1 noviembre,2022 5:21 am

La erección y el rescate

Arturo Martínez Núñez

 

El pasado 27 de octubre nuestra entidad celebró 173 años de su erección como estado libre y soberano de la República Mexicana.

Guerrero es un estado maravillosamente complejo, lleno de oportunidades, retos y desafíos; lleno de áreas de oportunidad y zonas problemáticas.

Guerrero es un estado rico en recursos materiales, privilegiado por su posición geoestratégica al sur del Valle de México con un litoral de más de 500 kilómetros de Océano Pacífico. Guerrero tiene vastos yacimientos de minerales; bosques maderables, recursos hídricos, valles óptimos para cultivos agrícolas y la cría de ganado; Guerrero tiene dos aeropuertos internacionales (Acapulco e Ixtapa-Zihuatanejo), dos súper carreteras que lo comunican con el altiplano en alrededor de cuatro horas (Siglo XXI y Autopista del Sol); puertos mercantes y pesqueros (Acapulco, Vicente Guerrero y Zihuatanejo) además de que el puerto de Lázaro Cárdenas, puerta de México a la cuenca del Pacífico, solo puede crecer hacia Guerrero, de este lado del río Balsas.

Guerrero tiene diversos climas y elevaciones, caudalosos ríos y lagunas y agua dulce de diversas fuentes y veneros.

Guerrero es casa de cuatro pueblos originarios (amuzgo, náhuatl, me’phaa y nuu savi), de dos raíces más que se añadieron con el mestizaje (negros y asiáticos) y de un amplio mestizaje con europeos y gente de otras regiones de México.

Guerrero ha sido escenario principal en las tres grandes transformaciones nacionales, en la independencia fue la tierra que alojó y fortaleció a Morelos quien había salido de Carácuaro con solo algunos hombres que ya eran miles al llegar a Acapulco; aquí se sumaron los Galeana, los Bravo, Álvarez y desde luego don Vicente. Aquí se proclamaron los “Sentimientos de la Nación” que dieron perfil a la nación que después se convertiría en México. Aquí inició la Revolución de Ayutla gracias a la cual se derrocó al dictador Santa Anna y una generación de gigantes pudo comenzar a reformar al país. Nada de eso hubiera sido posible sin Juan Alvarez hombre fuerte de Guerrero. Lo mismo ocurrió durante la Revolución y a lo largo del siglo XX en donde Guerrero mantuvo la llama de la rebeldía con Juan Ranulfo Escudero, Genaro, Lucio y miles de guerrerenses que dieron su vida en la búsqueda de una patria para todos. Finalmente en los albores de la cuarta transformación, Guerrero aportó un enorme caudal de votos a favor de nuestro presidente de la República Andrés Manuel López Obrador.

Guerrero tiene todo por delante y tiene enormes heridas y afrentas que no cierran: muertos, desaparecidos, violencia política, feminicidios, violaciones sistemáticas a los derechos humanos, exclusión por razones de género, origen y educación. Ocupamos los últimos lugares en salud, en desarrollo humano, en desarrollo social y en el Índice de Desarrollo Humano.

En Guerrero la problemática social es cosa de todos los días. El problema de gobernabilidad y de la mera posibilidad de vivir en paz parece un sueño difícil de alcanzar.

A 173 años de haber sido creado, Guerrero sigue mereciendo un gobierno diferente no solo un diferente gobierno. Guerrero necesita transformar el poder y sus instituciones; su clase política y sus medios de comunicación. Guerrero necesita un gobierno transformador y reformador. Los problemas de Guerrero no se van a resolver solamente con “gestión” o con la exigencia de más recursos a la federación. Guerrero necesita transformar la idea de que un día vendrá la todapoderosa Federación a salvarnos. Nadie vendrá a hacer lo que no hagamos por nosotros.

Guerrero necesita una transformación inclusiva en las formas arcaicas de hacer política. Dejar a un lado los destapes, banderazos primeras piedras y actos de autocomplacencia e ir al encuentro de la gente viéndola a los ojos y sobre todo resolviendo. Se necesita hacer un planteamiento de unidad y de concertación. Al nuevo Guerrero lo tenemos que construir entre todas y todos. Dejando de pensar en las próximas elecciones y pensando en la próximas generaciones.

Estamos a tiempo. “No (…) se echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo hace que los odres revienten, y tanto el vino como los odres se pierden. Por eso hay que echar el vino nuevo en odres nuevos”. Lc. 5:33-39

A Guerrero no lo van a rescatar ni el dedazo ni el albazo ni las herencias. Tampoco la improvisación, el oportunismo ni la falta de carácter. Guerrero necesita nuevos aires, nuevas formas y nuevos protagonistas del cambio verdadero.