9 junio,2021 5:32 am

Un breve recuento de las elecciones

Saúl Escobar Toledo

 

Para tratar de hacer un balance mínimo de los resultados de los comicios del domingo pasado, creo que hay que partir de las ofertas básicas que ofrecieron, por un lado, el bloque opositor (PRI, PAN, PRD), y, del otro, el oficialismo (Verde, PT y Morena).

Los primeros apuntaron que lo que estaba en juego consistía en optar entre democracia y dictadura; los defensores del actual gobierno propusieron en cambio que los electores tendrían que decidir entre volver al pasado de corrupción o la continuidad de los esfuerzos de la 4T por combatirla. Ambas propuestas eran bastante simples y no hubo proyectos más elaborados para enfrentar los problemas del país en materia de pobreza, crecimiento económico, violencia estructural, salud y educación.

Desde este punto de vista, la mayoría escogió  la alternativa “no más corrupción” y desdeñó el argumento de que la democracia mexicana estaba en peligro bajo el mandato de AMLO.

Así lo demuestra sin duda el triunfo de Morena en 11 gubernaturas y en varios congresos estatales ( en alrededor de otras 8 entidades). De acuerdo a lo anterior, no hay mucha cabida para la confusión: tanto el PRI como el PAN perdieron varios estados que gobernaban. Frente a la posibilidad de votar por “los corruptos de siempre” los ciudadanos decidieron darle una oportunidad a otros candidatos. En realidad, sólo en Querétaro y Chihuahua, ganó de nueva cuenta el PAN mientras que el PRI perdió todos los gobiernos estatales que antes estaban en sus manos.

En el caso de las elecciones para diputados federales, la competencia entre “democracia o dictadura” o “no más corrupción” fue más pareja. Sin embargo, Morena y sus aliados ganaron 185 curules de mayoría relativa (distritales) y la oposición 108. Sin duda, la coalición Morena, PT, Verde tendrá mayoría absoluta en la Cámara de Diputados con una mayoría holgada (275-280) que le permitirá aprobar cambios en las leyes secundarias y los ingresos, egresos y deudas públicas.

Desde este punto de vista, el presidente y los partidos que lo apoyan tienen razones para estar satisfechos. Las pérdidas fueron relativamente menores y se mantuvo lo más importante: el control mayoritario de la CD.

Resulta curioso que los medios y la oposición traten de apreciar los resultados electorales confundiendo por ignorancia o mala fe, términos como mayoría simple, mayoría absoluta o mayoría calificada. Esta última, que significa más de 333 diputados, no la ha obtenido ningún partido o coalición desde 1988, cuando el control casi monopólico del PRI empezó a resquebrajarse. Para llevar a cabo las reformas neoliberales y modificar la Constitución hizo alianza con el PAN. Desde entonces se elaboró el término PRIAN. Quien diga que fue un triunfo de la oposición evitar que la 4T ganara 334 diputados, recurre a una manera engañosa de apreciar los resultados ya que tal cosa era impensable. Lo que resulta curioso es que algunos comentaristas y expertos reproduzcan esta apreciación un tanto descabellada.

En este panorama general, destacan los resultados adversos de la Ciudad de México. En la capital, como se sabe, la oposición ganó nueve alcaldías de 16. Para entender estas derrotas, creo que los electores le dieron a Morena una sopa de su propio chocolate: también dijeron “no más corrupción” y votaron en contra de sus candidatos por diversas razones que habrá que estudiar con más detenimiento.

Desde mi punto de vista, el fenómeno tiene que ver con el accidente de la Línea 12 del Metro y la reacción del presidente y, en menor medida, de la Jefa de Gobierno. Ante la reacción de las autoridades, los ciudadanos detectaron una actitud cómplice, opaca y poco sensible con las víctimas. Sheinbaum tuvo que pagar un precio demasiado alto pues ha enfrentado, mejor que otros gobiernos estatales y la propia administración federal, la coyuntura pandémica y, en general, ha conducido adecuadamente las riendas del gobierno.

