29 agosto,2023 11:06 am

Lo liberan tras 40 días secuestrado y narra las torturas a que fue sometido

 

Justicia y protección, pide el abogado de Chilpancingo Jesús Mastache Ocampo. Relata que lo golpeaban todos los días desde que se lo llevaron el 1 de julio, y en cautiverio le cortaron uno a uno los dedos para que su familia pagara el rescate

 

 

Chilpancingo, Guerrero, 29 de agosto de 2023. El abogado Jesús Mastache Ocampo, secuestrado en Chilpancingo el 1 de julio, fue liberado 40 días después, tras el pago de un rescate, y ayer narró su historia, y pidió a las autoridades justicia y protección.

Mastache Ocampo, de 44 años de edad, aguantó lo más que pudo las sesiones diarias de tortura; con un martillo lo golpearon en los dedos de los pies, después le fueron cortando uno a uno y le decían que se los mandaban a su familia.

Contó que el tormento fue tanto que, a veces, suplicaba a sus plagiarios que lo mataran o le rogaba a Dios que ya terminara con todo eso, pero sobrevivió. Un día despertó en el cuarto de un hospital recibiendo atención médica y ayer, ya repuesto, contó su historia en una conferencia de prensa telefónica en la que exigió a la Fiscalía General de Justicia (FGE) la detención de los responsables, justicia y medidas de protección para él y su familia.

Entre las 3 y cuatro de la tarde del 1 de julio pasado Jesús Mastache se encontraba cerca de la Central de Autobuses de Chilpancingo, cuando recibió una llamada telefónica. Una voz conocida le indicó que se trasladara a la colonia Electricistas, ubicada sólo a una cuadra de donde se encontraba, para que le entregaran “unas cosas”.

Cuando se internó en esa colonia de pronto se topó con un vehículo del que bajaron dos hombres armados y lo subieron a golpes, recordó que un tercer hombre iba al volante.

El abogado les preguntó el motivo de ese trato, y les dijo que seguramente se estaban equivocando de persona. Sin recibir respuesta le cubrieron la cabeza y se lo llevaron sin que supiera hacia a dónde.

Jesús explicó que avanzaron durante largo rato mientras escuchaba que uno de sus captores hablaba por teléfono informando a alguien que ya lo llevaban.

Dijo que llegaron a algún lugar donde escuchó que martillaban, “como si estuvieran trabajando en una construcción” y se imaginó que lo habían llevado a algún lugar aquí mismo, cerca de Chilpancingo.

 

 

Comenzó el infierno

Entre pausas largas y garraspenado para aclarar la garganta, contó que después de bajarlo lo metieron a un cuarto pequeño, o al menos así lo imaginó. Lo amarraron de las manos y los pies, mientras escuchaba voces, algunas distintas a las que había escuchado en el camino de quienes lo plagiaron.

Enseguida lo comenzaron a golpear, al tiempo que le pedían el número de teléfonos de sus familiares, pero se negó a dárselos al principio.

“Me golpeaban hasta cansarse y, a veces, me ponían sus armas en la cabeza o en distintas partes de mi cuerpo y me decían que ya me iban a matar. Que después iban a matar también a mi familia y que se iban a llevar a mis hijos”.

Dijo que todos los días era lo mismo y que sólo sabía que ya había amanecido porque era cuando “ellos” comenzaban a golpearlo.

“Yo trataba de escuchar para saber dónde estaba; escuchaba ladridos de perros y los martillazos seguramente de alguien que trabajaba en una obra. Me imaginé que estaba cerca de una casa que estaban construyendo”.

Dijo que aguantó lo más que pudo antes de darles los números de los teléfonos de algunos de sus familiares.

“Lo único que quería era dejar de sufrir, les pedía que me mataran. Les preguntaba cuál era el motivo (de la tortura) y la respuesta fue que querían dinero”.

Les contestó: “Dinero no tengo y mi familia menos, ¿de dónde les van a dar?, mátenme mejor, se equivocaron de persona”.

