30 abril,2021 5:39 am

La otra verdad

La Política es así

Ángel Aguirre Rivero 

 

 (Tercero de cinco)

 Seguimos con el prólogo escrito por Don Humberto Salgado Gómez a la autobiografía por mi escrita y de próxima aparición La otra verdad.

“La familia es tan pródiga como generosa y en esto, no hago distinción alguna, pues las mujeres y los hombres tienen el denominador común de llevar la misma sangre.

Aunque por azares del destino la familia Aguirre tuvo sus extensiones que a algunos los hizo medios hermanos, pero que ya en la vida cotidiana sepultaron lo de medios y se quedaron sólo como hermanos que son.

Algo de lo que merece lo mejor de mis expresiones y sentimientos, es el encontrarme frente al tema de la familia que formó Ángel Aguirre al lado de una gran compañera, corrijo por así merecerlo, de una extraordinaria mujer: su amada esposa Laura del Rocío.

Me resulta verdaderamente difícil hablar en lo particular de Ángel Aguirre Herrera, (QEPD) a quien aprecio con lo mejor de mi ser, de sentir su temprana partida como una pérdida irreparable que nos dejó una huella de dolor difícil de superar por haberse dado a querer tanto y por haber sido beneficiario de ese afecto fraterno que me dispensó como un hermano mayor.

De Laurita su hermana ni qué decir, pues heredó virtudes que conjuntan todo lo mejor del ser humano. De ambos tenemos a sus pequeños retoños que significan mucho para todos, pues espero que nuestros nietos estén tan hermanados con ellos, que los mantenga unidos como una familia.

En La otra verdad, se develan inéditas vivencias plenas de sentido humano, las etapas de su larga trayectoria en el servicio público y su agudo oficio político, pero sobre todo, algo que no es común por haberse encumbrado: sin haber perdido su sencillez, trato cordial y generoso.

Cuando Ángel llega a la Ciudad de México, traía la escuela del ejemplo pujante de sus padres, el apoyo solidario de sus hermanos que ya iban adelante y tenían ya una mayor formación profesional, no en balde mayores en edad que él, eran sus consejeros y aliados.

Además de contar con su hermano Carlos Mateo en su caminar juntos para enfrentar las adversidades como las que viven los que llegan de provincia, prácticamente con las manos vacías, pero aspiraciones muy firmes y decididas para salir adelante, situación que los llevó a agruparse en una afortunada coincidencia con parientes, paisanos y conocidos del rumbo guerrerense.

Su vida estudiantil estuvo marcada por carencias económicas que suplía de manera amplia, con una férrea voluntad que lo hizo alcanzar una excelente formación académica, lo que no pasó desapercibida para que sus propios maestros advirtieran en él un joven con un futuro prometedor.

En la Ciudad de México Ángel obtuvo su primer empleo, de ser muy joven y en ese momento sin experiencia, era muy difícil que le pudieran confiar un trabajo de mayor responsabilidad y mejor remuneración, descubriendo un universo de vivencias mucho más amplio.

Más tarde se desempeñó como analista en la Secretaría de Economía siendo ya estudiante de preparatoria y posteriormente como subjefe del Departamento de Normas y Sistemas,  lo cual le permitiría ver coronado sus esfuerzos como licenciado en Economía, el cual le permitiría más adelante fortalecer sus inquietudes políticas, conocer de  las diversas  ideologías predominantes –influenciado quizá por las más extremistas y radicales– de la época, pero sin dejar de reconocer el enorme contenido social que representaban las izquierdas en donde él encontraría sus mayores afinidades.

La ubicación partidista que se dio en el PRI fue para mantener su cercanía con don Alejandro Cervantes, formación política que se decía de centro-izquierda, lo cual se entendía por moderada, pero con una profunda vocación social.

En un gesto de honestidad, que habla muy bien de sus principios y convicciones, refiere que a pesar de la mala experiencia vivida cuando estaban de por medio sus aspiraciones de volver a ser gobernador, ratifica su convencimiento respecto del papel que ha jugado históricamente el PRI, al reconocerlo trascendente, por considerar que buena parte del México moderno se entiende antes que nada, primero por haber logrado la unidad nacional al conjuntar a numerosos grupos revolucionarios, que habiendo participado en los tres grandes movimientos sociales que marcaron la vida de nuestra nación: Independencia, Reforma y Revolución, que son sucesivamente las etapas que nos permiten reconocernos como mexicanos.

Así de los desgarres que nos dejaron nuestras luchas intestinas, de los escombros nacionales y de un México parcelado en su unidad nacional, se recogió el espíritu que alineó la esencia que se conjuntó en un partido que más tarde por errores en su conducción y haber extraviado el rumbo, sólo nos dejaron el recuerdo de los grandes valores que los sustanciaron.

Por eso somos muchos los que no negamos la cruz de nuestro destino, nuestra pertenencia y nuestra militancia, dejando para los aliados de ocasión y algunos simpatizantes externos, el papel de los modernos chapulines partidistas, pues en ellos no se ponen en juego sus convicciones por qué nunca las han tenido”.