Homenajean en el Politécnico a Pablo Sandoval Cruz, donde estudió medicina

Frente a estudiantes vestidos de blanco, de la Escuela Superior de Medicina del Instituto Politécnico Nacional (IPN), y tras una emotiva presentación a cargo de la escritora Elena Poniatowska, el luchador social Pablo Sandoval Cruz llamó a luchar por un régimen socialista, liberal, que favorezca a las clases humildes “como lo hace Andrés Manuel López Obrador”, dirigente del partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Pese a su disminuido cuerpo de 99 años, Pablo Sandoval Cruz dio en la Ciudad de México un discurso revolucionario contra el capital.
Aseguró que el neoliberalismo nada tiene que aportar al pueblo, “(este sistema) lo primero que destruye son los energéticos, la educación, la habitación, la alimentación, sin saber que los energéticos como el petróleo son el baluarte para defender al pueblo, si no hay esa defensa estaríamos arruinados”.
Opinó que se tiene que dar un respaldo muy fuerte a López Obrador en su aspiración presidencial.

Figura esencial: Elena Poniatowska

De acuerdo con la grabación de las intervenciones, la escritora Elena Poniatowska destacó la presencia de don Pablo ante los estudiantes de medicina, “yo quisiera que guardáramos (en la memoria), así como yo los veo a ustedes, sus batas blancas, como Frida Khalo llevó a Diego en su frente, creo que deberían llevarse a Pablo Sandoval Cruz porque no van a ver de nuevo a una figura tan esencial, tan conmovedora como la que pueden ver ahora”.
Recordó que supo de Pablo Sandoval en 2007, después de que la comisión enviada por el gobernador Zeferino Torreblanca Galindo le ofreció la presea Sentimientos de la Nación, creada en honor a José María Morelos, y una semana mas tarde recibió una carta de la hija del luchador social asegurando que su padre merecía esa presea, porque su vida entera era de amor, defensa y lucha en el estado de Guerrero.
Así, en aquella ocasión la es-critora rechazó la distinción y el Congreso local declaró desierta la convocatoria, y la Asamblea Po-pular de los Pueblos de Guerrero (APPG) tomó entonces la decisión de entregar en el futuro una presea popular Sentimientos de la Nación a luchadores sociales.
En 2015 “el pueblo decidió entregarnos la presea a Paco Ignacio Taibo II y a mí”, dijo, y en esa ocasión marcharon en una calle principal de Chilpancingo “cubiertos de cientos de collares de cempaxúchitl, rodeados de hombres y mujeres trajeados de blanco”, y subieron a un templete abrazado de sol.
Dijo que se escuchaba el rumor de que todavía no llegaba el doctor que, con 98 años, era el principal orador.
“Por fin se presentó un hombre pequeñísimo y muy delgado con un pantalón que le llegaba hasta las axilas, detenido por tirantes, camisa azul cielo, demasiado grande para él, porque le cubría las manos, y unos zapatos de muñequito, el muñequito acompañado de una niñita coronada de flores, fue recibido por unos murmullos de admiración: ya está aquí el tío Pablo; ya va a subir al presídium Pablito; miren a Pablo… lo miré con mucho temor porque era la primera vez que veía 98 años concentrados en un solo cuerpo, qué iba a pasar, cómo un señor así de frágil iba a treparse al entarimado y enfrentar al sol inclemente”.
Añadió que cuando le pasaron el micrófono su temor fue mayor, “pensé cómo va a hablar si es una hojita al viento, cómo va a hablar si hasta puedo verle el corazón. La niña que lo acompañaba parpadeaba quitada de la pena, entonces me llevé la sorpresa de mi vida, para la cavidad de la caja de su pecho, y aquellos brazos delgados, surgió una voz catedralicia, profunda y noble que seguramente llegó hasta el mar de Acapulco”.
Agregó que “don Pablo nos levantó con la fuerza y la inteligencia de su oratoria, ese ser diminuto que había confundido con un elfo, creció como un árbol y sus ramas lo convirtieron en un espectáculo formidable, era como si estuviera tallado dentro del cuerpo de Morelos, se hizo un silencio total que conmovió hasta a las flores que se volvieron más amarillas, las mujeres dejaron de agitar sus abanicos y levantaron las cabezas hacia don Pablito, quien habló de la APPG, de los pueblos de Guerrero y de su propia vida, de cómo había conocido al general Lázaro Cárdenas, y cómo creyó en el PRD, en el partido de Cuauhtémoc Cárdenas, no en el de Carlos Navarrete –precisó–, recordó a su hijo fallecido, Pablo Sandoval Ramírez, y me hizo pensar en Emiliano Zapata, en Genaro Vázquez Rojas y en Lucio Cabañas”.

