17 febrero,2024 8:51 am

José Agustín Like a rolling stone. Una entrevista recuperada de Piedra Rodante

El escritor Federico Campbell, ex colaborador de El Sur cumplió diez años de fallecido este 15 de febrero. Agradecemos al colega Rafael Cabrera quien localizó en el Archivo General de la Nación la entrevista que siendo ambos jóvenes, le realizó a José Agustín tras salir de la cárcel, para la revista Piedra Rodante en agosto de 1971 titulada José Agustín salió del tambo, tras ser liberado de Lecumberri. La ofrecemos a nuestros lectores tal y como se publicó.

Federico  Campbell

Una vez hace como cinco años, al salir del taller de Juan José Arreola, en la calle de Río de la Plata, me fui caminando con uno de los jóvenes escritores en ciernes que acudían entusiasmados a leer sus textos y a criticarse sin piedad junto a las largas mesas de ping pong que nos apretujaban en la sala del maestro. Esa noche el autor en formación había sido puesto como camote por José Carlos Becerra, a quien no le gustaba nada la novela debatida en grupo: La tumba.

Hacía ya cuatro años (en 1961) que José Agustín la había descrito y andaba en busca de editor y de críticas como la que recibió de Becerra. José Agustín vestía entonces zapatos blancos como de Tommy Dorsey, un traje ajustadísimo pero no atildado, y pidió en el café una coca-cola y al mismo tiempo una taza de té caliente, antes de ponerse a defender su novela haciendo uso de una pedanteria encantadora.

La novelita se publicó con gran éxito. Luego vino en serio De perfil, y con esta novela –llena de vida, ejemplarmente estructurada, a veces propasándose en lo baladí– dio principio la obra de uno de los más jóvenes, capaces e interesantes narradores mexicanos.

En 1966, José Agustín tenía 22 años y acababa de publicar De perfil. Luego vino su Autobiografía (1966), y su libro de ensayos sobre rock: La nueva música clásica (1968).

De la elaboración de guiones cinematográficos, a partir de esas fechas, pasó al rodaje directo, y el año pasado hizo su primera película: Ya sé quién eres, te he estado observando. Durante su reciente estancia en la cárcel completó su novela actualmente en prensa: Se está haciendo tarde. (Se me olvida mencionar que también en 1968 publicó un libro de relatos con un título felicísimo: Inventando que sueño).

A lo largo de todos estos años lo vi dos o tres veces muy espaciadas, y ahora me lo encuentro casualmente, y me digo lo que suele decirse en estos casos: que se ve más maduro, más curtido, ya sin su cara de niño, etcétera: pero lo cierto es que lo veo igual que siempre: hablando y fumando como loco, riéndose y cambiando de broma a en serio, y una vez más, con un entusiasmo y una vitalidad literalmente aplastantes.

–Hoy, 20 de julio, hace 10 días que saliste de Lecumberri. Muchos no estábamos enterados de que ya habías salido ni supimos nunca con exactitud cómo fue fuiste a dar al tambo.

–Yo fui arrestado por una verdadera casualidad: el 14 de diciembre de 1970, de regreso de Acapulco, a donde fui a descansar después de filmar mi primera pelicula, decidí visitar a mi amigo, el músico y compositor Salvador Rojo, a su casa de Cuernavaca, para oir el tema musical que él habia compuesto para el film. A la casa de Salvador fue también la Federal: iban en busca de un chavo que se escapó de un arresto que tuvo lugar esa mañana en México, DF. Este chavo, Beto, tenía un hermano escultor que había rentado un búngalo de la casa de Salvador. Y como la tira ya los andaba siguiendo desde tiempo antes, fueron a Cuernavaca de volada a arrestarlo.

“Decidieron aprehender también a Salvador Rojo porque, siendo dueño de la casa, creyeron que él tenía vela en el entierro: diecisiete kilos de mariguana y unos gramos de cocaína. A mí me arrestaron por hallarme en casa de Salvador, al igual que a mi esposa Margarita. Se suponía que todo ese asunto era muy importante porque los agentes llevaban ametralladoras y un par de agentes gabachos de la Interpol o del FBI o del MURO, que para el caso es lo mismo.

