21 mayo,2022 4:36 am

  La tragedia que nunca debió existir

DE NORTE A SUR

 

Silber Meza

 

 

México es un país de desaparecidos. Apenas hace unos días llegamos a la terrible cifra oficial de 100 mil ausentes, pero cada día se suman más. Los datos van creciendo, y cada persona, cada hombre o mujer ausente representa una familia destrozada, un dolor interminable.

No hay sufrimiento más grande que el de una madre, que el de un padre con un hijo, con una hija desaparecida.

“Prefiero hallarlo muerto, pero hallarlo”, me dijo una madre de Durango hace más de una década, cuando empecé a reportear esta tragedia.

El trabajo realizado por la organización periodística Quinto Elemento Lab nos ayuda a entender esta epidemia imposible de sobrellevar. El arduo trabajo de Marcela Turati, Efraín Tzuc y Thelma Gómez Durán llamado “Fragmentos de la desaparición” (https://quintoelab.org/fragmentos/cien-mil-despariciones-mexico), nos muestra que de cada 100 personas que han sido desaparecidas, 75 son hombres y 25 son mujeres.

Los tres son parte del grupo de periodistas que se han especializado en contar esta cruenta realidad mexicana, y en su trabajo nos sueltan frases tan desoladoras como reales: “Toda desaparición es una catástrofe. Es una mamá que deja su propia vida para dedicarse a buscar a la hija o hijo ausentes. Es un maestro que no vuelve a dar clases. Son varios hermanos que abandonan los estudios porque les arrebataron al papá. Es una casa con un cuarto vacío, intacto, transformado en memorial. Es una milpa sin arar. Es una familia condenada a la tortura de buscar, y acosada por las enfermedades que se alimentan de la incertidumbre y la impunidad”.

Con datos e investigación nos informan que en el sexenio de Felipe Calderón se registraron ocho personas desaparecidas al día, con Enrique Peña Nieto la cifra se duplicó a 16, y con Andrés Manuel López Obrador siguió creciendo: ya son 25 diarios.

“Y no se detiene”, advierten Marcela, Efraín y Thelma.

Todo este dolor, toda esta agonía interminable es soportada por las familias, principalmente por las madres, y principalmente por los colectivos de búsqueda que no cejan en su lucha por encontrar con vida a sus seres queridos.

Toman palas, carruchas, talachos, camionetas viejas. Llevan un gafete colgando con la foto de sus seres queridos. ¿Alguien sabe de él? ¿Alguien la ha visto? Caminan debajo del sol, se queman la piel, se arrugan las carnes. Nada las detiene. Solicitan citas, gestionan recursos. Los gobiernos les dan de portazos. Insisten y abren las puertas.

Hablan con halcones, con sicarios si es necesario. Están buscando a sus seres queridos. Sólo eso buscan. Los quieren hallar vivos, y si no es así, aunque sea encontrarlos muertos para poder tener certeza de sus destinos. Todos tenemos derecho a tener un lugar donde llorar a nuestros muertos, donde recordarlos.

Encuentran restos óseos, los mandan a analizar; gestionan revisiones de los ADN.

No paran. Nunca paran. Ni la pandemia las detuvo. Siguieron ahí: en las calles, en los campos, en los montes, en las montañas, en los ríos, en los parajes.

El amor es tan grande que nada ha podido frenarlas.

“Esta pandemia no nos va a detener”, me aseguró una buscadora en Sinaloa. Y así fue.

Las personas desaparecidas son víctimas de un México inseguro, donde las instituciones no funcionan. Son víctimas de las condiciones económicas y sociales del país, de una estructura que segrega, que discrimina, que margina, que no ofrece oportunidades.

La sombra negra de la desaparición cubre a todo el país aunque haya funcionarios y ciudadanos que no la quieren ver.

“En la lista total de 100 mil personas desaparecidas, el 63 por ciento de los municipios del país han sido alcanzados por la mancha de la desaparición: en mil 574 municipios, al menos una persona fue reportada como desaparecida y sigue sin ser localizada”, se lee en el reporte de Quinto Elemento Lab.

Y agrega: “Cinco son los municipios más golpeados al tener más de dos mil registros: Guadalajara y Zapopan, en Jalisco, así como Reynosa, Matamoros y Nuevo Laredo, en Tamaulipas”.

Las madres y los padres con hijos, con hijas desaparecidas hacen un trabajo heroico; una labor que no deberían de hacer porque esta tragedia nunca debió existir.