29 agosto,2023 5:11 am

La tenacidad como recurso de mercado editorial

Federico Vite

 

A menudo suelen tenerse ideas –no todas afortunadas, pero ideas a final de cuentas– sobre el mercado literario que uno trabaja; ya sabe, que si fulano no vende mucho porque escribe sin emociones, que si fulana no tiene éxito a pesar de que su editorial invierte mucha publicidad o simple y sencillamente nadie sabe –ni sabrá– porque una editorial no promociona a sus autores ni los intenta llevar a un puerto de amable comercialización. Todas esas cosas están relacionadas con un aspecto que el novelista estadunidense Michael Connelly explica muy bien en una entrevista que no tiene desperdicio. La periodista Ona Russell, a propósito de la publicación de Desert star (2022), conversa con el narrador, en el portal lithub.com, sobre algunas cuestiones indispensables para quien aspira a ser un autor cuya meta es el público. Connelly fue reportero policial porque quería seguir un sendero, una línea bien definida sobre el mundo criminal que él desea recrear. “Tenía que ser modesto y escribir con la consciencia de que ya hay maestros de la literatura criminal”, explica, “trabajé muy duro en el proceso, codo a codo con mi agente. Soy realista, todo se fundamente en eso, en ser realista. Si mis libros han vendido mucho y han llegado a la pantalla grande y la pantalla chica como series, eso es otra cosa, pero lo importante es ser realista. No perder de vista ese aspecto”. ¿Qué es ser realista para un escritor de ficción criminal? Obviamente no se refiere sólo a la verosimilitud sino a las metas de cada autor.
Muchos de los personajes de Connelly salen de su trabajo como periodista, de una forma u otra, interactuó con los moldes humanos de Harry Bosch; él sabía hacia donde dirigirse. Fue configurando a Bosch, su detective más famoso, con la observación y el conocimiento de muchos policías, de muchas películas, de muchos libros. Este personaje, confiesa Connelly, se fue acendrando, como muchos aspectos de sus libros. “Por ejemplo, si hago que mis personajes hablen, tiene que haber información, no un regodeo verbal, tiene que haber trabajo informativo para que la historia pueda tener un sustento con la trama, porque, por supuesto, sé cómo hablan los tipos duros, los policías, los criminales; sé cómo abordar lo que ocurre en Los Ángeles porque es lo que conozco; en especial, el trabajo de los detectives, de los forenses. Son personajes en los cuales debo tener aún más cuidado, debo ser detallista y fijarme en muchos aspectos para ser realista”, asevera.
Es claro que el señor Connelly escribe pensando todo el tiempo en el público, en los lectores y confía que así será mucho más fácil ampliar su nicho de mercado. Hablo de un hombre que ha vendido más de 80 millones de copias de libros en todo el mundo, en varios idiomas y especialmente me refiero a alguien que intenta seguir vendiendo más ejemplares de sus novelas. Ergo: Connelly sigue escribiendo con un dominio perfecto de su mercado. Este aspecto no es el ideal para quien intenta ser un artista, pero para quien se sabe con poco tiempo, mucha prisa y muchas ganas de escalar en el ancho continente literario, créame, se trata del rumbo adecuado. Puesto así, Connelly tiene mucho que decir: “Nunca mostré mis dos primeras novelas a nadie. Mi tercer libro, Black Echo, se publicó en 1992 y obtuvo el premio Edgar –reconocimiento al mejor libro de misterio. Desde entonces, lo único que hago es escribir y promocionar mis libros”, expone, ¿por qué? Inquiriría yo. Obviamente porque supo que llegó al sitio ideal en el que obtendría atención y recursos para catapultar dos libros más sin tanto esfuerzo. Y lo hizo con mucha fortuna.
