5 mayo,2018 1:28 pm

Jugar y luchar: el día a día de las futbolistas en Palestina

 
Texto: Apro / Foto: (Honey Thaljieh) Facebook
Belén, Cisjordania, 5 de mayo de 2018.  Un viejo refrán árabe dice que no se puede aplaudir con una mano. Cuando empezaron a jugar futbol siendo unas niñas, en las calles de Belén o Jerusalén, casi escondiéndose de sus hermanos y de sus padres, Honey, Micheline, Niveen, Jackline y la mayoría de las futbolistas palestinas comprendieron dolorosamente que el rival más duro que deberían derrotar sería una sociedad tradicional que rechazaba la imagen de una mujer anotando goles y disfrutando con un deporte al que se le consideraba reservado para los hombres.
Para poder aplaudir precisamente con las dos manos, estas jóvenes perseveraron y trabajaron con tesón para seguir existiendo y llegar a ser muchas, tantas como para formar un equipo que les permitiera seguir jugando y ser tratadas de igual manera que a un chico palestino que desea ser futbolista.
Eran los años ochenta y en Palestina, como en la mayoría del mundo árabe, las dificultades de las niñas que querían jugar futbol eran idénticas.
“Veía los partidos en una televisión vieja que había en casa, miraba a los niños jugar en las calles. En aquel momento no había gran cosa que hacer cuando terminaban las clases por la tarde, no teníamos demasiados juguetes y sólo me quedaba el futbol.

Foto: “Soy palestina, árabe, cristiana, mujer y juego al futbol, Honey Thaljieh”.

Empecé a jugar con los chicos. Tendría unos seis o siete años”, recuerda Honey Thaljieh, uno de los pilares de Diyar, el primer equipo femenino de futbol de Palestina, y excapitana de la selección nacional.
“Cuando mi padre me descubría jugando en la calle se enfadaba muchísimo, decía que eso no era para las mujeres, me sacaba de la calle y me castigaba obligándome a estar en casa. No me importaban los regaños, tampoco tener las rodillas magulladas permanentemente. Yo sabía que quería jugar”, cuenta Thaljieh, quien actualmente trabaja para la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) en Zurich.
El embrión del futbol palestino femenino se gestó en la universidad de Belén, donde una decena de chicas, entre ellas Honey Thaljieh, respondieron a un anuncio para formar un primer equipo.
Todas ellas comparten los mismos recuerdos de aquella época: problemas en casa, estadios vacíos, burlas de los chicos, entrenamientos en campos de pésima calidad, pero también una incomparable sensación de libertad al jugar futbol. Muchas de las chicas abandonaron el equipo al poco tiempo o cambiaron de deporte a otros considerados más aptos para las mujeres, como el baloncesto o el balonmano; otras se casaron y nunca más volvieron a entrenar.
Jackline Jazrawi fue una de las jugadoras que se quedó. “Hace 15 años teníamos un nivel bajísimo, jugábamos contra niños pequeños. Ellos tenían 10 años, nosotras 18, y nos ganaban. Era horrible. Pero empezaron a surgir otros equipos de chicas en Ramallah, Jericó y Jerusalén, y pudimos finalmente jugar entre nosotras”, recuerda.
“Cuando jugábamos en la universidad usábamos un campo muy básico, en muy malas condiciones. Había chicos que pasaban por allá sólo para gritarnos: ‘Vayan a la cocina, el futbol es cosa de hombres’. Nuestra respuesta fue seguir entrenando y mostrarle a todo el mundo que éramos capaces”, dice Jazrawi.
En 2005, una improvisada selección nacional femenina jugó el primer partido de su historia contra Jordania.
Thaljieh recuerda ese momento sin poder evitar la risa. “Por supuesto, perdimos de manera estruendosa. Pero jamás nos habíamos entrenado en pasto, sólo en cemento. Nos dio igual no ganar. Era tal la emoción de representar a Palestina… Aquello fue, sobre todo, un acto de identidad nacional”, explica.
En 2008, coincidiendo con la formación de varios equipos de mujeres, la Asociación de Futbol de Palestina comenzó a apoyarlas y se organizó el primer torneo en el que participaron seis equipos. Como no había suficientes jugadoras, los encuentros eran de cinco contra cinco. Por aquel entonces, también las chicas de la universidad de Belén se mudaron a una asociación cultural y deportiva de la ciudad, llamada Diyar, que puso a disposición sus instalaciones. Y así nació Diyar, el primer club palestino de futbol femenino, que cumple 10 años en estas fechas.
Carrera de obstáculos
Las carcajadas retumban en el pequeño complejo deportivo en el que entrenan cada miércoles y viernes por la noche las chicas del equipo profesional de Diyar. Son unas 15, tienen entre 17 y 34 años, historias de vida muy diferentes, pero les basta compartir su pasión por jugar.
Ninguna de ellas ha logrado que el futbol se convierta en un trabajo de tiempo completo, como ocurre con los hombres. Tampoco consiguen que un patrocinador les financie sus zapatos deportivos. Desde hace años pelean por poder entrenar en un verdadero campo empastado, pero en Palestina no hay muchos y siempre se les da prioridad a los equipos de hombres.
“Si queremos reservar un campo de pasto nos dan, por ejemplo, el horario del viernes a las 10 de la mañana. Estudiamos, trabajamos… ¿quién puede entrenar un viernes a las 10 de la mañana?”, se pregunta Jazrawi, quien también jugó como defensa con la selección palestina hasta 2013 y fue su capitana durante cuatro años.
“La discriminación hacia las chicas sigue ahí. A veces es algo tan arraigado en la sociedad que ni nos damos cuenta. ¿Por qué los chicos pueden tener un salario para jugar y entrenarse y las chicas no?”, cuestiona.
Foto: Diyar primer equipo femenino de futbol de Palestina.

