16 junio,2021 5:21 am

La 1ª Gran Transformación La consumación de la Independencia de México, hoy hace 200 años (1821-2021)

Julio Moguel

(decima séptima parte)

 

I. Nota introductoria

Pensaba en esta decimoséptima entrega retomar el relato que he venido haciendo y que quedó, antes de los últimos paréntesis que hemos hecho, en la fase en la que Armijo decide abandonar los campos de batalla e Iturbide toma los bártulos del combate contra la insurgencia del Sur, en 1820. Pero decidí ampliar el “paréntesis” que he venido haciendo dado el hecho, venturoso, de que he recibido algunas buenas respuestas y aproximaciones en torno al papel y el lugar que tuvieron las mujeres en la Guerra de Independencia, tema que resulta decisivo desde la perspectiva reconstructiva de quien esto escribe. La siguiente entrega se recolocará en el curso específico de la narrativa que habíamos venido construyendo y que habíamos dejado en suspenso en la decimosegunda colaboración.

II. El papel de las mujeres en la red insurgente de Los Guadalupes

Las escritoras Xochiquetzal Salazar y Denisse Buendía plantean profundizar en torno al tema de Los Guadalupes, organismo clandestino que, ubicado su centro en la capital novohispana, tenía importantes ramificaciones y mecanismos particularmente singulares de operación. Y recuperar de esta historia aquellas fases o condiciones en las que fueron combatidos y en ocasiones descubiertos por alguna falla o delación.

Sin la participación singular y decisiva de las mujeres, Los Guadalupes no hubieran podido desarrollar sus sofisticados esquemas de acción y de clandestinaje. Como lo señala Virginia Gudea, entre otras muchas formas de intervención, “las señoras eran las encargadas de esconder los papeles”, dado justo el hecho de “ser sobrevivientes de las periferias, de las fronteras de la invisibilidad”.

Según nos dice la misma investigadora, las independentistas Antonia Peña, Luisa de Orellana y Mariana Camila Ganancia estuvieron a punto de ser descubiertas en la compleja operación de transportar una imprenta hacia el espacio en el que las fuerzas combatientes la requerían. Pero las salvó su templanza, audacia y valentía.

III. Las rebeldes “anónimas” de La Nueva Galicia

En lo que respecta a las mujeres independentistas anónimas y, por ende, históricamente invisibilizadas, la investigadora especialista en temas de género, Claudia Gamiño, nos comparte:

“Lo que nos interesa es dar cuenta de algunas mujeres que han permanecido en el anonimato, pero que sus nombres están en los archivos judiciales como querellantes, querelladas o simplemente mencionadas […] Son de algunas mujeres que se vieron involucradas en procesos judiciales y fueron acusadas de participar en el movimiento de independencia, ya fuera por ser esposas de algunos cabecillas o rebeldes, pero sobre todo por tener algún involucramiento directo o indirecto en la lucha popular”.

Un dato o reflexión interesante que añade Claudia Gamiño es que, en ocasiones, algunas mujeres ligadas familiarmente a hombres independentistas fueron detenidas y acusadas de participar en el movimiento, fuera esto real o, sin serlo, como una manera de escarmentar o inhibir la inscripción de los maridos o parientes cercanos en el movimiento revolucionario.

Entre los nombres que conviene mencionar se encuentran los de Joaquina Villaseñor, María Rosalía Arias y María Gertrudis, quienes fueron detenidas por el brigadier Pedro Celestino Negrete al ser acusadas de ser esposas de hombres insurgentes.

IV. Mujeres insurgentes condenadas por los realistas

La investigadora Noemí Juárez, por su parte, nos comparte algunos datos relevantes con respecto al tema de “las mujeres que fueron condenadas por los realistas”.

El tema aquí es particularmente significativo, pues, a diferencia de “la invisibilización” de la que, por ser mujeres, aprovechaban las que de este género participaban en la red de Los Guadalupes, se dio también el caso contrario, es decir, el de participar de cuerpo entero con “plena visibilidad”. En algunas villas o pueblos los realistas temían justamente tanto a los hombres como a las mujeres, a quienes consideraban que se inscribían “naturalmente” en el campo insurgente. Así lo exponía ante las autoridades realistas, por ejemplo, un oficio que Francisco Manuel Hidalgo dirigió al virrey Juan de Apodaca, donde le decía:

“He prevenido al Capitán Díaz haga publicar [un bando] en Sultepec, en donde es necesario la mayor firmeza, no sólo por lo expuesto y rebelde de aquel punto, sino por no haber una mujer que no sea una verdadera insurgenta, y haber sido estas las que en otro tiempo fueron causa de la desgracia de muchos soldados”. [Real de Temascaltepec, 25 de noviembre de 1817].

El bando estuvo acompañado de una oferta de indulto y una amenaza de fusilamientos varios en el mencionado poblado.

Pero el fenómeno también se presentó con suficiente claridad en El Bajío, donde el mismísimo Iturbide llegó a señalar, en torno a “las insurgentes”, que:

“Esta clase de mujeres, en mi concepto, causan a veces mayor mal que algunos de los que andan agavillados, por más que se quieran alegar leyes en favor de este sexo que, si bien debe considerarse por su debilidad para aplicarle la pena, no puede dejarse en libertad para obrar males, y males de tanta gravedad y trascendencia: considérese el poder del sexo bello sobre el corazón del hombre, y esto solo bastará para conocer el bien o el mal que pueden producir”.

V. Datos relevantes en torno a doña Josefa Ortiz de Domínguez

La investigadora Blanca Athié, por su parte, quien ya ha tenido alguna participación en esta serie, planteó que resultaba importante ofrecer alguna información relevante sobre Josefa Ortiz de Domínguez. Y nos entregó directamente, para ello, una cita que tomó del importante historiador Julio Zárate. Aquí la hacemos llegar al lector.

“Doña Josefa Ortiz de Domínguez, cuyo nombre está indisolublemente ligado a la guerra de Independencia, fue encerrada en el convento de Santa Teresa de México en los primeros días de 1814, permaneciendo allí hasta noviembre de 1816, en que fue trasladada al de religiosas dominicas de Santa Catarina […] El excorregidor Domínguez representó algún tiempo después hallarse casi ciego, pobre y con catorce hijos, sin poder dar a su esposa los auxilios que necesitaba por estar también enferma, por lo que pidió se le pusiese en libertad. El virrey Apodaca consultó con los magistrados Osés y Collado, quienes opinaron de conformidad con la solicitud, y en consecuencia la señora Ortiz de Domínguez fue puesta en libertad por decreto del 17 de junio de 1817”.