24 julio,2023 5:04 am

La danza sagrada de Santiago

Silvestre Pacheco León

Todos los interesados en conocer y participar en la festividad anual del santo patrón Santiago Apóstol de Quechultenango, deberán saber que el 23 de julio es el día en que oficialmente comienza el ritual velando la imagen itinerante del santo que durante un año ha permanecido en el domicilio de la mayordomía. (Son tres las imágenes que oficialmente existen en la cabecera municipal reconocidas por la Iglesia católica, la principal de tamaño natural preside el altar mayor del templo la cual solamente una vez baja de su pedestal hasta la altura del suelo, la segunda, del mismo tamaño, es la imagen itinerante que está a cargo de las mayordomías durante el año que está vigente su encargo. La tercera, también itinerante, es una imagen en miniatura, quizá la primera en llegar a Quechultenango).
Los obligados a velar la imagen toda la noche del 23 de julio son los mayordomos, los miembros de la Hermandad de Santiago, los músicos de la danza y los 32 santiagueros que aquí se conocen popularmente como Los Cueras debido a que su indumentaria incluye una especie de chaleco de cuero con correas que les cuelgan hasta las rodillas.
Esta obra de teatro hecha con música y baile es el principal atractivo que tiene la fiesta por el colorido de su vestimenta, la elegancia de sus pasos y el despliegue de la historia que cuenta en cada uno de los sones, donde no hacen falta los diálogos y quizá permanezca perdido un posible narrador que, si no lo hubo en el pasado, bien merece aparecer ilustrando a quienes desconocen la práctica de los catequistas españoles adoctrinando a los indígenas.
De los 32 danzantes que participan como actores en esta obra que ha sobrevivido cientos de años, solo uno no usa máscara, el Macehualzintli que representa al pueblo indígena y ejecuta el papel de embajador y compañero de Santiago.
El santo español de piel blanca y ojos azules con pelo y barbas rubios, vestido todo de rojo con capa y sombrero de fieltro, usa un descomunal machete como todos los danzantes que hace las veces de espada. Su choque constante da la sensación de una verdadera batalla.
Siguen en orden de importancia los cuatro capitanes del ejército musulmán con máscaras de color bermellón que puede ser el toque local de la tribu de Los Yopes quienes para salir a pelear lo hacían embijados para aparecer más temibles.
Los dos pares de danzantes que se distinguen por el matiz que tiene el color de sus máscaras, llamados equivocadamente Alferes y capitanes, son lo más destacado por el baile magistral que ejecutan como despedida del santo. Son los que ejecutan la danza sagrada que solamente quienes saben de su existencia se esperan a verla reservada para unos cuantos seguidores de la tradición que se esperan dentro del templo hasta el final de la fiesta.
Dos personajes son los que se ocupan de borrar el tedio durante las dos horas que dura la obra Los Pilatos, en referencia al personaje bíblico gobernador de Judea que entregó a Jesucristo para su crucifixión.
Los creadores de la obra forzando un poco la historia hacen aparecer al gobernante como rey, contemporáneo de Santiago como dos personajes que le ponen picardía a la puesta en escena, ridiculizándolo porque se niega a pelear con el santo cuando éste lo reta.
Pilatos es un danzante (dos) de vestido elegante y a la moda, con saco, chaleco y moño. Lleva puesta una máscara con expresión burlesca y un cigarro en la boca, el principal usa una corona de picos al estilo occidental y el segundo un elegante turbante en forma de cono rematado con una media luna.
En determinado momento de la obra Pilatos desaparece de la fila de danzantes y se mantiene oculto de los ojos de Santiago entre la multitud del público, lo que provoca el apoyo de los niños que le ayudan a buscarlos. Ese es el momento en el que Pilatos hace de las suyas abrazando a las muchachas que no alcanzan a ponerse a salvo de su lascivia hasta que como vengador, Santiago los sorprende y a punta de fajos con el machete en el trasero, entre risas y gritos del público, los obliga a pelear hasta acabarlos.
El resto de los danzantes, todos con máscara, son los soldados paganos que Santiago vence en la guerra y después los convierte al cristianismo.
El ejército del santo lo integran los macehuales del pueblo llano, aquí encarnados por los niños que serán los futuros danzantes, todos vestidos de rojo pero sin máscara, con capa del mismo color y machete de madera.
Todos los danzantes bailan en cumplimiento de una manda que implica ensayar la obra durante todo el mes previo a la fiesta, velar al santo y a otro día, con la indumentaria salen a recorrer las calles para juntar la cera que consiste en ir a las casas de los vecinos que han manifestado su deseo de cooperar con la aportación de velas y veladoras que van recogiendo y colgando de un travesaño que sirve para transportarlas pero también para exhibirlas como agradecimiento.
En ese mismo recorrido algunos vecinos que desean donar algún toro o becerro lo acompañan los danzantes y la música de viento para pasear al animal.
Para los danzantes estas pruebas físicas de los ensayos, la velada y el recorrido por todo el pueblo para juntar la cera, además de la representación de la obra durante todo el día 25 y luego en el siguiente fin de semana cuando concluye la festividad con el baile del Ocoxúchilt son las que les liberan del compromiso con el santo.
De esta experiencia podrán formar parte los visitantes que quieran conocer a fondo el significado de la tradicional festividad del santo patrón de Quechultenango y divertirse bailando durante toda la noche del 23 con la cena tradicional del 24 disfrutando los afamados tamales de chile envueltos en totomoxtli (hojas de mazorca) y atole de arroz o champurrado, endulzado con piloncillo, servidos con mucha generosidad por un ejército de mujeres que compiten en amabilidad y rapidez.
Quienes buscan el lado más religioso del festejo podrán participar de la recepción que se organiza para recibir las procesiones que desde la madrugada llegan de todos los pueblos vecinos y al medio día asistir a la misa pontifical a cargo del obispo de Chilpancingo que es el principal invitado a la ceremonia.