Por supuesto, nos arrestaron sin orden de aprehensión, sin orden de allanamiento, sin ningún motivo, pero con lujo de violencia. Nos llevaron a la Procuraduría y allí nos avisaron que éramos, Salvador y yo, miembros de La Peligrosísima Banda Internacional de Traficantes y nos consignaron al botellón con el cargo de atentar contra la salud en su modalidad de tráfico, posesión, distribución, transportación y suministro de 17 (diecisiete) kilotes de moronga y los gramos de cocaína.

Cámara, nos dijimos, esto está grueso. Y lo estuvo, Llegando a Lecumberri nos aventaron el auto de formal prisión (porque nadie acusado por drogas alcanza fianza) y allí, en Lecumberri, tuve que soplarme siete meses.

El proceso se llevó mucho tiempo porque éramos cinco en el expediente (los tres chavos de la mostaza, Salvador y yo) y porque allá la onda burrocrática es lentísima y nefasta, a no ser que se disponga de mucha luz y de los medios adecuados para soltarla. Finalmente, hubo un desvanecimiento de datos y se concluyó que Salvador y yo no teníamos nada que ver en ese patín y nos soltaron, absueltos cual Déborah Kerr.

La neta, Federico, es que debimos haber salido desde antes, porque los tres chavos, a quienes conocimos en la Procu, siempre declararon que ni nos habían visto antes y que no teníamos nada que ver con sus moviolas. También era claro porque la Federal capturó a estos maestros, ya que los estaban siguiendo, les habían clavado un madrina y ya sabian muy bien cómo estaba el pedo. En fin, los juzgados son lentos, pero tarde o temprano tenian que soltarnos. Como dicen Heráclito y Donovan, todo cambia y nada permanece igual.

Mi estancia en la cárcel fue muy cotorra: la neta es que los primeros días fueron de absoluto terror, pero después uno se acostumbra a tocho, hasta al tanque, y se empieza a cotorrear el patín carcelario. Encontré muy buenos cuates, gente increíble, conocí la esencia de la realidad nacional, porque en la cárcel se ve a México sin tapujos; me di cuenta de muchas cosas internas, porque todo mundo se clava en sí mismo y empieza a filosofar y agarrar la onda de quién es y qué está haciendo en esta vida; comprobé la solidaridad de mi esposa, que diarina me fue a ver, me alimentó y me dio su calor; vi el afecto de mi papé, que nunca me abandonó; el de mis hermanos y de mi familia en general; también vi que mis cuates son bien cuates: Angélica Ortiz, Juan Tovar. Elsa Cross, Gerardo de la Torre, Parménides (García Saldaña), René Avilés (Fabila), July Furlong y el guato de cuates más, entre ellos Guillermo Vázquez Villalobos y los periodistas, que nunca me sacaron en los periódicos.

En la cárcel tuve oportunidad de ir casi a todas partes, porque estaba comisionado: cotorreé ad infinitum con los presos políticos, Pepe Revueltas, Martín Dosal y el chaparro Díaz de León en especial. Y me trató muy bien Pepe Ciper, el jefe de mi dormitorio, quien es un amigo neto, culto y sensible: él me dio un cuarto para mí solo y de hecho a él debí que no me molestaran para terminar el trabajo de mi película (música y efectos de sonido) y para escribir mi novela: un engendro de 450 cuartillas, muy intensas, que me aventé. Aprendí muchísimo, sufrí horrores y creo que de tan negativa, la experiencia se convirtió en lo más positivo, lo más decisivo de mi vida. Creo haber salido distintísimo, con mucha paz

–¿Qué fue lo primero que hiciste al salir?

–Fui a dejar a Salvador a su casa y luego fui a la de mi papá: no estaba, pero vi el cielo: ¡hijo!, allá en la cárcel sólo había un cachito de cielo: era un día muy padre, el 10 de julio, con sol y unas nubes monumentales. ¡Wow! Después vi lo que tenía que ver acerca de mi película y finalmente me largué a Cuautla, con Margarita, mi chava, a nadar y a escribir y a cotorrear, Regresé hace un par de días y tan tan.

–¿Hasta qué punto la cárcel te sirvió como un refugio, como un recinto apartado que te permitía terminar de escribitr tu novela Se está haciendo tarde? ¿Ese silencio al que aspira (dicen) todo escritor, quisiste llevarlo al máximo y también excluirte un poco de la sociedad no concediendo entrevistas a nadie… o es que te pareció en principio obsceno aprovechar tu especial estado en favor de tu promoción personal como escritor?

