Zacarías Cervantes
Venta Vieja, Eduardo Neri (Zumpango)
Don Jerónimo Bailón Diego aprendió la artesanía de su padre desde los años setentas, recuerda que del tallo de pochote hacía juguetes: conejitos, castillitos y pescaditos que luego vendía a los gringos que pasaban por Venta Vieja, su pueblo. Después Jerónimo elaboró muebles artesanales de raíces y troncos de saguaro, nombre científico del cactus u órgano y sus diseños adornan salas y comedores de casas en Italia, España, Chile, Brasil y Estados Unidos.
En su oficio, Jerónimo ha sabido sortear la falta de apoyo del gobierno, la presencia de la delincuencia organizada y el aislamiento de su pueblo tras la construcción de la Autopista del Sol que hizo que los turistas pasen con menos frecuencia a Venta Vieja, en el municipio de Eduardo Neri (Zumpango), ubicada en el kilómetro 185 de la carretera federal México-Acapulco, en pleno Cañón del Zopilote a media hora de la Chilpancingo, rumbo a Iguala y pasando Casa Verde.
En 40 años de artesano, lo único que ha obtenido del gobierno son dos galardones del concurso que organiza el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart), que recibió uno de las manos del presidente Carlos Salinas de Gortari y otro de Ernesto Zedillo Ponce de León. Al segundo tuvo la oportunidad de reprocharle: “A mí el pinche papel no me interesa, lo que quiero es que me apoyen en mi taller”.
Recuerda que el efímero gobernador, Caritino Maldonado Pérez, muerto en un accidente de helicóptero en abril de 1971, le compraba artesanías a su padre y esa práctica continuó hasta el gobierno de Alejandro Cervantes Delgado (1981-1987) cuando Jerónimo ya estaba a cargo. Las piezas las compraban para venderlas en las casas de artesanías del gobierno del estado, hoy ya desaparecidas.
Jerónimo, en medio de una galera repleta de sillones, bases para comedores, bancos, fruteros, porta lapiceros, lámparas y adornos de todo tipo, elaborados por él y sus hijos, hechos de raíces y tallos del saguaro, cuenta que lo suyo ahora es una pequeña empresa en la que obtienen ingresos siete de sus familiares, y que en las temporadas de mucha demanda “hasta las mujeres le entran a la chamba”.
Comenzó el oficio en la década de los ochenta con su primo Lidio; éste aprendió a tallar la madera y a darle forma en Iguala, donde trabajó de adolescente cuando estudiaba la secundaria. Y don Jerónimo heredó la habilidad de su padre, quien vendía sus juguetes de tallo de pochote a 50 centavos a los gringos que pasaban por la carretera federal y se detenían en Venta Vieja a admirar sus figuritas. “Había veces que se ganaba sus 200 pesos en aquellos tiempos cuando un trabajador ganaba 80 pesos a la semana”, comenta.
Cuando inició en su taller, no tenían motosierras y cortaban los troncos y raíces con una sierra de aproximadamente dos metros y medio de largo conocida como sardina, tenía que ser manejada por dos personas, uno en cada extremo para empujar y jalar la herramienta, ahora, además de las motosierras con las que cuentan se auxilian de pulidora de esmeril, taladro y compresor, aunque a Jerónimo le sigue gustando el trabajo artesanal con las herramientas de antes.
Cuenta que cuando apenas comenzaba a aprender el oficio con su padre a principios de los años setenta visitó Venta Vieja el entonces gobernador, Caritino Maldonado Pérez, quien inauguró la red de agua potable, y al pasar por su taller la esposa del gobernador vio las figuras y le encantaron. Entonces les propuso que fueran a Chilpancingo para que les compraran todas sus piezas y se expusieran para su venta en las casas de artesanías de Zihuatanejo, Taxco, Acapulco y Chilpancingo.
El acuerdo estuvo vigente hasta el gobierno de Alejandro Cervantes Delgado, cuando el entonces encargado de la casa de Chilpancingo, Felipe Zamora, renunció e instaló un taller en Acapulco, en el que lo invitó a trabajar junto a su primo Lidio.
Fue Felipe Zamora quien les propuso hacer piezas más grandes.
–¿Cómo qué? –le preguntó don Jerónimo a su entonces patrón.
Felipe les mostró un trozo grande y les pidió que hicieran un sillón en forma de león.
–Ya rugiste león –le contestó.
En unas cuantas horas ya estaba listo el mueble.
Cuenta que en ese tiempo diseñó también la forma de una pareja abrazada. “Ya casi estaba hecha en la forma del tronco, yo solamente la detallé”, dice.
Jerónimo comenta que la figura le gustó a un presidente de Brasil que vino de luna de miel a Acapulco, “le encantó y preguntó que quién fue el cabrón que tuvo esa idea, entonces me llamó el dueño del taller y frente al presidente me dijo que decía que quién chingaos inventó esa pendejada que está allí”, mostrándole la figura.
“La madera la encontré ya casi con la forma, era cosa de trabajarla poco, de sacarle las cositas que le sobraban y ya”, les dijo el artesano.
Explica que así trabaja, buscando formas en las raíces y en los tallos de los cactus que abundan en la Cañada del Zopilote, para adaptarlas al mueble o a la figura que se le viene a la imaginación. “A veces la madera ya casi trae la figura, aunque a veces hay que batallar para sacarle la forma que está dentro”.
