23 septiembre,2021 5:14 am

La política exterior de Joe Biden

Gaspard Estrada

 

Desde su toma de posesión como presidente de Estados Unidos, el 20 de enero, Joe Biden ha querido dejar en evidencia que su gobierno sería diferente al de Donald Trump. Y en el plano de la política interior, eso ha quedado claro, tanto a nivel de los nombramientos en puestos clave de su administración (por ejemplo, la nueva encargada de regular a los gigantes de la tecnología, mucho más asertiva en su voluntad de emprender acciones al respecto) como a nivel de sus políticas públicas (en particular, el programa multimillonario de creación y reparación de infraestructuras y de relanzamiento de la economía). Sin embargo, no es el caso en la mayoría de los frentes de su política exterior.

En efecto, contrariamente a lo que prometió en su campaña electoral, buena parte de la acción del Departamento de Estado ha mantenido trazos de continuidad. En el tema migratorio, tan importante para México y los países de América Central y el Caribe, las expulsiones han seguido. Inclusive en el caso de Haití, cuyo presidente fue recientemente asesinado y que acaba de vivir un terrible terremoto, las expulsiones continúan desde Washington. La política hacia América Latina se ha mantenido igual en sus líneas generales. Después de la cuarta derrota consecutiva de los demócratas en Florida, Biden decidió recular en su propuesta de campaña de disminuir las sanciones contra Cuba, impuestas al final del mandato de su antecesor. En el mismo sentido, Biden sigue apostando a mantener un diálogo político de alto nivel con el gobierno de Jair Bolsonaro, tras la visita del consejero de seguridad nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, así como del asesor para América Latina del propio consejo de seguridad nacional, Juan González, para intentar evitar que Brasil compre la tecnología 5G del conglomerado chino Huawei. E inclusive después del encuentro, en el que el presidente brasileño dejó entender su amistad y solidaridad hacia Donald Trump tras el proceso electoral de 2020 (que el ex presidente norteamericano cuestionó sin pruebas para ello), y que dejó perplejos a los miembros de la delegación estadunidense, la administración Biden no ha expresado su preocupación con las políticas antidemocráticas de Jair Bolsonaro.

De manera más general, el nuevo ejecutivo en Washington sigue actuando con el mismo mote de la administración anterior, que se resumía en dos palabras: “America First”. Ciertamente, Joe Biden no comunica sus decisiones políticas por Twitter. Pero, ante ciertas de sus decisiones sorpresivas, el asombro y enojo de aliados estratégicos de Estados Unidos se mantienen con Biden después de Trump.

El caso de Afganistán fue sintomático de esta continuidad de las políticas unilaterales de Estados Unidos. Se trata de un país en el cual la comunidad internacional invirtió miles de millones de dólares, para construir instituciones que permitieran evitar que los talibanes volvieran a tener el poder. Sin embargo, después de la salida parcial de las fuerzas armadas estadunidenses en 2014, bajo el gobierno de Barack Obama, los talibanes volvieron a ganar espacio e influencia, a tal punto que el gobierno respaldado por Estados Unidos y la OTAN tuvo poco a poco un rol cada vez más desdibujado, y que Donald Trump decidió negociar directamente con los talibanes en 2020. Joe Biden, a su llegada al poder, mantuvo este acuerdo, y se mantuvo sordo ante las advertencias de sus servicios de inteligencia –así como de varios de sus países aliados. El resultado es de sobra conocido hoy. Varios de los socios de Washington criticaron este comportamiento, sin que Biden o su equipo cambien su método de acción.

Y así volvió a suceder hace unos días, cuando el presidente de Estados Unidos, junto con sus pares del Reino Unido y de Australia, anunciaron un acuerdo estratégico en materia de defensa en el Pacifico –cuya ambición es limitar la influencia china en esa zona–, pero cuyo resultado práctico se tradujo en la cancelación de un gran programa de venta de submarinos franceses a Australia. Este anuncio causó indignación en París, tras demostrar una vez más que Washington no escucha a sus “aliados”, e inclusive que puede trabajar en contra de ellos. Por primera vez desde que Francia tiene relaciones con Estados Unidos, el embajador francés fue llamado a consultas a París. Como dice el dicho, “con esos amigos, para qué quiero enemigos”.

 

 

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.

 

 

Twitter: @Gaspard_Estrada