“En todos lados está igual”, dicen turistas del Estado de México sobre la violencia

Era la primera vez que Yamilet pisaba la arena. Su mamá Claudia Vega Flores y su tía Susana le ayudaban a hacer un castillo de arena en playa Condesa.
Ayer a las 2 de la tarde, dicha zona solo contaba con dos guías turísticos en el acceso principal como seguridad pública, a pesar de que dos personas fueron asesinadas en menos de 10 días el mes pasado.
Hospedadas en el hotel Fiesta Americana, las turistas, originarias de Metepec, Estado de México, tenían más de 10 años sin visitar el puerto.
“Venimos para que ella conociera el mar porque no lo conocía”, comentó Susana cuando se acomodaba sobre una roca, mientras se alejaba del oleaje llevando consigo los bolsos y zapatos.
Cuando se les preguntó si había alguna diferencia en la precepción de inseguridad que existe en su estado con Guerrero, comentaron “qué puede ocurrir, si en todos lados está igual”.
Las turistas salieron de su habitación después del mediodía y no había camastros o sombras disponibles en la concesión de la hospedería en su zona de playa.
“Llegamos tarde pero aquí estamos bien”, comentaba Susana una vez instalada entre las rocas y la arena. Un tanto alejada del área de sombrillas multicolor, aunque relativamente cerca de los camastros y sombra del hotel.
El martes llegaron al puerto en la camioneta de Susana y volverán mañana viernes a su hogar para retomar sus labores.
Cuando Susana preguntó a Yamilet si le gustaban el mar y la arena la pequeña, de 5 años, respondió: “No. El agua es salada. No me gusta”. Sobre la arena dijo que tampoco le había gustado porque no podía construir un castillo con la ayuda de su pequeña cubeta color rosa. La arena se deslizaba cuando la pequeña intentaba sacar la pieza perfecta del molde y comenzar la pequeña edificación.
“Dile a la muchacha que te ayude, ella sí debe saber hacer los castillos”, dijo Claudia cuando se percató de que esta reportera las observaba.
La niña, aunque se resistió al principio, pero luego pidió la ayuda sugerida.
– ¿Sabes hacer castillos?– preguntó.
–No, pero lo intentamos.
Después de llenar los cubos de arena y ver que la arena comenzaba a parecer una pequeña fortaleza, una segunda niña se acercó a donde estábamos con Yamilet y Claudia.
Sin embargo, la curiosa desistió de quedarse más tiempo porque el sol pegaba más fuerte y el oleaje comenzaba a subir. Las olas obligaron a cambiar la zona de construcción aún más cerca de las rocas.
Todo se comenzó de nuevo aunque con el insistente ofrecimiento de vendedores ambulantes, quienes mostraban trajes de baño, pareos y batas de playa, pues parecía extraño jugar en la arena con los tenis puestos, pantalones y playera negros.
“Mamá, métete allí”, le decía la pequeña de 5 años después de haber cavado un agujero cerca del área de las rocas. Hizo el mismo ofrecimiento a sus acompañantes, pero ninguna se dejó enterrar en la arena.
El calor y el aumento en el oleaje llevaron a las mexiquenses a desistir de construir el castillo y volver a la alberca, pues además del sol, el agua tampoco ayudaba a que Yamilet volviera dentro, pues las olas eran cada vez más elevadas.