14 noviembre,2023 4:30 am

La reinvención y reconstrucción de Acapulco, ¡gran oportunidad!

 

Abelardo Martín M.

Desde 1599 el puerto de Acapulco recibió, por parte del rey Carlos II de España, el rango de “ciudad”, punto relevante de la llamada ruta de la Nao de China durante varios siglos, lugar estratégico durante toda su historia de ahí que en 1617, apenas 18 años después de reconocimiento por el imperio español, contó con el fuerte de San Diego, que aún subsiste en la actualidad.
No obstante su relevancia fue hasta el siglo XX cuando comenzó su urbanización, con la pavimentación, en primer lugar, de la carretera México-Acapulco en 1927 y un año después el aeropuerto y la Costera hoy llamada Miguel Alemán, como homenaje al ex presidente que le dio gran impulso e importancia al desarrollo del puerto. De los años 40 hasta nuestros días, Acapulco gozó de gran prestigio internacional y se convirtió en punto turístico de atracción de las grandes estrellas del cine, la política, los deportes y los espectáculos, residencia de grandes personajes y destino preferido de lunamieleros.
La mejor prueba de su atractivo fue el desarrollo inmobiliario de Punta Diamante, en donde se construyeron lujosos edificios, la mayoría de los cuales desafiando a la naturaleza, que “perdona pero no olvida”. Acapulco es uno de los ejemplos de cómo se depreda o como se pretende aprovechar a la naturaleza sin respetarla, darle su lugar, ya no se diga aplicar criterios de conservación y armonía. Punta Diamante, como Cancún, Playa del Carmen, Los Cabos o todos los desarrollos de playas en México se abalanzan sobre el mar, mientras en prácticamente todo el mundo, las construcciones se realizan conforme a planes de desarrollo en los que la playa “es intocable”. Los ejemplos y las buenas prácticas también sobran en América, Europa, Asia y África.
Veinte días después del terrible impacto del huracán Otis que destruyó en unas cuantas horas la vitalidad de una ciudad entera y sus alrededores, Acapulco intenta reanimarse y renacer de sus escombros.
No hay de otra, el puerto es con mucho el principal polo económico de la entidad, y su vocación turística de primer nivel le ha permitido su desarrollo y el reconocimiento mundial; el flujo de visitantes generaba una derrama fundamental para el sostenimiento de la mayoría de las familias acapulqueñas, e indirectamente también beneficios para toda la región.
Además del auxilio a la población en cuanto la emergencia lo permitió, una semana después el Presidente Andrés Manuel López Obrador presentó su Plan General de Reconstrucción y Apoyo a la Población Afectada, que comienza por el incremento y adelanto de los programas sociales con que se beneficia a los sectores vulnerables; en él se contempla la exención y prórroga en impuestos, cuotas y pagos de servicios y la entrega de becas, despensas básicas, enseres, créditos y recursos para reparaciones de viviendas.
El plan constituye un piso mínimo para proteger temporalmente a la gente más necesitada, a quienes ya vivían de manera precaria y perdieron sus pertenencias o parte de ellas, y por ello están en situación de necesidad extrema. A ello se ha sumado la solidaridad tradicional de la sociedad mexicana, que a través de instituciones de apoyo social y muy diversos colectivos, han propiciado un flujo de ayuda al que por fortuna muy pronto se le dio vía libre, luego de los intentos iniciales de controlarlo y concentrarlo todo en los canales de las fuerzas armadas.
Otro tema, del que el plan gubernamental sólo se ocupa marginalmente, es la recuperación de la actividad turística del puerto, poner en pie de nuevo la oferta de alojamiento, de lugares de esparcimiento, alimentación y festejo, y reposicionar a Acapulco en el mapa de destinos para vacacionar.
Reparar y reequipar la infraestructura de servicios requerirá algún tiempo y gigantescas inversiones, en proporción a lo que se construyó a lo largo de muchas décadas, y en su momento de una campaña mercadotécnica, que también implicará imaginación y dinero. Pero sólo así se podrá reanudar la corriente de viajeros hoy interrumpida, quienes por lo pronto hoy están pensando y decidiendo cómo sustituir su habitual destino de fin de año.
Afrontar y resolver este reto es una condición necesaria para generar nuevamente empleo e ingreso económico para cientos de miles de trabajadores asalariados e independientes en la zona, que vieron cortado de tajo su modo de vida, el sustento de sus familias y su expectativa hacia el futuro.
Aunque a la larga Acapulco resurgirá, por la belleza siempre reconocida de la bahía, su infraestructura dañada pero no destruida, su cercanía con el centro del país y su fama internacional, las acciones gubernamentales pueden impulsar u obstaculizar este proceso, y constituirán la diferencia entre lograrlo en poco tiempo o convertirlo en un tortuoso laberinto, costoso para todos y oneroso en particular para los más desfavorecidos.
Mientras todo esto ocurre y se dilucida, el país y el mundo continúan su marcha. Desde las guerras desatadas por la invasión rusa a Ucrania, y por los ataques del grupo extremista Hamas a Israel, hasta la constante recomposición del mapa político como resultado de procesos electorales y el siempre cambiante humor social en las naciones que los enfrentan.
En Estados Unidos la batalla rumbo a la siguiente elección presidencial ya ha comenzado, y la amenaza del retorno de Donald Trump está más viva que nunca, con todo lo que implicará para la comunidad internacional y el trato hacia nuestro país.
En México Morena, el partido en el poder, ha complementado su oferta partidaria, luego de la designación de Claudia Sheinbaum como su segura candidata presidencial, con la designación de sus coordinadores estatales que, según la costumbre instituida, serán también sus candidatos a las gubernaturas de nueve entidades, incluida la ciudad de México, en donde finalmente se impuso la figura de Clara Brugada.
Los criterios de género, ordenados por la autoridad electoral, son la cobertura de esta decisión, aunque las lecturas políticas apuntan a los forcejeos internos por el poder y a la imposición de las facciones más duras y radicales en ese partido.
La vida, pues, continúa, en el mundo y en el país, Guerrero y Acapulco incluidos. Para salir adelante un factor fundamental será que la gente intervenga y se vuelva protagonista de su propia historia,  con los requisitos indispensables de cualquier tarea que cumpla sus propósitos: orden, disciplina, respeto a la legalidad, gobernabilidad. Esa es la clave, nada sencilla en un estado en el que la debilidad gubernamental por incapacidad, insuficiencia, inexperiencia o búsqueda de intereses personales o de grupo o partido, han sido el principal cáncer, de ahí que el crimen organizado se haya apoderado de buena parte del territorio bajo la observación pasiva y hasta complaciente de funcionarios que se enriquecieron en este escenario.
Para Acapulco su destrucción representa también la oportunidad de terminar con viejos vicios que lo mantenían en un creciente proceso de degradación, presa de problemas que ahuyentaban poco a poco al turismo y con ello frenaban la actividad económica. Hay, sí, una grave crisis que Otis dejó, pero por el carácter y el amor de los acapulqueños por su tierra, por su paraíso, se abre también una gran oportunidad. Ahí están miles de habitantes trabajando todos los días, reconstruyendo sus viviendas y a la vez construyendo un gran futuro para este bello puerto.