5 marzo,2018 5:08 am

En localidades de alta marginación, estudiantes de prepas populares son los más atrasados en matemáticas y lenguaje

Texto: Ramón Gracida Gómez / Foto: Archivo El Sur-Antonia Ramírez
Chilpancingo, Guerrero. Entre el olvido de las autoridades y la marginación de las localidades donde están ubicadas, las preparatorias populares incorporadas a la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG) están en los últimos lugares estatales en Matemáticas y Lenguaje y Comunicación, de acuerdo con datos de Planea 2017 del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE).
Producto de iniciativas populares entre autoridades y padres de familia de las comunidades, y de lo que queda de la visión de Universidad-pueblo promovida por la UAG en la década de 1970, actualmente las preparatorias populares incorporadas a esa universidad subsisten de un presupuesto designado por los gobiernos estatal y federal, y de las cooperaciones voluntarias de los padres de familia.
Son 49 planteles los que dependen académicamente de la UAG, en los que laboran 849 profesores que dan clases a 13 mil alumnos de todas las regiones de Guerrero, especialmente en la Costa Chica y La Montaña, de acuerdo con cifras oficiales de la universidad.
La base de datos de Planea 2017 muestra los resultados de 47 planteles de ese sistema, además del grado de marginación de las localidades donde se encuentran ubicadas, con base en los datos del Consejo Nacional de Población (Conapo).
Casi todas comparten dos aspectos: marginación alta de las localidades donde están ubicadas y resultados bajos en las pruebas de Lenguaje y Matemáticas.
Cuarenta y tres preparatorias populares se encuentran en localidades con un grado alto o muy alto de marginación, tres están en un grado medio y sólo una está en nivel bajo que es la preparatoria popular Digna Ochoa, en Acapulco.
Según el Conapo, “la marginación se concibe como un problema estructural de la sociedad, en donde no están presentes ciertas oportunidades para el desarrollo, ni las capacidades para adquirirlas”.
El INEE explica que la intensificación de la falta de estas oportunidades “configura entornos más adversos para el devenir educativo de los habitantes, en particular de los infantes”.
Se utilizan tres dimensiones para medir el grado de marginación: educación, vivienda e ingreso.
Para educación se utilizan dos indicadores: el porcentaje de población de 15 años o más analfabeta y el de población de 15 o más sin primaria completa.
En cuanto la vivienda se utilizan cinco servicios en viviendas particulares como indicadores para esta dimensión: excusado, energía eléctrica, agua entubada, promedio de ocupantes por cuarto y piso de tierra.
El Conapo justifica la inclusión de esta medida porque es el único espacio físico constante durante las etapas de vida, por lo que es determinante “para el desarrollo de capacidades, habilidades, madurez emocional y conocimientos de toda persona”.
Por último el ingreso debido a que no existen datos a nivel localidad sobre los ingresos por trabajo, se mide a partir de contar o no con un refrigerador, lo cual se encuentra condicionado por el ingreso.
En este sentido los datos muestran que los  bachilleres de las prepas populares de la UAG estudian en localidades en donde la inmensa mayoría de sus habitantes no son capaces de leer y escribir un recado, lo cual “limita las posibilidades de comunicación de la gente, literalmente al ámbito oral, y prácticamente trunca toda posibilidad de adquirir conocimientos tanto en el sistema educativo ortodoxo, como de manera autodidacta”.
Además las viviendas carecen de excusado, algún tipo de recubrimiento de piso, agua entubada, carencias que “propician condiciones perjudiciales para la salud” que no sólo afectan a las personas que “residen en las viviendas en esas condiciones, sino también la de quienes comparten el hábitat”.
En fin, no tienen dinero ni para un refrigerador, lo cual limita las posibilidades de contar con alimentos frescos y de tener una dieta eficiente. Estas condiciones socioeconómicas son el principal factor de desigualdad educativa, dice Emilio Blanco, investigador del Colegio de México, en el número más reciente de la revista del INEE, Red.
Son “muros invisibles” que condicionan el desempeño educativo. Así es como se entiende que el porcentaje promedio de estudiantes de las preparatorias populares de Guerrero que se encuentra en el primer nivel de Lenguaje y Comunicación, el más bajo entre los cuatro que estipula la prueba es de 63.02%. Esta cifra resulta superior al promedio de los bachilleratos de la UAG que es de 45.7%, y muy lejos  del promedio nacional de bachilleratos autónomos que es de 20.4.
Como se informó en la edición del 14 de enero pasado de El Sur, las preparatorias incorporadas a la UAG son el último lugar entre los bachilleratos de las universidades públicas autónomas de México.
El porcentaje de las preparatorias populares se puede leer de la siguiente manera: 6 de cada 10 alumnos que estudian en alguno de esos planteles “no identifican la postura del autor en artículos de opinión, ensayos o reseñas críticas ni explican la información de un texto sencillo con palabras diferentes a las de la lectura”.
Los resultados en Matemáticas son más alarmantes. El porcentaje promedio de estudiantes de las preparatorias populares de Guerrero que se encuentra en el primer nivel en esta prueba, es de 86.9, superior al promedio de todas las preparatorias de la UAG que es de 77.7% y lejos del promedio nacional de bachilleratos autónomos que es de 52%.
Esa cifra significa que 8 de cada 10 alumnos de preparatorias populares “tienen dificultades para realizar operaciones con fracciones y operaciones que combinen incógnitas o variables (representadas con letras), así como para establecer y analizar relaciones entre dos variables”.
A la precariedad hay que sumarle el abandono de las autoridades. 36 millones de pesos están presupuestados para las preparatorias populares pero la “inversión en el sector debe de ser más”, señala Óscar Rendón Martha, jefe de Escuelas Incorporadas de la UAG, en entrevista con El Sur en su oficina dentro de la Rectoría, en Chilpancingo.
Pertenecen a la UAG sólo académicamente
En la década de 1970 las preparatorias populares fueron incorporadas a la universidad estatal como bachilleratos oficiales por la política de Universidad-pueblo, término que empezó a ser utilizado en la campaña rectoril de 1972.
Uno de los objetivos de esa visión que predominó en aquella época era que la UAG dejara de ser una “universidad elitista”, escribió el extinto rector Rosalio Wences en su libro La universidad en la historia de México, para que se enfocara “hacia los obreros, campesinos y sectores medios empobrecidos”.
La “diseminación de escuelas preparatorias” paró por el corte del subsidio a la universidad por la federación en 1984 que generó una crisis dentro de ella. Actualmente las preparatorias populares son incorporadas a la UAG después de un proceso administrativo pero no entran al presupuesto.
Así se entiende que un profesor de este sistema cobra entre 30 y 40 pesos la hora “si bien les va”, dice Rendón Martha.
La UAG aporta a estas preparatorias con capacitación de profesores, más del 80% ha participado, pero no puede hacer más. Es la universidad de México que menos recibe, justifica. “Es fundamental que se generen las condiciones propicias”, y eso le corresponde al gobierno.
La Universidad-pueblo promovida hace más de 40 años está presente en las preparatorias populares donde algunos sectores guerrerenses empobrecidos reciben educación, pero su desempeño es pobre como pobre es la localidad donde estudian.
(En la imagen: Una de las protestas de alumnos de preparatorias populares)