Jaime Salazar Adame

 Sobre la violencia I  

En nuestros días el debate por el problema de la violencia ha cobrado proporciones alarmantes, cual es la dimensión de la amenaza que se cierne sobre la ciudadanía, y países otrora espacios casi edénicos encabezan la lista de los más inseguros, incluido el terrorismo. Guerrero ha sido catalogado como la entidad federativa que se lleva el tercer lugar solamente en el índice de secuestros en la tabla comparativa de la federación mexicana, y señalado de ser un estado en donde se violan los derechos humanos.

Lo que resalta en este complicado tema es que la violencia es tan vieja como el mundo pues aparece ya en el pensamiento del filósofo jónico Anaximandro de Mileto (610-547 a. de C.) quien explicaba que “de allí donde las cosas se engendran, hacia allí deben también perecer según la necesidad, pues una a otras se administran castigo y expiación por su injusticia, según el tiempo fijado”.

También las mitologías y leyendas son prolijas en mostrar a la violencia vinculada a los orígenes, acompañando siempre a los héroes y a los padres fundadores. Es el caso de la cosmogonía griega de Heráclito de Éfeso (504 a. de C.) quien sentenciaba que “la violencia es el padre y rey de todo”. El escritor y periodista Jean-Marie Domenach abre la interrogante y el sentido de este artículo. ¿Entonces como puede ser que [la violencia] se presente como un problema contemporáneo, y casi siempre como un problema nuevo?

¿Cómo puede ser que tengamos que enfrentarnos con la violencia como si hubiera surgido ayer, o por lo menos el siglo pasado? Casi a partir de los efectos causados por las políticas públicas impuestas por el neoliberalismo a través del Fondo Monetario Internacional o del Banco Mundial.

El concepto de violencia se va a construir lentamente y hasta el siglo XIX, Georges Sorel con su texto “Reflexiones sobre la violencia” al convertirla en su objeto de estudio, va a provocar un sinnúmero de análisis acerca de este problema, como el de Annah Arendt en su ensayo contenido en el libro La república.

Alejada pues de opiniones un tanto contemplativas, el asunto de la violencia se condena por sus consecuencias, no en sí misma. El concepto se va conformar con tres aspectos principales: El aspecto psicológico es la explosión de fuerza que adopta una forma irracional y con frecuencia mortífera. El aspecto moral es el ataque a los bienes y a la libertad de otros. El aspecto político se refiere al empleo de la fuerza para conquista el poder o dirigirlo hacia fines ilícitos.

Este tercer aspecto es el que predomina en nuestro tiempo, [otro es la violencia social y callejera con su larga e inacabada condena popular por el caos que ha sembrado en un “nuevo estilo” de vida caracterizado por el delirio de persecución y teniendo un enrejado por vivienda], la violencia política es definida como el empleo ilegítimo, o por lo menos ilegal, de la fuerza.

Sin lugar a dudas es el progreso del espíritu democrático el que da origen al concepto moderno de violencia aunque en forma peyorativa, pues a partir del momento en que cada persona está llamada a la categoría de ciudadano, en que se reconoce su derecho a la libertad, igualdad, fraternidad y a la búsqueda de la felicidad, la violencia no puede ya confundirse con la fuerza, no es ya del orden de las necesidades físicas (calamidades naturales) o políticas (jerarquías de derecho divino); ahora es un fenómeno que tiene relación con la libertad y que puede y debe ser combatido y superado.

La conciencia de la violencia hecha a los seres humanos se forma al mismo tiempo que la convicción según la cual la política persigue fines razonables y positivos que se sitúan más allá de las necesidades del orden social y de gobierno de las ciudades. Tener esclavos no es nada exclama Diderot; lo que es intolerable es tener esclavos y llamarlos ciudadanos.

Tener esclavos es del orden natural de la fuerza en un mundo en que la libertad es un privilegio aristocrático, pero en cuanto la libertad surge como valor democrático, es decir en la política, aparece el divorcio con la realidad, y entonces la realidad se percibe como una violencia intolerable.

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