Rafael Aréstegui

 Ante la ofensiva panista, candidato interno

Un egresado de la maestría de Desarrollo Regional me envió un correo con algunas reflexiones que deseo compartir con quien lea estas líneas. Alfonso Montaño, chiapaneco de nacimiento, guerrerense por naturalización, hace un balance del saldo político que ha tenido en Chiapas el haber impulsado una candidatura externa para la gubernatura, su balance considera también los resultados de esta tendencia que privó en el partido en el periodo de Rosario Robles y que paulatinamente llevó al pragmatismo de crecer a como diera lugar y más específicamente ganar elecciones con candidatos externos, apostándole a que ello podría desgajar al PRI y eventualmente llegar a ser mayoría.

Los resultados en general, no han sido satisfactorios y en el mayor de los casos contraproducentes a la presencia política del PRD como partido, pero yo creo que la discusión debe superar los prejuicios y la influencia de la mercadotecnia, para arribar al plano del análisis concreto de la situación concreta, como se decía en el pasado, en el glorioso pasado.

La discusión no es de forma, pues en política la forma es fondo, como dijo Reyes Heroles, personaje de encontrados recuerdos para los universitarios guerrerenses, el pragmatismo fue propiciando que la política fuera desplazada por la mercadotecnia, y el luchador social, con años de lucha en su sector o en el partido de repente se vio desplazado por el empresario que con carisma, real o inventado por los medios, se convierte en el candidato mejor posicionado, encuesta dixit y ante ese argumento los altos mandos fueron cayendo en un verticalismo disfrazado de sabiduría moderna.

El complemento del pragmatismo fue la participación de Carlos Ahumada, personaje cuyas ligas con el salinismo y con el panismo hoy han quedado claras, y a un costo político que significó que los comediantes de la política Santiago Creel y Derbez, destrozaran en unos cuantos días la tradición de la política exterior mexicana, pero también quedó claro que la teoría del complot, que involucra a la cúpula panista y a personajes importantes del salinismo, era una realidad.

Si el lector hace memoria, después del movimiento popular estudiantil de 1968, el sistema político cerró aún más los espacios de participación política, el régimen presidencialista adquirió un rostro cada vez más represivo y las fuerzas de izquierda, en particular los sectores juveniles más radicalizados, se vieron obligados a adoptar la lucha armada.

La derecha de entonces calificó a las acciones de los jóvenes luchadores como actos de simples delincuentes, pero las organizaciones guerrilleras urbanas jugaron un papel determinante que obligó al sistema político a abrir espacios e iniciar limitadas reformas.

En nuestro estado de Guerrero, esta experiencia se vivía desde la década de los sesenta con las luchas de Genaro y Lucio, la tradición de lucha del pueblo de Guerrero es histórica y de tal magnitud, que ningún cambio de régimen de los que ha tenido el país, se puede explicar plenamente si no se toma en cuenta el papel que en dichos cambios han jugado los hombres del sur, así fue en la lucha de la Independencia, en la guerra de Reforma, en la Revolución y con el fin del régimen del presidencialismo autoritario y la llegada a la transición incierta, pues alternancia no ha significado cambio democrático ni tampoco vida republicana.

Por ello no fue gratuito que en 1988, nuestra entidad se convirtiera en el estado más perredista del país y por ello entiendo, no solamente el caudal de votos con los que ha contribuido en los diferentes procesos electorales, sino también por la magnitud de sus luchas en defensa del voto popular.

En el estado, el PRD nace sobre la base de los movimientos sociales que habían venido resistiendo al caciquismo figueroísta: colonos, campesinos, obreros, trabajadores del volante y la gesta de la universidad-pueblo; en la entidad, debido a lo represivo del caciquismo no existió un aporte numérico significativo de lo que se conoció como la Tendencia Democrática del PRI, sector que siguió a Cárdenas en su salida del PRI y su conformación primero con el FDN y después con la fundación del PRD.

Las diferentes contiendas electorales del país fueron marcadas por una constante: el fraude electoral de un sistema inexistente de partidos y la defensa pírrica de los triunfos populares, ello devino en nuevas reformas hasta lograr la ciudadanización de los órganos electorales, pero también se presentó una constante: la izquierda puede ganar municipios, pero nunca una gubernatura y de nueva cuenta se dieron decisivas batallas para arribar a los gobiernos de los estados, pero si en 1988 el dictamen de los comicios presidenciales, además de la caída del sistema tuvo como ingrediente principal la presencia del ejército en los sótanos del Congreso de la Unión, para vigilar que el dictamen se apegara a lo decidido por el régimen.

Y cuando los diputados perredistas intentaron abrir los paquetes electorales, las tropas les cortaron cartucho y para evitar la tentación de conocer los resultados de esa elección los paquetes fueron quemados con todo y el edificio que los albergaba.

La ofensiva panista en contra de López Obrador es la versión moderna de la consigna neoliberal de que la izquierda no pasará en el camino a la presidencia, en 1988 el fraude descomunal cometido en contra de la voluntad popular, que había elegido a Cuauhtémoc Cárdenas como presidente de la república. La diferencia es que hoy no se caerá el sistema, se trata de inhabilitar la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, de impedir a toda costa su registro. El PAN y el PRI hacen mancuerna para eliminar al rival más fuerte y de esa manera establecer un sistema bipartidista en el que la alternancia a la presidencia sea posible siempre y cuando no sea un candidato de izquierda el que pueda arribar a la silla, siempre y cuando el modelo neoliberal se siga cumpliendo al gusto de los vecinos del norte.

Es en este contexto en que hoy debe darse la discusión de quién debe ser el abanderado del PRD para llegar a ser gobierno, salta a la vista entonces que el pragmatismo derivado de la mercadotecnia debe ser superado, el PRD debe elegir un militante que asuma plenamente las posiciones políticas del partido, porque detrás de cada asunto que se debate en el Congreso o en el Senado está la disputa por la nación.

Cuando se debatió la miscelánea fiscal, quedó claro que los diputados perredistas entendieron cabalmente la necesidad de frenar la ofensiva neoliberal, expresada en un mayor castigo a la población al pretender gravar alimentos y medicinas; los diputados externos en cambio, coquetearon con la propuesta foxista, y la postura de Zeferino Torreblanca respecto al impuesto a libros, fue definitivamente reaccionaria.

Pero el deslinde de Torreblanca no ha parado ahí. Ante el conflicto de Fox con Cuba en la que los comediantes Creel y Derbez, exhibieron torpezas dignas de bufones de circo, la solidaridad de los diputados del PRD con Cuba se hizo manifiesta en un punto de acuerdo que Zeferino decidió no firmar, lo que evidencia que su proximidad es mayor con el PAN que con el PRD.

La discusión entonces nos remite a un asunto de la mayor importancia y que se expresa en una pregunta: ¿Quién es más confiable en la defensa de un proyecto de nación, un candidato de casa o un externo que simpatiza más con el modelo neoliberal que padecemos? Sobre este tema escribiré en mi próxima entrega.

PD: En el cuestionamiento que se hace al director de El Sur, nuestro diario, acerca de la pérdida de objetividad. Creo que esto es un hecho irreversible, lo cual no significa que el diario haya perdido objetividad respecto a otros asuntos. De mi parte he tomado una medida, cuando leo las cifras de El Sur, que dan cuenta de actos de Zeferino, hago una operación mental y divido las cifras entre tres, y cuando se habla de las cifras de los actos de Chavarría, mi mente matemática ya está programada para multiplicarlas por dos, lo cual me permite rescatar parcialmente la objetividad, por lo que le sugiero a los lectores la misma medida y se ahorrarán muchos corajes.