–Ir a la cárcel es de la fregada, Federico: no se le debe desear absolutamente a nadie; como dice el I Ching, las prisiones deberían de ser lugares donde la gente estuviese sólo temporalmente y en calidad de huéspedes. El director de la cárcel es un cretino y se encarga, como los monos y algunos jefes, de hacer la vida de cuadritos a los presos, que son como animales para ellos. En vista de eso no tuve más remedio que ponerme a escribir: como ves, no se trataba de aprovechar el silencio, sino de trabajar, de hacer algo que me pusiera high. La novela lo hizo a la perfección. Desde que llegué a la Procuraduría, escribí en pedazos de bolsas para tortas. Después me llevaron un cuaderno y finalmente una máquina de escribir. Y escribí muchísimo.

Mi novela Se está haciendo tarde no tiene nada que ver directamente con la cárcel, porque no hay anecdóticamente nada de allí; pero espiritualmente está llena del tanque: mi novela es muy intensa, muy gruesa, muy agresiva y muy chistosa, lo cual corresponde con exactitud a mi patín carcelario: una experiencia muy intensa, muy gruesa, muy agresiva y muy chistosa. Carajo, chistosísima a fin de cuentas. Para mí es lo más importante que he hecho en mi vida y me gusta: me hizo sacudir, vibrar, como pocas cosas: gracias a mi novela tuve momentos de infinita felicidad, casi de sublimación. Fue un superpatín.

Ahora, con relación a los periodistas, ese fue otro patín, manito, porque la neta es que cualquier tipo de publicidad me hubiera hundido en el juzgado: cada vez que hay un caso con mucho ruido periodístico los jueces tardan siglos y friegan a la larga. Además, mil veces preferí estar afuera, haciendo cosas, que dentro, haciendo otras, pero más limitadas: a mí me gusta mucho hacer cine y televisión y ondas así, que en el tanque nomás no hay champú. Posiblemente la publicidad sobre mi estancia en la cárcel me hubiera convertido en una especie de víctima, pero yo fui todo menos víctima: si fui al bote es porque me tocaba, porque allí tenía que aprender, que conocerme, domarme, para poder conocer después mejor a los demás, Estuve preso porque así tuve la oportunidad de madurar mucho, conocer varios patines efectivos, escribir mi novela y saber con considerable exactitud cómo es México. Ahora estoy lleno de información, de experiencias, y ten por seguro que no voy a desaprovecharlas.

–Habla un poco más acerca de la novela.

–La había empezado a escribir dos meses antes de estar preso; había escrito muy poco porque estaba absorbido totalmente a mi película, pero al estar en la cárcel no me quedó más remedio que ponerme a escribir. Para mí, escribir significa salvarme, conocerme y adentrarme en un chorro de cosas que me gustan mucho. Cada vez que he tenido una etapa muy dura en mi vida la literatura me ha sacado de eso, me ha quitado paranoias, terrores, neurosis y cosas. En este caso fue mayor la influencia que tuvo mi novela sobre mi vida porque me permitió desahogar una serie de tensiones y emociones que de otra forma no hubiera podido volcar más que partiéndoles la madre a los monos, o no sé cómo, o mentando madres feo. Me sirvió también porque me permitió hacer una obra de largo alcance en la que podía redondear verdaderamente algo que quería hacer, en el sentido de volumen y unidad. Yo había escrito De perfil, que es una novela muy larga, pero allí hay muchos chipotes y cosas que se salen. De una unidad qué te diré aristotélica que yo andaba persi- guiendo. En Se está haciendo tarde no tengo nada que se salga de lugar. Es una historia de unos chavos en Acapulco y en situaciones muy gruesas. Uno de ellos es un playero que vende mota y aceites en pequeña escala, y otro un estudiante de ciencias ocultas que lee el Tarot, y está pues bastante espeso el maestro. Allá se conectan con dos ancianas (“ancianas” no es una metáfora) de más de 60 años que se ponen a cotorrear con ellos, a chupar vino como locos, a fumar mota, y a armar una serie de desmadres espesísimos. Aparentemente la novela es muy realista al principio. Empieza con un realismo que no sólo es definitivo, sino hasta agresivo; se vuelve algo irritante. Yo creo que mi novela le va a molestar muchísimo a mucha gente. Es muy fuerte. Muy agresiva. Muy irritante. Y todo eso está dado de una forma muy chistosa que también es mi estilo, mi forma de ver las cosas… con una gran ironía. A partir de ese realismo se va convirtiendo en una cosa absolutamente irreal de lo real que es. Ya no se cree. O ya no hay medios disponibles para decir ‘bueno esto es realismo absoluto’. Sí lo es, todo el tiempo, pero con unos niveles creo yo de profundidad que nunca en mi vida había alcanzado y que posiblemente nunca hubiera podido alcanzar si no hubiera estado en la cárcel escribiendo eso.

