29 noviembre,2022 5:22 am

La dignidad de las víctimas y la soberbia del poder

TrynoMaldonado

Metales pesados

Tryno Maldonado

 

El domingo 27 de noviembre dio inicio la VII Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas. En esta ocasión, colectivos de Morelos recibieron a unos 400 familiares de personas desaparecidas de todo el país. Uno de los objetivos de la brigada será realizar búsquedas en distintos municipios de esa entidad vecina de Guerrero.

Ante la aparente indiferencia del Estado mexicano y el subejercicio de facto del presupuesto destinado a echar a andar mecanismos de búsqueda y forenses, son de nueva cuenta las propias familias las que encabezan estas labores aún a riesgo de convertirse en víctimas también. Vale recordar que tan sólo este año al menos cinco madres buscadoras han sido asesinadas por su trabajo de búsqueda e identificación de restos humanos.

Las familias de la brigada hicieron, el mismo domingo 27, una marcha por el centro de Morelos con la consigna “AMLO decía que todo cambiaría, mentira, mentira, la misma porquería”, refiriéndose a la crisis interminable de desapariciones y de derechos humanos iniciada con la “guerra contra el narco” de Felipe Calderón, pero perpetuada hoy con el proceso de militarización de la seguridad pública propuesto por AMLO. Remarcaron, con todo derecho, la exigencia al jefe del Ejecutivo de marchar también con las víctimas, a quienes les ha negado sistemáticamente una audiencia, y no sólo para mostrar “músculo” político en la megamarcha en la capital del país a la que de manera simultánea él había convocado para reinvindicar y celebrar los primeros cuatro años de su régimen. Nada que celebrar.

Pero la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas no es un movimiento político, ni mucho menos espontáneo. Es el fruto de los esfuerzos incansables, organización y lucha de familiares de desaparecidos durante los últimos siete años por cubrir las oquedades en las que el Estado mexicano se ha mostrado omiso respecto a los más de 100 mil casos de desaparición en el país. A lo largo de las seis ediciones anteriores, la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas se ha dado a la tarea de documentar decenas de casos.

Asimismo, entre sus otros ejes de trabajo, ha gestionado la toma de muestras de ADN en coordinación con las instancias responsables. Gracias a ellas y a ellos es que ha sido posible encontrar restos óseos. Pero además se han podido identificar personas desaparecidas. Este logro no es poca cosa: brinda la invaluable oportunidad de permitirles cerrar un doloroso ciclo a muchas familias al tener acceso finalmente a los restos de su ser querido desaparecido.

Tal como lo documenta el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Prodh), “la es la iniciativa impulsada por la Red de Enlaces Nacionales (REN) para abrazar y articular a las y los familiares que, en una digna y legítima expresión de autotutela de derechos negados, buscan con sus propios recursos a sus seres queridos desaparecidos”.

Este esfuerzo de articulación territorial se vuelve capital para consolidar un tejido de organización e intercambio de saberes y experiencias entre las distintas redes de familiares confrontados cotidianamente contra el muro de la crisis forense que atraviesa el país.

“Aunque una gran parte de la atención se dirija a los hallazgos de sitios de inhumación clandestina –señala el Prodh–, existen otros ejes de trabajo que en conjunto persiguen la colaboración de las y los habitantes de los lugares donde se interviene para encontrar a las personas desaparecidas, construir la paz y reconstruir el tejido social. Estos ejes son: 1) búsqueda en campo; 2) identificación forense; 3) búsqueda en vida; 4) escuelas; 5) trabajo con comunidades eclesiales y de fe; 6) sensibilización a autoridades y fuerzas de seguridad locales, y 7) sensibilización en espacios públicos”.

No sólo eso. Tal como detalla el reporte del Prodh sobre las tareas de la Brigada Nacional, “las familias recopilan información en hospitales y cárceles; hablan con integrantes de comunidades religiosas; imparten pláticas de sensibilización a estudiantes, autoridades y público en general; ayudan a las personas a saber cómo denunciar una desaparición y las acercan a colectivos de su zona; revisan los archivos de los servicios médicos forenses, y buscan en puntos donde es probable hallar restos humanos”.

No nos cansaremos de remarcar que todas estas funciones, labores y responsabilidades son, en teoría, tareas omisas del Estado mexicano. Un Estado inoperante y rebasado en este ámbito. Ante el infierno que atraviesa todo el territorio nacional, y en plena crisis de derechos humanos, sencillamente no las está llevando a cabo.

Los gobiernos parecieran empeñarse en sostener una narrativa triunfalista y convocar marchas de culto a la personalidad del presidente Andrés Manuel López Obrador, como la del pasado domingo, ciego, totalmente ciego, ante estos dignos ejercicios de organización y resistencia ante el horror que hoy campea por todo México.