29 septiembre,2020 4:46 am

“Las balas silbaban al romper el aire”, no hubo seguridad; sobrevivientes relatan la noche de Iguala

A seis años de los ataques muchos de los testigos aún temen hablar de lo ocurrido, pues en la ciudad sigue la presencia de miembros de la delincuencia organizada que cometieron el crimen

 Iguala, Guerrero, 29 de septiembre de 2020. Testigos y sobrevivientes de la trágica noche del 26 de septiembre de 2014 en esta ciudad, confirmaron que ninguna autoridad estatal ni federal resguardó la zona del primer ataque a los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, a pesar de que conocían en tiempo real lo que estaba sucediendo, pues había agentes vestidos de civil del Ejército, así como de Gobernación municipal, estatal y federal.

Durante más de un minuto los sicarios con vestimenta negra accionaron sus fusiles de asalto, disparando ráfagas de balas de alto poder, a unos 100 metros en contra de la multitud de alumnos que habían sobrevivido al primer ataque de la esquina de la calle Juan Álvarez y Periférico Norte, a donde ya habían llegado en apoyo más normalistas de Tixtla y de Iguala, así como maestros y reporteros.

Sobrevivientes de este segundo ataque estiman que la tragedia pudo ser mayor porque los disparos no fueron al aire, como en un principio algunos llegaron a pensar.

Una fila de entre cinco y seis vehículos de maestros y reporteros que habían llegado, y que estacionaron del lado de donde vino el ataque, sirvieron de escudo de las balas pues impactaron en su carrocería.

En uno de esos carros estaba una maestra de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación Guerrero (CETEG) que resultó herida de dos balazos, así como una joven con seis meses de embarazo que tuvo heridas a causa de los cristales que se reventaron por los impactos de bala del carro en el que estaba.

A seis años de estos hechos, que se cumplieron este 26 y 27 de septiembre, muchos de los testigos y sobrevivientes aún temen hablar de lo ocurrido, pues en Iguala sigue la presencia de miembros de la delincuencia organizada que cometieron el crimen.

Vecinos de la calle Juan Álvarez no hablan de esa noche, y muchos argumentan no haber estado en sus casas al momento de los hechos, mientras que activistas que llegaron en apoyo a los estudiantes temen hablar públicamente de lo que vivieron.

Otros testigos y reporteros locales que dieron cobertura a este hecho recuerdan que alrededor de las 7 de la tarde del viernes 26 de septiembre de 2014 ya se sabía de la presencia de los normalistas de Ayotzinapa en Iguala, que había llegado a las terminales a tomar autobuses, algo que era frecuente en el municipio.

Un seguimiento puntual a los estudiantes y una ráfaga de disparos de 30 segundos

Un ex colaborador del gobierno municipal de José Luis Abarca Velázquez contó que cuando supieron de la presencia de los estudiantes, el informe de la presidenta del DIF, María de los Ángeles Pineda Villa, ya había terminado, estaba la verbena.

Y fue cerca de las 8 de la noche cuando se escucharon las primeras detonaciones de balas que policías municipales dispararon en el centro de la ciudad en contra de los autobuses en los que iban los estudiantes, y que atravesaron la ciudad de sur a norte de la terminal Estrella Blanca, en la calle Hermenegildo Galeana, hasta seguir en la misma calle que al pasar del centro cambia de nombre a Juan Álvarez.

Según reporteros, desde el momento de la llegada de los estudiantes ya había un monitoreo y seguimiento puntual de ellos por agentes de Gobernación municipal y estatal, así como del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), que tenía una subsede en Iguala.

Desde su llegada, los estudiantes también fueron seguidos de cerca por efectivos del Ejército vestidos de civil, del grupo de búsqueda de información.

Testimonios dicen que en los dos ataques a los estudiantes policías del estado y soldados del Ejército vestidos de civil monitoreaban el sitio de la agresión, tanto de manera presencial en el lugar de los hechos como desde el C4, ubicado a menos de 500 metros de donde fueron los ataques.

Soldados vestidos de civil, agentes de Gobernación y del Cisen estuvieron al momento de los ataques, por lo que sus corporaciones estuvieron informadas en tiempo real de lo que estaba ocurriendo, indican los testimonios.

Los sobrevivientes consultados informaron que la primera agresión ocurrió pasadas las 9 de la noche del 26 de septiembre, y la segunda ocurrió cerca de las 11:30 de la noche, cuando ya había más de un centenar de personas en el lugar resguardando la zona y dando acompañamiento a los jóvenes agredidos. En ese tiempo, no hubo presencia ni vigilancia de ninguna corporación.

En la conmemoración del sexto aniversario este domingo en Iguala, el abogado de los padres de los 43 desaparecidos, Vidulfo Rosales Sierra corroboró esta información, en el sentido que los jóvenes fueron dejados solos más de 3 horas por todas las corporaciones de seguridad a pesar que en la primera agresión a balazos en contra de los autobuses y de los estudiantes, ya se hablaba de unos 14 heridos y varios detenidos.

Algunos testimonios indican que al momento que se daba la conferencia de prensa por dos representantes de la Normal, a unos 100 metros hacia el lado poniente, se observó al grupo armado con vestimenta negra atravesar camionetas y desde ahí disparar en contra de la multitud, a pesar que que a dos cuadras de donde se apostaron están las instalaciones del C4.

La mayoría de alumnos, activistas y prensa corrió hacia la calle Álvarez con dirección al centro de la ciudad, algunos se resguardaron en los a autobuses y debajo de ellos, otros en carros en el estacionamiento de la tienda de autoservicios bodega Aurrerá, justo enfrente de donde estaban los autobuses.

“Una primera serie de ráfagas que se dispararon tardó 30 segundos y fue cuando todos corrimos, después hubo una pausa como de 10 segundos, tal vez para volver a cargar las armas, y volvieron a disparar”, recuerda uno de los sobrevivientes a este ataque.

Se escuchaba como los atacantes iban avanzando posiblemente en los vehículos y siguieron en el mismo periférico hasta ingresar a la siguiente calle.

“De haber entrado caminando por la calle Juan Álvarez donde estaban los autobuses con las llantas ponchadas, posiblemente nos habrían visto y disparado a quienes nos resguardamos en el estacionamiento de la tienda de autoservicios y otros en los autobuses”, consideró un sobreviviente.

Las balas silbaban al romper el aire cerca de la cabeza, y se oía cómo impactaban en las paredes de los negocios cercanos y en los vehículos que estaban estacionados, recuerda otro testigo.

En ese ataque cometido a casi 2 horas y media del primero, cayeron muertos Julio César Ramírez Nava y Daniel Solís Gallardo, y hubo varios heridos.

Uno de los reporteros que dio cobertura indica que cuando corría hacia su carro estacionado a unas dos cuadras de los autobuses, vio a uno de los normalistas herido de la mandíbula y otro del brazo, cuando iban en busca de atención a la clínica Cristina, y en ese trayecto, camionetas particulares con hombres armados pasaban a alta velocidad, como buscando a los estudiantes.

Esa noche muchas calles de la ciudad quedaron vacías, pero sí se observaron patrullas de la Dirección de Tránsito y de Protección Civil.

“El segundo ataque se pudo evitar si el Ejército, la Policía Estatal y la Ministerial hubieran resguardado la zona y dado seguridad”, coinciden sobrevivientes de estos hechos.

Una reportera que también dio cobertura dijo que al momento de la agresión se quedó en shock, no supo qué hacer, y fue un joven normalista que le gritó que se tirara al piso y después se resguardó junto a un autobús.

Texto: Alejandro Guerrero / Foto: Archivo