–Es evidente el cambio en cuanto a su extensión o su voluminosidad respecto a Abolición de la propiedad (que por cierto se me olvidó incluir en la introducción de esta plática, y que publicaste en 1970), y esto trae al caso lo que decía Vargas Llosa respecto a la novela: que es el único género literario en el que el volumen, la extensión, los muchos cientos de páginas, tienen un sentido esencial. Veo que tu última novela lleva un epigrafe de John Lennon…

–Sí, tiene un verso de Lennon y McCartney que es una cancioncita que se llama Everybody’s got something to hide except me and my monkey, que se me hace muy preciosa e ilustra muy bien todo lo que es la novela: The higher you fly, the deeper you get, the deeper you get, the higher you fly. Your inside is out, your outside is in…. Y esto es la novela: tratar de mostrar un poco que lo que está afuera está adentro, y lo que está adentro también está afuera; y que entre más duro se está acelerando uno en el conocimiento interno de uno mismo, o sea en un viaje, sea de ácido o sea de bárdico tibetano o sea a través del lavedanto, del budis- mo, del yoga, del hinduismo, del zen o de lo que tú quieras, mientras más arriba te pongas más profundo estás entrando. Como esos cuates se van muy, muy arriba en diez mil circunstancias, también yo creo que por primera vez alcanzo una profundidad muy muy espesa, que te cimbra, te hace sacudir. La extensión para mí es muy significativa: cuando yo escribo relato breve me pierdo, no tengo la capacidad genial de Borges o de Arreola para poder concretar las cosas; resulto con un tono bastante nefasto, con una capacidad de ver las cosas muy limitada, y he visto que todos mis cuentos son muy malos, Cuando hay cosas que valen la pena, son casualidades, como Luto, o son cosas muy largas, casi novelas, como Amor del bueno, que son los únicos dos cuentos cortos que a mí me pasan.

–Nunca te has arrepentido de Abolición de la propiedad?

–No. Para mí ese libro es una cosa importantísima. Es un texto muy raro. Ya se agotó, ves, la primera edición, y es un libro que casi no tuvo reseñas; aparentemente no se iba a leer porque era muy difícil. Ahora he comprobado que si se está vendiendo, es difícil pero accesible, se le puede llegar y se le puede pensar. Los chavos lo están comprando y para mí eso es genial. Dentro de mi desarrollo Abolición de la propiedad es una cosa determinante, La escribi en una etapa en que todavía no había empezado a viajar con ácido ni nada de eso, y sin embargo ya estaba como poniendo las bases de lo que después me enseñó a mí el aceite y las drogas psicodélicas. Entonces Abolición… es un libro logrado en su contexto, pero no en el sentido de que todavía no tenía yo la verdadera visión rica y compleja de las cosas, que ahora sí creo estar presentando en Se está haciendo tarde.

–¿En esta última los personajes siguen siendo jóvenes como en tus otras novelas?

–Hay dos personajes jóvenes; hay otro personaje que es un poco ambiguo, muy simbólico, un homosexual casi hermafrodita. (Después me vine a enterar que el personaje estaba respondiendo un poco a las funciones de La muerte en Venecia). Y hay dos ancianas; dos señoras ya grandes, una de ellas gorda, fofa y repugnante, de sesentaitantos años, y otra que es un cuero todavía, que está totalmente loca y es agresivísima. Se trata entonces de mi primera incursión en serio con personajes de edad no solamente madura sino de edad muy adulta, y de un espesor considerable. Los otros dos muchachos son uno de ellos de 26 años y otro que tiene 32, que es el estudiante de ciencias ocultas. ¿Qué edad tienes tú?

–Veintiséis.

La tumba se publicó en qué año? En 1964.

