EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

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Domingo. Febrero 6. 2005

Juan García Costilla

Febrero 05, 2005

 

 

 

 

 

Este domingo, los guerrerenses seremos protagonistas y testigos de la jornada electoral más relevante en la historia política de nuestro estado. Decidiremos quién será el próximo gobernador, en la contienda más competida, intensa e impredecible que se recuerde. Votaremos por el cambio o la continuidad, por la permanencia del PRI o por la llegada del PRD.

Después de un larguísimo preámbulo, difícil e inestable, llegamos por fin al clímax de un culebrón político, al momento decisivo, a la hora de la verdad, a una cita con la historia o, como diria el maese Beto El Boticario, a la hora “cuchi cuchi”.

Afortunadamente, arribamos cargando un montón de argumentos para documentar nuestra confianza en una sociedad civil políticamente más madura, crítica y participativa. El fervor es evidente, está en las calles, en la sobremesa, en los parabrisas, en los debates espontáneos, en la polémica aromática del café. Nunca como ahora, tantos al tanto.

Desafortunadamente, arribamos con la certeza de hacerlo si no en el peor, si en el menos cómodo de los escenarios, bajo la sombra siempre inquietante de una contienda cerrada, con la tensa calma de la incertidumbre, ciertos de que aquel que gane, enfrentará de inmediato un reto formidable: reconciliar a una sociedad dividida, casi por la mitad, para tener espacio suficiente para gobernar.

Ya no es tiempo de pensar, de evaluar, de comparar. Es hora de decidir. Atrás quedaron las campañas y las propuestas de cada candidato. Hasta el momento, los dos fueron capaces de atraer la simpatía de muchos guerrerenses. Pero ninguno pudo estructurar una propuesta seria, articulada, sólida, que marcara diferencias. Ninguno se atrevió a comprometerse con nada más que las nebulosas cantaletas de “un gobierno honesto, trabajar para la gente, Guerrero será mejor, todo por Guerrero”.

A ninguno de los dos les alcanzó para un triunfo adelantado. Eso dicen al menos las encuestas.

Zeferino Torreblanca comenzó ganando, con mucha distancia… demasiada. Confió en su respaldo, en su prestigio y endureció ese ánimo autosuficiente del que muchos se quejan. Desdeñó la importancia y el peso específico de la propaganda y de sus recursos mediáticos. En su empeño por desmarcarse de los usos y estilos tradicionales, se extravió, perdió el paso y la iniciativa indispensable en este tipo de contiendas. Al descuidar su presencia en medios, dejó que su adversario propusiera y definiera temas, momentos y tono del proceso, al menos ante la mayor parte de los electores potenciales.

Pero a pesar del derroche, su capital político le alcanzó para llegar al final con fuerza y posibilidades.

Héctor Astudillo comenzó perdiendo, por mucha distancia… la necesaria. Rescató su ánimo cuando pocos, muy pocos pensaban que tenía posibilidades reales ya no de ganar, hasta de competir. Montó su propuesta y su imagen personal en el aparato y la experiencia de su partido, concentrando, con destreza y eficiencia, buena parte de su estrategia y recursos en los medios electrónicos.

A pesar de la debilidad inicial, creció para llegar al final con fuerza y, sobre todo, posibilidades.

Hicieron lo que tenían que hacer, lo que pudieron, lo que les alcanzó. Ya no depende de ellos.

Ahora nos toca a los demás. Votar con libertad y por quien queramos. Con entusiasmo, pero también con serenidad, respeto y madurez. Y luego aceptar el resultado y sumarse, al menos no oponerse, al proyecto del ganador.

Pero también le toca al Consejo Estatal Electoral. Demostrar que podemos seguir confiando, convencernos de que retroceder, desandar el camino es inconcebible. Que se deben al pueblo, que no reconocen más lealtad que con la voluntad popular, la que cuenta, la que debe decidir. Entonces ganaremos todos.

 

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