19 septiembre,2023 5:06 am

La Pintada, 10 años

 

Arturo Martínez Núñez

A 10 años de la tragedia en La Pintada, producto de la tormentas Íngrid y Manuel, los habitantes de esta hermosa población de la sierra de Guerrero realizaron un pequeño pero hermoso homenaje.
Diez años han pasado de aquel terrible suceso que llenó de luto y de tristeza a muchas familias y transformó por completo a una comunidad. Los pobladores de La Pintada, hoy abandonados a su suerte por las autoridades de los tres órdenes de gobierno, siguen luchando como siempre lo han hecho por tener un mejor destino. La Pintada fue por unos meses un lugar famoso en el que todo mundo ponía su atención, gobiernos, medios de comunicación, empresarios y la sociedad en general. El pasado sábado conmemoramos a nuestros muertos y a los tres pilotos que también perdieron la vida, únicamente los vecinos y familiares; al parecer La Pintada ya no está de moda, ya no vende, ya no es botín político de nadie.
Los pueblos de la Sierra se han construido se han mantenido y viven, gracias a la enorme resistencia de la gente. Decenas de planes de desarrollo han pasado y en la Sierra sigue sin pasar nada. La Sierra es una de las mayores fuentes de riqueza del estado de Guerrero y podría convertirse en uno de los motores principales de la recuperación económica de la entidad; en cambio, pareciera que hoy la Sierra solamente es origen de problemas, de delincuencia, de insurrección y de rebeldía. Pero es que la Sierra no puede esperar los tiempos de la burocracia. En la Sierra llueve y se trozan los caminos y la gente no puede esperar semanas o meses a que las autoridades decidan hacer su trabajo, en cambio, la gente se pone a trabajar machete en mano para liberar sus vías de acceso y mantener la comunicación. Lo mismo ocurre cada que se interrumpe el suministro de energía eléctrica, en vez de esperar a que la CFE –que para cobrar sí es muy puntual– haga su trabajo, la gente de la Sierra organiza brigadas que buscan la cuchilla caída o el cable colapsado para restaurarlo. En la Sierra la gente está acostumbrada al trabajo permanente y constante sin lo cual no puede concebirse ni siquiera la vida cotidiana. La gente de la sierra fundó sus pueblos y sus comunidades arrebatándole a la selva pedazos de tierra y peleando contra tigres, serpientes, alacranes, insectos hambrientos y lluvias torrenciales. La gente de la Sierra está hecha de madera de ayacahuite, de olmo, de pino y de parota. La gente de la Sierra sabe de mecánica, de electricidad, de agricultura, de ingeniería y de organización social.
La Sierra sabe cómo regenerarse, cómo recuperarse después de cada embate de la naturaleza, no espera, no puede darse el lujo de esperar semanas ni meses ni años, la sierra se mueve porque la única manera de vivir en ella es trabajar para ganarle a la naturaleza.
En medio del dolor y del recuerdo, es reconfortante encontrar las sonrisas de los niños que serán los relevos generacionales, porque la gente de la Sierra siempre ha estado ahí y de ello dan cuenta los petrograbados milenarios que existen en varias poblaciones; la Sierra no es una moda ni una región ficticia dibujada en el escritorio de algún burócrata, sino un espacio vivo, vital y palpitante que ha vivido, vive y vivirá a pesar de las décadas de abandono a las que ha sido sometida.