Micheline Hadweh, de 20 años, empezó a jugar a los siete años en el equipo de su escuela en Jerusalén. Era la única chica en un equipo de hombres. Su madre la apoyó desde el principio, pero otros familiares se opusieron a esta afición al creer “que nunca sería una buena mujer ni podría encontrar un marido”. A los 12 años se convirtió en la jugadora más joven de la liga femenina palestina y de la selección nacional.
“En un momento, el diario local Al Qods publicó un artículo sobre mí después de que jugué muy bien en varios partidos y de que anoté tres goles contra el equipo de Jericó. En ese momento, mucha gente que me criticaba empezó a apoyarme y el orgullo de mi familia fue mayor”, recuerda.
Es una de las mejores centrocampistas palestinas, ya entrena a niños pequeños y sigue formándose para obtener diplomas de entrenadora.
“Los chicos que antes no querían jugar conmigo ahora me llaman para organizar partidos. Ya no les resulta extraño que una chica juegue futbol. Veo que en pocos años ha habido una evolución, aunque el futbol femenino en Palestina sigue siendo una especie de hobby y no un trabajo”, explica.
Pone de ejemplo que en el mundo ningún hombre deja de jugar cuando se casa. “Las mujeres sí. Sinceramente, creo que yo no podré nunca ser jugadora profesional. Tal vez si tengo una hija, ella pueda”.
Fuera del campo, Micheline Hadweh es una chica tímida, seria y algo nerviosa. Habla de la situación del futbol y de su futuro como jugadora, con una madurez sorprendente para una chica de su edad.
Este deporte le ha permitido viajar a lugares lejanos, como Brasil y Sri Lanka, países en los que descubrió dolorosamente las excelentes oportunidades que en aquellos países sí tienen las futbolistas: campos para entrenar, apoyo del público, patrocinadores, zapatos nuevos cuando los necesitan…
“En nuestro caso, el torneo nacional está suspendido desde hace meses y la selección nacional tiene dificultades para entrenar de manera constante. A veces tengo ganas de dejarlo todo, pero no puedo. Si para una es como si paráramos todas, sería como si hubiéramos luchado para nada. Todo volvería al punto cero”, advierte.
Para Susan Chalabi, vicepresidenta de la Asociación de Futbol de Palestina, el panorama no es tan desalentador. “En mi época era imposible jugar futbol. Soy de una generación anterior a la de Honey y Jackline, y no pude. Tuve que jugar baloncesto. Pero en la asociación, desde el primer día, hemos querido que las chicas y los chicos futbolistas reciban un trato parecido”, asegura.
La directiva no da cifras, pero asegura que la asociación da un gran apoyo a las chicas que empiezan a jugar futbol. Un apoyo superior al que exige la FIFA. “Hemos empezado de nada y estamos construyendo un equipo profesional, que es algo que llevará tiempo. Estamos formando a las jugadoras desde pequeñas, invirtiendo mucho en las más jóvenes”, explica.
En este momento, un total de 650 palestinas están inscritas en la asociación de futbol y hay una veintena de equipos, un número muy inferior al de los jugadores.
En la franja de Gaza, región sometida desde hace 10 años a un severo bloqueo por Israel y gobernada por el movimiento islamista palestino Hamas, aún no hay un equipo femenino porque socialmente las mujeres tienen aún problemas para jugar.