En Acapulco Jerónimo vivió aproximadamente 10 años y añade con cierto orgullo que allí, en el taller donde trabajó, conoció a artistas como Andrés García, Rodolfo de Anda, Éric del Castillo y la esposa de Diego Rivera, Dolores Olmedo, cuando fueron a comprarle sus muebles y figuras. “Iba mucha gente, hasta políticos”, dice sentado en un sillón que él mismo moldeó y que está apartado porque lo vendió en 8 mil pesos.
Después de que regresó de Acapulco a Venta Vieja, su primo y él instalaron cada quien su propio taller para seguir trabajando los tallos y las raíces de los cactus.
En uno de sus viajes a Zihuatanejo para ofrecer sus muebles y figuras, don Jerónimo conoció a una gringa, “de esa que como amigas pocas veces te vas a encontrar”, dice.
Se llamaba Nicol Dugal, “yo llegué con mi camioneta cargada hasta el tope y me estacioné en Ixtapa donde llegó ella”, afirma.
–Hola. ¿De dónde diablos traes esto? –le preguntó la gringa.
–De mi taller en Venta Vieja –le contestó.
–Eres fregón para estas cosas– le dijo la mujer mientras revisaba los sillones y comedores con forma de leones y caballos, mesas de centro, pues iba surtido.
–Usted es un fregadazo– le insistió la mujer.
Y al final la visitante le compró todo para venderlo en su tienda. “Para qué le hacemos al pendejo”, le dijo la extranjera a uno de sus socios y de inmediato llevó a Jerónimo para descargar todos los muebles, sacaron cuentas y la mujer pagó sin regatear.
Nicol Dugal falleció en diciembre pasado y mientras lo cuenta, el artesano hace esfuerzos para evitar que se le quiebre la voz. “Son de esas amigas que pocas veces vas a encontrar”, insiste haciendo una larga pausa.
Jerónimo asegura que la gringa le dejó los contactos para que tenderos y arquitectos le sigan comprando sus muebles, que necesitan de sus figuras de ornato para sus proyectos.
Así es como don Jerónimo ha vendido sus piezas, entre golpes de suerte y persistencia, aunque se queja que de los gobiernos no ha recibido ningún apoyo a pesar de que se ha ganado dos galardones de los concursos que organiza el Fonart.
Comenta que a pesar de que sus piezas son mundialmente conocidas, pues las ha enviado en avión a ciudades de Italia, España, Chile, Brasil y Estados Unidos, en todos esos lugares ya es conocida la comunidad de Venta Vieja, donde habitan no más de 150 personas.
Menciona desilusionado que debido a la falta de apoyo de los gobiernos, no recuerda si al presidente Salinas o a Zedillo le reprochó cuando le entregaron el galardón: “A mí el pinche papel no me interesa, lo que quiero es que me apoyen en mi taller”, pero la respuesta fue la indiferencia.
Reclamó que después de los gobernadores Caritino Maldonado y Alejandro Cervantes, quienes le compraron sus piezas para las casas de artesanías, ningún otro se ha interesado en promover el trabajo de los artesanos de Guerrero, “para ellos la política es llenarse los bolsillos de dinero”, se queja.
Jerónimo ha platicado con artesanos de Olinalá, Chilapa, Zitlala, Acahuizotla, Xochistlahuaca y Buena Vista de Cuéllar, asegura que todos protestan ante la falta de apoyo gubernamental a su trabajo. Dice que apenas vio un programa de televisión, en donde se enteró que el gobierno de Jalisco está apoyando a los artesanos de ese estado con 150 mil pesos para proyectos en su taller, “aquí no, estamos olvidados”.
Explica que cada vez es más difícil conseguir la madera, su materia prima, “primero era fácil, se encontraba cerca casi a orilla de la carretera hasta donde podía llegar la camioneta, ahora no, es necesario utilizar bestias con las que hay que traerla arrastrando desde lejos”.
Detalla que el cactus tiene que bajarlo seco, porque verde no les sirve porque al tumbarlo o jalarlo se desmorona por la abundante agua que conserva, aunque a veces dice que el que ya está medio seco lo cortan y lo dejan por algún tiempo para que se termine de secar y poderlo trabajar.
Otro problema para don Jerónimo fue la construcción de la Autopista del Sol, porque dice que la venta bajó bastante. “La gente ya no pasa aquí, es muy rara la persona que pasa porque algún amigo le cuenta que hacemos esto. Ya es difícil”, dice mientras clava su mirada en la carretera federal que pasa al pie de su taller.
La violencia que se vive en el estado es otra causa que ha alejado a su clientela, porque los automovilistas y turistas ya no se detienen en cualquier lugar, aunque afirma que los vecinos de Venta Vieja no han dejado entrar a la gente del crimen organizado, “aquí estamos unidos. Si algo pasa nomás nos chiflamos. No permitimos que esas personas entren”.
De la gente que se involucra en el crimen organizado, el artesano dice: “Yo respeto a ellos porque es dizque su trabajo, pero la neta yo siempre he dicho que a esas personas no les gusta trabajar”.
Considera que el gobierno no combate a la delincuencia porque “la delincuencia está dentro del gobierno. (Los delincuentes) han sido diputados, secretarios de gobierno, presidentes municipales, allí están metidos”, comenta.