Todos los alimentos que consumimos tienen el tóxico glifosato, informa en Chilapa la Sader

 

El uso del herbicida y otros plaguicidas son la causa de que familias campesinas contraigan diabetes, hipertensión arterial, parkinson, alzheimer y cáncer, señala la técnica del Programa de Transición a la Agroecología, Alma Delia Godínez

 

Luis Daniel Nava

Chilapa

Todos los alimentos que consumimos están contaminados con un granito del herbicida glifosato, alertó Alma Delia Godínez Jiménez, técnica del programa de transición a la agroecología en la Montaña baja de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) federal.
Afirmó que el uso de ese herbicida y otros plaguicidas son la causa de que familias campesinas contraigan diabetes, hipertensión arterial, parkinson, alzheimer y cáncer.
Este 18, 19 y 20 de noviembre en las comunidades Acatlán y El Jagüey y la cabecera municipal de Chilapa hubo encuentros regionales campesinos, que son parte de la campaña nacional de sensibilización sobre el decreto de eliminación del uso del glifosato en la agricultura.
A estos encuentros asistió el doctor brasileño Sebastiao Pinheiro, precursor de agroecología en latinoamérica.
El 31 de diciembre de 2020 se publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el Decreto con acciones para sustituir gradualmente el herbicida glifosato y los agroquímicos que contengan ese ingrediente activo, por alternativas que no dañen la salud humana y el medio ambiente.
Consultada en el último encuentro en Chilapa, Alma Delia Godínez, técnica social del programa de transición a la agroecología en los municipios Chilapa, Mártir de Cuilapan, Ahuacuotzingo y Zitlala, informó que el Decreto es un logro de la presente administración federal y un logro de organizaciones de la sociedad civil, que por muchos años alertaron y demostraron los efectos nocivos de ese producto.
Mencionó que en 1940 cuando llegaron los químicos al país, los productores estaban maravillados porque de momento incrementó su producción, pero a lo largo de los años su cosecha ha mermado.
En la región, añadió, los campesinos utilizan los herbicidas Faena, Gesaprim y Azadon para eliminar hierba y zacate, es decir, para limpiar el terreno antes de la siembra. A estos productos los conocen como “mata todo” o “machete”.
“En efecto mata toda la vida microbiana que tiene el suelo. Estos químicos les facilitan el trabajo, en una aplicación se muere todo, ese químico hace lo que el machete y la fuerza humana hacían.
También se usa el insecticida Furadan para controlar las plagas.
La funcionaria explicó que las plagas llegaron al campo porque se alteró el equilibrio biológico con el glifosato que mató bacterias e insectos benéficos.
“Ya no existe el animalito que se comía al otro, entonces van a comerse la milpa. El Furadan y el glifosato rompieron el ciclo biológico que existía, y ahora las plagas ya crearon resistencia”.
“Nos toca informar que esa pérdida de vida del suelo tiene que ver con el uso excesivo del tóxico. Como institución tenemos la responsabilidad de informar a los productores todas las consecuencias, y que es la justificación de muchas enfermedades que prevalecen en el medio rural sobre todo la diabetes, hipertensión arterial, parkinson, alzheimer y el cáncer”.
Además del daño a la vida humana, hay daño en el suelo o las tierras, “en esta zona de Guerrero que me toca participar encontramos suelos muy delgados, de menos de 10 centímetros de materia orgánica. Estos productos han adelgazado el suelo y matado su materia orgánica, que trae otra consecuencia que es la reducción de la producción del grano”.
Otro daño es a la biodiversidad, “se perdieron los quelites, el epazote, el chipile, en la mesa campesina ya no te comes un chapulín, antes el jumil era muy consumido y muy nutritivo”.
Otro daño provocado por el uso de herbicidas y plaguicidas es a los mantos acuíferos, “con la lluvia y el aire esos tóxicos se van al subsuelo y van a contaminar los mantos, y los que no se absorben por el suelo se arrastran con la lluvia y el aire a los ríos y manantiales”.
“La conclusión es que todos los alimentos que consumimos tienen desgraciadamente un granito de glifosato”.
La propuesta para recuperar el equilibrio ecológico y dejar de depender de químicos tóxicos, informó, es regresar a las prácticas y saberes tradicionales.
Por ejemplo, quitar el pajón con la yunta y darle la vuelta a la tierra para que las hierbas se incorporen al suelo.
En el programa hacia la agroecología también se prueban recetas con productos naturales como cebolla, chile, aceite vegetal o vinagre de manzana para el control de diversas plagas, así como con el mejoramiento e intercambio de semillas nativas o criollas.
Para eso, dijo, trabajan en 25 “escuelas de campo” en comunidades de los cuatro municipios de la Montaña baja mencionados.
En una parcela que ha entrado al programa de transición agroecológica, ejemplificó Alma Delia Godínez, el suelo es poroso con una milpa robusta, mientras que en una parcela que aún usa químicos en el abono y control de plagas el suelo es arenoso y su milpa de baja estatura.