Y ésta se va a publicar en 1971. Lo que te iba a decir es una cosa muy chistosa. La tumba yo la escribí en 1961, y De perfil en 65; ahora esta novela la escribí en 71, diez años después. Es una cosa bastante decisiva.

Entre De perfil y Se está haciendo tarde hay un lapso de 5 o 6 años. Este paso del tiempo en México ha sido muy importante: todo nuestro contorno obviamente ha cambiado, antes y después de Tlatelolco por ejemplo. ––¿Esto de alguna manera se refleja en tus nuevos personajes?

–Por supuesto que sí. Se refleja de una forma decisiva. Si tú ves La tumba y luego la novela que acabo de escribir verás una cosa diferentisima. La situa- ción del país está presente todo el tiempo. Aunque no se aluda directamente, salvo en unos momentos, el contexto social y político está implicito en la vida de los personajes. Todo ha cambiado. Simplemente la atmósfera de La tumba en comparación a esta novela es radicalmente diferente. Es otra cosa. Yo he cambiado muchísimo, muchísimo. Me las he visto duras en momentos, muy feliz en otros momentos, con etapas de gran fuerza, con etapas muy difíciles, casi de persecución; con situaciones emocionales internas complejísimas, relaciones amorosas que me han sacudido como loco, y en fin creo que de lo que yo era a los 16 años ahora a los 26 soy una cosa totalmente distinta.

–Te casaste muy joven.

–A los 16 años por primera vez; luego me volví a casar a los 19.

–Curiosamente tú no has sentido la necesidad de vivir en el extranjero… ¿Eso tiene algo que ver con tu manera de estar en la realidad?

–Sí, en cierta manera si. Yo salí del país cuando tenía 16 años. Me fui a Cuba. Me casé con una chava (Margarita Dalton) expresamente para irnos a Cuba. Estuvimos allá una temporada larguita y ella se quedó allá y yo me regresé aquí a cotorrearla. Después he viajado muy poco y por muy poco tiempo. Yo no me he salido del país, aunque he tenido muchísimas ganas, porque hasta el momento no he podido. He tenido tantas cosas que hacer y tal intensidad en las cosas que he estado haciendo que simplemente me han absorbido y enriquecido de tal forma, que no he sentido la necesidad de salir de México. Ahora sí la siento, Yo antes nunca había sentido ganas de tener un hijo, por ejemplo, ni de salir de México. Ahora tengo muchas ganas de salir de México, cotorrear un par de años fuera, y de tener un niño, que para mí, aunque suene un poco cursilón, es muy importante en este momento.

–Tú escribiste el primer libro del rock que se hizo en México e incluiste por primera vez, o tradujiste por primera vez al lenguaje escrito toda esta terminología natural del rock. Luego empezaste a hacer guiones de cine, y aquí veo artes que han corrido paralelamente a tu especifica labor de creación literaria. Háblame un poco sobre la impor tancia que ha tenido en tu obra el rock y el viraje hacia el cine. ¿Lo tienes todo integrado o logras separar cada una de esas actividades?

Son parte de una misma cosa. El rock ha sido mi grito de guerra. Mi forma de vivir. Ha respondido a las necesidades más profundas que yo tenia sin darme cuenta, y me ha alivianado como pocas cosas. A mi me pasó el rock desde que estaba bien chavacano. Desde que tenia aproximadamente 8 años, que fue cuando empezó a escucharse en el radio comercial cierta onda…

Recuerdo que hace como diez años traías en tu libreta las canciones del hit parade y miles de notas…

