicado un video de felicitación hacia uno de sus fans, en el que aprovechó para señalar a China como único responsable por la pandemia.
“Marty, cuídate. Espero que hayas podido, al menos, celebrar tu cumpleaños con tu familia. Sé que el Covid es una barrera y que todos estamos sufriendo por ello, y puedes culpar a China. Es todo”, dijo.
Durante el mensaje, admitió que sus problemas de salud le impedían cantar y que había sido sometido a una endoscopia, que usualmente se realiza para extirpar tumores o pólipos, en este caso, en las cuerdas vocales.

La noche que cantó en el Zócalo de la Ciudad de México

La noche del 9 de agosto de 2003, los pronósticos para Meat Loaf no eran buenos, en la capital del país.
El Sistema Metereológico había previsto lluvia y, con ello, su presentación en el Zócalo como parte de una serie de actividades culturales organizadas por el gobierno local, pendía de un hilo.
Desde las 3 de la tarde de ese día, algunos fans del interprete ya merodeaba cerca del escenario que tenía como fondo la Catedral Metropolitana. También algunos vendedores de impermeables azules y negros.
A una hora de comenzar el recital, aumentó el mal presagio. Una leve lluvia cayó ocasionando que varios se guarecieran bajo los portales de los edificios aledaños y las primeras ventas de plásticos comenzaran a hacer feliz a sus comerciantes.
La policía siguió, empero, con el circuito de la plaza mayor cerrado a los automóviles. Meat Loaf, quien con esta presentación concluía una serie de eventos, continuaba en su hotel aguardando la decisión final, pero ya listo si así se decidía, según una nota de El Universal.
Incluso llegó faltando media hora para las 8 de la noche, hora señalada para tomar el micrófono, por si las gotas, que ya presentaban una considerable dismininución, se detenían.
“Yo sí quiero tocar”, confió a uno de los organizadores, “sólo chequen la seguridad de todos”.
Cerca de 10 mil personas, de acuerdo con las cifras oficiales, aguardaban al corpulento rockero. Algunos portando playera bordada con el nombre del cantante, recién adquirida a 30 pesos o comiendo un hot dog en uno de esos carritos que nunca faltan en los eventos masivos.
El reloj dio las 8, y nada. La incertidumbre creció. Algunos se revolvían nerviosos, pero confiando en que mientras no se anunciara oficialmente la cancelación, seguirían ahí.
Pasaron 10 minutos y nada, pero acabó la lluvia, dejando un leve viento. Cinco minutos más y sin respuesta. A las 8:20, las luces se apagaron, comenzó una batería y él salió.
Durante 15 canciones Meat Loaf mostró quién era ese robusto estadunidense de entonces poco más de 50 años. No brincaba sobre el escenario y tampoco corría desaforado, sólo se dirigía una y otra vez al público que lo había esperado algo húmedos.
Y les correspondió. Desde un inició se los echó a la bolsa con su grito “¡Mexico City, cómo están!”.
Esa noche, Meat Loaf derrotó a la lluvia.