Otras razones que podrían explicar el retroceso electoral de Morena tienen que ver con la estructura del partido en la capital. Actuaron como 16 agrupaciones políticas; no se coordinaron; no tuvieron un plan ni un discurso común; se dice que hubo “fuego amigo” o traiciones internas para favorecer a candidatos rivales; y en algunos casos, los sufragantes identificaron a los postulados por la 4T como “los mismos de siempre”.

En lo que toca al Congreso tanto federal como local, las pérdidas fueron relativamente menores pero significativas: ganó 19 de las 33 curules de mayoría relativa, lo que probablemente le asegure el control del Congreso local. En cuanto a las diputaciones federales, esta alianza ganó 12 y perdió 12.

En este asunto, el presidente ha adoptado una explicación muy dudosa. Asumirse como víctimas de una campaña de desprestigio no resulta convincente. La pregunta obvia es por qué tal cosa no afectó la votación en otras partes del país, por ejemplo, en los estados de Baja California, Baja California Sur, Sonora, y Sinaloa (ganados por Morena) donde la vinculación de las economías locales con Estados Unidos es mucho más evidente que en otras partes del país.

Del otro lado tampoco parece razonable que la división entre las alcaldías del oriente y del poniente sea tan significativa como se pretende. Según esta narrativa, de un lado se concentran los ciudadanos más prósperos e informados, mientras del otro se encuentran  los más pobres y laboralmente informales.

Tales apreciaciones no resisten un análisis más fino: varias delegaciones ganadas por la oposición, según el Coneval, se encuentran entre las que tenían  mayor porcentaje de pobreza en 2015: Álvaro Obregón, Cuajimalpa, Tlalpan y Magdalena Contreras. A mi modo de ver se trata de una división pasajera que puede modificarse en las próximas elecciones.

Finalmente habría que señalar que el futuro del bloque opositor y de los apoyadores de AMLO es incierto. De un lado, está claro que el partido fuerte es el PAN y es el que mejor refleja el sentir del electorado conservador. El PRI perdió varias posiciones y, el Sol Azteca, posiblemente se quede sin registro. Para afianzarse como cabeza y eje de la oposición, el PAN tendrá que fortalecer su perfil: no al aborto ni a las uniones del mismo sexo; separarse de otras demandas del feminismo; insistir en las banderas tradicionales de la democracia liberal; y, sobre todo, oponerse a una política económica que amplíe la protección social a los más pobres mediante transferencias en efectivo o medidasa como el aumento del salario mínimo; restringir la intervención del Estado en la economía y abogar por el libre mercado; descartar una reforma fiscal progresiva, y reprobar no sólo las obras de infraestructura actuales sino cualquier otro esfuerzo en este sentido.

Por su parte, la coalición encabezada por Morena tendrá el acompañamiento obligado del Verde, lo que puede resultar muy incómodo y hasta peligroso. Además, el partido mayoritario difícilmente podrá aguantar, tal como está, sus guerras fratricidas, su pragmatismo a ultranza, y su ausencia de definiciones ideológicas y programáticas. Recordemos también que la segunda parte de los sexenios han servido para preparar la transición hacia la nueva administración presidencial, en este caso, la que surgirá de los comicios de 2024, lo que elevará la tensión interna.

En síntesis, en las elecciones del domingo, a pesar de que algunos resultados podrían apreciarse de manera contradictoria, hubo ganadores y perdedores. Falló la estrategia de “Democracia o dictadura” y tuvo mayor éxito la de “No más corrupción”. Sin embargo, estas narrativas, una vez pasados los comicios, tendrán que formularse en ideas más sustanciosas. Esa será la tarea más importante del PAN y Morena, cada uno por su lado, en los próximos meses. ¿Lo harán, o se conformarán con seguir navegando con discursos huecos y ataques mutuos, desconociendo las crudas realidades que sufre el país?

 

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