Sus novelas logran que el lector se sienta imbuido por los personajes principales, por ejemplo, Harry Bosch o Micky Haller –el famoso protagonista de la serie Lincoln Lawyer. “Con mis personajes veo y siento el mundo a través de los ojos de ellos, comprendo su motivación y lógica, y emprendo un viaje con ellos. Siempre estoy buscando algo que revele quién es Bosch. Siempre estoy buscando agregar una pequeña nota de carácter. Ya sea un recuerdo, una línea de diálogo interno o un fragmento de una historia de fondo”. Pero no sólo trabaja en un personaje sino que requiere, para que la trama funcione, otros elementos. “Esas cosas (las pesquisas, las pistas, las armas, etc.) son parte del arte de escribir este tipo de historias. En cierto nivel, nada de eso importa, pero es necesario. Cuando miro hacia atrás, a cinco escenas de los libros de Harry Bosch que he escrito durante veinte años, pienso que esas escenas que se destacan no son él arrestando a un delincuente o disparando a un tipo malo, es Harry lidiando con política mezquina o tratando de trabajar en la burocracia”, expone Connelly. Da cuenta pues de la vida pública de un personaje, pero él conoce la vida íntima de ese Harry Bosch que no vende libros.
Empezó a escribir sus primeras novelas, solía trabajar de noche ya que tenía un trabajo de tiempo completo como reportero policial en un periódico. Hoy en día puedo escribir cuando quiera, señala, pero cuando empiezo una novela, me gusta escribir en una habitación a oscuras utilizando la misma lámpara con la que escribía hace veinte años. No suele llevar un recuento de palabras ni un número determinado de horas laborando. Lo más importante para él es avanzar en la historia todos los días. “Un avance en la historia puede ser cualquier cosa”, dice, “un párrafo, una línea o un fragmento de diálogo. Mientras la historia avance, confiesa, puedo decir que he tenido un buen día. Si tengo un par de cientos de días buenos, entonces, tendré un libro”, expone. Escribir todo el tiempo implica cierta dosis de esclavitud, pero es la única manera de salir del rincón oscuro en el que se encuentra la mayoría de los escritores. Todo estímulo es valioso para Connelly, la gente, los paseos, las películas, todo es un estímulo, porque el autor tiene en mente la meta final de su escritura. Tiene un para qué escribir. Conoce su mercado, sabe bien el sendero por el que transita. Cito al autor: “Adopto un poco el enfoque del ariete. Siempre releo lo que escribí el día anterior para que se sumerja en mi historia y logro así el impulso del día. Y cuando estoy escribiendo, y si algo no está del todo bien, seguiré adelante porque sé que volveré y lo arreglaré. Para mí todo es cuestión de impulso. Creo firmemente en el poder de reescribir y editar. La reescritura es el rey. Si lo logras o no, está en la reescritura”.
Es de los pocos escritores que siempre tienen público en sus presentaciones y siempre tiene una cuota de entusiastas que intentan mantener un diálogo sobre los personajes que él ha creado. Esencialmente, sobre Bosch. Connelly lo cuenta con más gracia: “Su sentido de la justicia (todos cuentan o nadie cuenta) es la base de ese personaje. Que alguien sea fiel a sí mismo en un mundo muy caótico es ciertamente atractivo Esa frase (me gustaría pensar que actuaría de la misma manera) resuena en mí. Creo que eso es lo que muchos escritores pretenden hacer. La gente me pregunta a menudo: ¿soy como Harry Bosch? Me gustaría pensar que actuaría como Harry cuando llegue el momento en que las cosas estén mal y alguien tenga que dar un paso al frente. Espero poder hacer eso”. Y espera hacer eso porque le interesa escribir para su público. Nada más ni nada menos. No hablo de arte sino de mercado. Si uno decide hacerse de un nicho en el mercado editorial, no es mal ejemplo el de Connelly. Tampoco es sencillo vender 80 millones de ejemplares en todo el mundo. Este hecho describe muy bien que la tenacidad de un escritor en cierta forma es una método que enfila rumbo “el exito”. Aunque “el éxito” sea algo mutable, inconsistente y a menudo vano. Pero hoy sólo hablamos de mercado.

*La traducción de los fragmentos de la entrevista, reproducidos en el artículo, es mía.