27 noviembre,2020 5:34 am

La mano de Dios

Jorge Camacho Peñaloza

 

Les pido que me dejen vivir mi vida. Nunca quise ser un ejemplo.

Maradona.

Sin duda el deporte es una actividad límbica, hace que el ser humano desarrolle cualidades sobrehumanas de fuerza, velocidad, habilidad, que al sobresalir y empezar a hacer proezas, al asombrar al público al grado de no creer que es real o de humanos lo que están presenciado, es cuando el deporte acerca al ser humano con los dioses y los convierte en casi dioses. Ha sido el caso de Diego Armando Maradona, el D10S argentino que por fin ha dejado la mundana existencia para juntarse con los dioses del Olimpo, ahí donde sólo llegan los que rozan la perfección divina en su actividad humana, los que superan la ley de la gravedad con su juego, Maradona lo hizo en el futbol, rodando el balón, saltando para cabecear, con un tiro libre, pase, drible, gambeta, parando balón, haciendo piques, pared o lo que usted guste.

Maradona hizo que los estadios se convirtieran en Olimpia donde los juegos griegos adoraban a los dioses haciendo deporte, así lo hizo aquel 22 de junio de 1986 cuando convirtió al Estadio Azteca en el estadio de Olimpia, enfrentándose Argentina contra Inglaterra ante 114 mil 580 aficionados, cuando Maradona hizo que los dioses jugaran con él.

En ese partido Maradona asombró con su juego casi flotando sin pisar el césped, tocando con Valdano y Burruchaga, lo que hizo que los Dioses no se quedaran con las ganas de jugar con él decidiendo, en el minuto 5 con 26 segundos del segundo tiempo del partido, meter discretamente la mano para que Pelusa convirtiera ese salto e intentó de cabeza en el primer gol a un pelotazo proveniente de un defensa inglés, fue la locura, los árbitros inmediatamente se consultaron para determinar si había alguna infracción al reglamento, obviamente no vieron nada, había sido la mano de Dios la que empujó el balón hasta las redes del portero Shilton.

El pibe regocijó a los dioses y ya engolosinados, habiendo probado la gloria en la tierra, lo que era meter la pelota en la portería, no sólo con la mano de ellos Pelusa hizo gol sino también cuando en ese mismo partido tomó el balón desde la media cancha, corrió, esquivo a Beardsley, luego a Reid, después encaró ya en el área grande a Fenwick y Butcher para estar frente al portero Shilton y, otra vez, los dioses empujaron el zapato del pibe para tocar el balón directo al fondo de la portería: El gol del Siglo.

Maradona es lo que es, se convirtió en dios, por lo que hizo en la cancha, por el deporte, donde hizo jugadas sublimes, inimaginables, increíbles, sus habilidades, talento, facultades físicas provenientes del esfuerzo, del ADN, de su inteligencia para crear, llevó al límite al fútbol hasta creer que era un dios, esa parte es la que debe exaltarse hasta la eternidad como muestra de la capacidad humana para realizar no solo deporte sino ciencia, arte, producción, poesía, cualquier actividad que realizada rozando la perfección nos acercamos a los dioses para juntos crear mitos como el de Diego Armando Maradona.

Como hombre Diego Armando Maradona fue un pecador, tuvo vicios, problemas familiares, se peleó con muchas personas, tuvo ideología, defectos, consumió drogas, tuvo mucho dinero, una vida nada ejemplar, no fue esto definitivamente lo que lo hizo grande, fue el deporte, correr con la pelota y meterla en la portería con una agilidad fuera de este mundo, de allá donde seguramente ya está jugando y metiendo goles deleitando a los dioses.

Vuela vuela palomita y ve y dile: A los partidos de las alianzas que se vayan echando una cascarita amistosa en honor a Maradona, para que la paisanada vea que la política no es sólo un asunto que envalentona, sino que también perdona y hermana.