Pero las torturas aumentaron y le metían la cabeza en un tambo con agua, mientras que sus familiares no contestaban las llamadas de los plagiarios y éstos creían que se los había dado equivocados y por eso aumentaban los golpes.

Recordó que a punto de desfallecer le rogaba a Dios que “terminara con todo esto, pero a veces luchaba por mis hijos, por mi esposa, por mi mamá para que no les pasara nada porque todo el tiempo me hablaban de ellos, decían que ya los tenían localizados y cada vez que me decían eso pensaba lo peor, pensaba que irían por mis hijas o por mi esposa a quien mencionaban todo el tiempo”.

Recordó que aproximadamente a los 15 días (de que lo plagiaron) “se presentó el desgraciado que estaba al mando. Reconocí su voz, supe quién era y empezó a dar órdenes de que me empezaran a cortar los dedos”.

“Me hizo sufrir mucho. Me decía que mi familia no me quería porque no daba ni un pinche peso por mí, que ya se había comunicado con ellos y que no hacían nada”.

Aseguró que junto a él, el jefe de los secuestradores habló por teléfono con alguien de su familia y le dijo que se lo iba a mandar en pedazos.

Después, con un martillo le pegaron en los dedos pero antes le quitaron la venda de los ojos para que viera cómo lo golpeaban. Posteriormente comenzaron a cortarle dedo por dedo y el que daba las órdenes le dijo que se los iba a mandar a su familia.

Jesús Mastache contó que es diabético e hipertenso y que hasta ahí aguantó, perdió el conocimiento y ya no supo más. 

No supo cuánto tiempo estuvo inconsciente hasta que despertó en el cuarto de un hospital, vendado de la cabeza y del pie, ahí estaban sus familiares y un amigo cercano quien desde su desaparición “no dejó de luchar” por su búsqueda y localización.

Agregó que no sabe qué día fue liberado pero que sus familiares le dijeron que estuvo 40 días desaparecido. “Cuarenta días viviendo un infierno, pero nunca dejé de confiar en Dios, a quien le agradezco esta segunda oportunidad de vida”.

Aseguró que no sabe cómo fue que lo liberaron, ni cuánto pagaron de rescate, “sólo sé que nos dejaron en la ruina. Tuvieron que vender todas mis pertenencias de valor para que me regresaran con vida”.

Ahora exigió que su caso no quede impune porque sigue en riesgo su familia; su esposa, sus hijos, su madre, sus hermanos “y porque esa gente ahí anda como si nada”.

Dijo que tiene mucho miedo por su familia porque durante los días que estuvo desaparecido los secuestradores les fueron a poner mantas y cartulinas con mensajes afuera de su casa.

“Son gente que no sólo querían dinero, tal vez también querían hacerme sufrir”.

Explicó que por las llamadas telefónicas que escuchaba, se imagina que durante los días que estuvo cautivo los primeros plagiarios lo entregaron a otro grupo delictivo, “como un intercambio” y que, incluso, el segundo grupo hizo circular un video de él en las redes sociales mientras lo tenían sometido.

Declaró que cuando despertó ya no estaba en Guerrero y desde donde ahora está exige a las autoridades que lo apoyen para “agarrar a esos malditos. No quiero que esto quede impune como muchas personas que se quedan calladas”.

Advirtió que en su caso no se va a quedar callado. “Sé a lo que me estoy arriesgando, sé que corre riesgo mi vida pero a las autoridades les pido que hagan su trabajo, que ya no se corrompan, porque así como me pasó a mí le puede pasar a cualquiera”.

Informó que ya hay una carpeta de investigación que se abrió desde que se denunció su desaparición.

“Acabaron con mi vida, destruyeron mi familia. No puedo regresar a mi tierra. Me dejaron en la calle. Aparte de que me dejaron en la calle, me dejaron endeudado por querer salvar todo esto. Yo no quiero que esto que viví quede impune, eso es lo que les pido a las autoridades, que hagan su trabajo”. Insistió.

 

Texto: Redacción