Desde entonces data mi enfermedad por el rock. Luego mis primeras notas sobre rock las empecé a escribir cuando estaba en la revista Claudia, Habia unas columnas de música bastante piñata y una vez me aventé yo una nota sobre Bob Dylan que acababa de sacar Like a Rolling Stone, y sobre otros y que eran así como el principio de la popularización de un contenido político o artístico como en el caso de Dylan. En aquella maldita época todo el mundo me veía como loco cuando yo decía que queria hacer notas de rock. Era en 1966, y todos los intelectuales abominaban del rock, lo despreciaban profundamente, era una cosa totalmente indigna e infantil, pueril, idiota. Me criticaron mucho porque empecé a escribirlas en la plana cultural de un periódico. Yo quería darle un nivel de cultura al rock. No nada más quería hablar del rock como algo que me gustaba mucho y como yo ya tenía cierta celebridad tenían que joder-se y aguantarse y oír a fuerzas lo que yo decía, sino que yo insistía en hacer ver que el rock es un medio cultural que puede llegar a ser un arte extraor dinario como ya se ha demostrado en muchisísimas obras de rock. Por eso el rock ha sido parte absoluta de mi vida, ha determinado mi literatura de una for-ma radical y decisiva, así como lo que yo he hecho en televisión, que fue un programa de rock and roll. Determinó por completo lo que es el cine para mi. Yo tengo una visión de las cosas que se ajusta mucho a la visión que se da en el buen rock. El rock es tan impor tante como mi literatura. Y el cine tambor. Ha sido inherente a mi, porque desde chico yo he tenido el sueño, aparte de ser un cinéfilo asqueroso, rata de cineclub, y del cine Morelia cuando están pasando Combate en la isla y esas cosas, aparte de todo eso yo tenía ganas de hacer cine. Cuando no tenia ningún pinche contacto con el cine, yo me puse a escribir guiones, sin saber siquiera cómo se hacían los guiones, guiándome por los guiones que leía, que es una visión muy literaturizada del guión. Luego me dieron una beca en la escuela de cine y uy pues me pasó horrores, y ahí empecé a tener un contacto un poco más concreto con lo que verdaderamente es el cine. Luego cuando De perfil tuvo mucho éxito, me la compraron para hacerse en cine y yo como condición pedi adaptarla. Me moria de ganas de escribir cine. La adapté y Angélica Ortiz, que es una señora con mucha intuición, desde un principio se dio cuenta de que yo tenía muchas posibilidades para hacer cine; no nada más como escritor, sino que podía llegar a dirigir.

A partir de ese momento ella trató de producirme una película o de hacer que alguien me la produjera. Me ayudó de tal forma que el año pasado me dieron por fin la oportunidad de hacer una película. Para mi el cine es una cosa muy distinta del rock y la literatura, pero es lo mismo en esencia para mi. Es un vehículo de comunicación en gran escala; es un medio de extraordinario conocimiento que yo tengo conmigo mismo y de conocimiento de los demás. Es una oportunidad sagrada verdaderamente para (y lo de sagrado tampoco es retórica) poder expresar lo que yo siento y veo y ansío. Aparte es un tour de force tremendo conmigo mismo. El cine es una cosa tan hermosa, tan terriblemente compleja, dificil, y ahora lo sé más que nunca, que se vuelve también la cosa más fascinante que pueda haber. Te enamoras por completo de esa actividad. Yo creo que el hacer cine, periodismo (sobre rock, claro), literatura, no se riñen en ningún momento. Yo todo el tiempo lo he podido conciliar muy bien. Son tres cosas determinantes en mi vida, y las tres siempre se han movido a todo dar. Se han integrado perfectamente bien, creo yo. Y voy a seguir haciendo critica de rock, ya que nunca pude llegar a ser un rocanrolero, que es una de mis máximas frustraciones. Voy a seguir haciendo c ne; ahora que ya tengo la oportunidad no la voy a desaprovechar, creo que no me fue mal con mi primera pelicula Este… es bastante interesante. Ya sé quien eres, te he estado observando. Y voy a seguir haciendo literatura. Qué te diré, si yo tuviera que jerarquizarte a la larga te diría que la literatura es lo más importante para mi, pero sería una cosa idiota eso, porque en realidad todo es muy importante, no nada más escribir, oír buenos discos de rock, hacer notas sobre rock. hacer cine y ver buenas pe- lículas, sino también estar ahorita cotorreando contigo, salir y ver una puesta de sol sensacional, hacer el amor a todo dar con mi mujer, admirar a las chavas, cotorrear lo que es esto, interesarme profundamente por la política y por todo lo que sucede en el mundo y en el país y tratar de participar además, dentro de mis medios, en todo eso; en fin, a mi esta vida, y todo lo que te he mencionado es parte de mi vida, se me hace una cosa milagrosa, hermosísima, bellísima, tan rica y tan compleja que me hace casi tener que hincarme en momentos de una felicidad sublime por el solo hecho de estar vivo. Me da un gusto loco loco estar vivo, y de poder estar haciendo cosas, y ser consciente de muchas cosas.