9 junio,2021 5:25 am

La 1ª Gran Transformación La consumación de la Independencia de México, hoy hace 200 años (1821-2021)

Julio Moguel

(décima sexta parte)

 

I. Sigue el paréntesis de la serie: algo más sobre la importancia de la Ciudad de México en la guerra de Independencia 

En el texto de la semana pasada conveníamos que la revolución de Independencia había sido fundamentalmente rural, pero discrepábamos del excelente historiador Eric Van Young cuando éste aseguraba que las ciudades de la Nueva España, y, en particular, la Ciudad de México, habían sido “pasivas” y prácticamente indiferentes al proceso revolucionario.

Y señalaba, como ejemplo claro de cara a su consideración, la forma en que “el populacho” –término utilizado por Van Young en su libro ya citado– reaccionó cuando se abrió la rendija de la Constitución de Cádiz y, con ella, la elección para representantes de la capital novohispana en las Cortes de Cádiz. Dejo aquí la palabra a otro de los historiadores a quien ya hemos citado en más de dos ocasiones en esta serie, y de quien más adelante, en este mismo texto, haremos algunas consideraciones. Dice Julio Zárate en su obra monumental:

“La elección popular de electores, que a su vez habían de nombrar a los individuos del nuevo ayuntamiento, se efectuó el México el domingo 29 de noviembre de 1812, y si el ejercicio de la libertad de imprenta fue una novedad en las tradiciones, usos y costumbres de una sociedad educada bajo el régimen autoritario que la Constitución venía a transformar, el derecho electoral interesó más fuertemente a los habitantes de la capital, pues su ejercicio tocaba a una gran parte de éstos”.

El tema, decíamos, no es menor en lo que se refiere a la valoración que se tiene o que se pueda tener en torno a la importancia del “factor urbano” en la revolución de Independencia. Porque el proceso electoral que se menciona mostró –acaso con demasiada contundencia y obviedad– hasta qué punto la capital novohispana se inclinaba mayoritariamente por el proceso independentista que en ese preciso año entraba a una de sus fases de mayor virulencia.

Vuelvo a las letras del historiador Julio Zárate:

“Fue la votación desordenada y ruidosa, y tal hecho demuestra que el espíritu público acogió con fervor el ejercicio del derecho electoral; pero lo que más llamó la atención entonces fue la rapidez con la que se uniformó la opinión para nombrar en las elecciones a los mexicanos excluyendo del cargo de electores a los españoles. El triunfo de los primeros fue completo: todos los nombrados fueron mexicanos, contándose entre los más distinguidos a Don Jacobo de Villaurrutia, don José Manuel Sartorio. Don Carlos María Bustamante y el conde de Xala, hijo del benéfico conde de Regla don Pedro Romero de Terrerros. La computación de votos terminó a las ocho y media de la noche (29 de noviembre), y apenas se supo el resultado estalló el júbilo de los vencedores, esto es, de los del partido criollo, que eran también los adictos a la revolución de Independencia”.

Pero, ¿era éste un fenómeno particularmente focalizado en la capital novohispana? De ninguna manera, pues, señala en su historia conocida el historiador Alamán, “El resultado de las elecciones fue el mismo en Puebla, Toluca y otros puntos en que llegaron a celebrarse, manifestándose en todos la odiosidad a los europeos, en consonancia con los principios proclamados en la insurrección.”

II. Nuevos elementos o nuevas sugerencias de información histórica y de lectura para profundizar en los temas que hemos venido desarrollando a lo largo de la serie. Julio Zárate en México a través de los siglos, y algo más.

Decíamos hasta aquí que, en el inabarcable campo bibliográfico existente en torno al tema, hemos de escoger algunas obras claves o decisivas para la mejor comprensión de “lo que fue” la 1ª Gran Transformación de México.

Dentro de esta amplia bibliografía no es posible dejar de leer y consultar con el debido detalle uno de los esfuerzos más significativos de aproximación histórica al periodo independentista, fuente a la que ya hemos acudido y señalado con alguna prolijidad. Me refiero aquí al historiador Julio Zárate, encargado de redactar el tomo tercero de la inmensa obra –en cinco tomos– titulada México a través de los siglos, coordinada por Vicente Riva Palacio. Obra que fue publicada por primera vez hacia finales del siglo XIX, y que aprovechó fuentes primarias invaluables para su redacción.

Me resulta sorprendente que algunos historiadores de la talla del ya mencionado Van Young, aunque la menciona, no considere este libro de Zárate como una obra fundamental. Estoy plenamente convencido de que de este ninguneo o desconocimiento de los relatos históricos de Zárate tiene que ver con algunas de las fallas de aproximación de la obra –magnífica– del primero.

Aprovecho este espacio que queda en este artículo para recomendar otro libro monumental que nos obsequia una información de primerísima mano para cualquier indagación histórica que quiera hacerse sobre el periodo: me refiero a Documentos para la historia del México Independiente 1808-1938, publicada por la editorial Miguel Ángel Porrúa en 2010.

En esta última obra encontraremos, entre otros de los documentos básicos del periodo que seguimos, “El Plan de Independencia de la América Septentrional. Iguala, 24 de febrero de 1821”; el “Juramento del Plan de Iguala” [del] 2 de marzo de 1821; los “Tratados de Córdoba” del 24 de agosto de 1821; la “Segunda y definitiva declaración de Independencia de México [del] 28 de septiembre de 1821.

III. Colofón para este largo “paréntesis” de la serie 

En los últimos tres artículos de la serie hemos hecho un “paréntesis” de cara al relato histórico que veníamos construyendo desde febrero pasado sobre el periodo independentista. Paréntesis que nos pareció fundamental, pues debe servir, en su caso, para que cualquiera que lea las letras de la historia que escribimos pueda profundizar en los temas o “tiempos” de la 1ª Transformación del país en el periodo considerado.

Como ya lo habíamos señalado, en lo que sigue retomaremos la secuencia histórica que se abre con la aparición principalísima de Iturbide en el escenario de la guerra hacia finales de 1820, justo poco después de la “caída” de Armijo como gran jefe militar de los ejércitos realistas en el Sur profundo del país.