Cuando conoció a Lázaro Cárdenas

Ayer, ante un gran auditorio donde había unos 900 alumnos y activistas, el doctor elevó su voz, sorprendiendo a los presentes con su memoria, distinta al deteriorado cuerpo muy detallado por la escritora, sólo que esta vez don Pablo vistió un saco negro, corbata y el pantalón sostenido a su delgadez con un cinturón apretado.
Saludó con la cortesía que lo caracteriza, a los alumnos, maestros, al director de la escuela, Eleazar Lara Padilla, a sus acompañantes, “a la amiga y compañera Elena”, y aclaró que el homenaje en el IPN rebasó todas sus expectativas.
Recordó las primeras luchas estudiantiles en el gobierno del general Lázaro Cárdenas y la huelga del IPN, donde formó parte del comité reprimido por las fuerzas del orden público en el gobierno del “nefasto” Manuel Ávila Camacho.
Dijo que llegó becado a la Ciudad de México y conoció personalmente al general Lázaro Cárdenas, quien les recomendó tomar unos “chalets” abandonados de hacendados, caciques, de ricos que ya no vivían en la ciudad, que se fueron a vivir Cuernavaca o sitios donde no hacía tanto frío.
Los estudiantes becados de los estados tomaron en la madrugada tres de estos chalets (casas), uno para dormitorios de hombres, otro de mujeres, y otro para comedor y aulas.
Al amanecer, el lugar estaba cercado por policías, que poco a poco se fueron retirando.
Dijo que no supieron si el gobierno compró o expropió los edificios, y ahí se quedó hasta 1939, que ingresó a la Escuela de Medicina Rural del IPN, “esta sería una de las primeras cosas que recibimos a comienzos de un régimen socialista a través del artículo tercero constitucional”.
Rememoró al cuadro de maestros, nutrido por académicos, políticos e intelectuales refugiados en México.
Recomendó a los estudiantes exigir maestros de primera línea “para conformar un cuadro de estudios excelente”.
Asimismo, pidió pugnar por becas, “nosotros cuando ingresamos a Medicina en el 39, teníamos becas, ya no teníamos casa, pero teníamos beca, por cierto que eran becas pequeñas de 30 pesos, suficientes para alimentarnos, y teníamos libros en tres idiomas principales, castellano, inglés y francés”.
Recordó que le daba mucho trabajo leer, hacer las traducciones y luego hacer exposiciones en español, esa misma dificultad lo obligó a trabajar más y obtuvo una calificación de 9 en anatomía cuando “el que sacaba 6 o 7 se daba por satisfecho”.
Sobre las últimas luchas estudiantiles del IPN, señaló que deben demandar su autonomía, pues sólo así habrá un avance sustancial y progresivo en la educación, aseguró.
Del movimiento estudiantil de 1940 recordó que Avila Camacho, “un hombre clerical, cien por ciento en manos del clero político, quiso destruir el Politécnico, el 41 y el 42 fueron años muy difíciles, porque queriendo un gobierno destruir una escuela se le facilita; nos mandaba gente para que vinieran a ofrecernos, para irnos a estudiar a la universidad. Una vez estuvo en el Politécnico y le preguntamos por qué quería destruir nuestra escuela: es que no tuve otra salida, pues yo quiero que salgan bien preparados, y no en dos o tres años (les dijo)”.
Dijo que ante la presión de los estudiantes, Avila Camacho se fue sin dar más contestación.
Recordó que en medio de la huelga marcharon por Reforma, iban al Zócalo por la calle de Tacuba, con la consigna de que al llegar iban a correr hacia el Palacio Nacional para que una comisión de estudiantes entrara a hablar con el presidente, pero una cuadra antes fueron reprimidos con bombas de agua por los bomberos.
Cuando se acabó el agua, la agresión fue hachas y “a bayoneta calada, yo vi cómo les partían el vientre a condiscípulas que se resguardaban en resquicios de las puertas, con sus ropitas se resguardaban para no sufrir una reventazón de vísceras”.
Se estimó que en el acto de ayer participaron unos 900 estudiantes, además de activistas, nietos y nietas de Pablo Sandoval, metidos en la academia y en la política en la Ciudad de México, y concluyeron con la tradicional porra del instituto: “huélum, huélum, gloria, a la cachi cachi porra, pim pom porra, Politécnico, gloria”.
Antes, por la mañana, se hizo otro homenaje al hombre de izquierda en la escuela de derecho Ponciano Arriaga, en la delegación Cuauhtémoc, donde se inauguró el Servicio Médico de la universidad que lleva el nombre de Sandoval Cruz.
Con ellos estuvieron el presidente de Morena en la Ciudad de México, Martí Batres, y la secretaria general Yeidkol Polenvsky; el vicecoordinador de diputados de Morena, José Alfonso Suárez del Real, y activistas del antiguo Partido Comunista, del cual Sandoval Cruz también formó parte.