Acapulco, Guerrero, a 11 de enero de 2025.- Los centenarios hoteles La Misión y Asturias resisten a la debacle económica de varios años del centro histórico de Acapulco, a la transformación urbana de pasar de pequeñas moradas con una arquitectura similar a edificios de varios pisos que no siguieron la misma línea, y al cambio en la sociedad y de gobiernos que no han respetado el origen de este punto del municipio.
Los vecinos del centro lamentaron que ninguna institución se haya preocupado por preservarlo como un lugar histórico pese a los antecedentes que le dieron fama al municipio, e incluso sufre de la falta de los servicios públicos básicos. Frente al rescate anunciado y a otros que le precedieron, pidieron que esta vez sí se recupere el “Acapulco tradicional”.
El miércoles pasado, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo dijo que hay un proyecto especial para el centro histórico de Acapulco, pero no ahondó en detalles. El Sur realizó un recorrido por la zona para conocer algunos de sus espacios más antiguos y para que sus moradores contaran el paso de los años.
La preservada arquitectura “colonial tropical” del hotel La Misión
En la estrecha calle Profesor Felipe Valle se refugia la infraestructura del hotel La Misión, una vieja casona de ladrillos y arcos con un amplio patio central y una sombra que proveen de dos enormes árboles de mango, una gran puerta de madera esconde los detalles al transeúnte.
La arquitectura es “colonial tropical”, propuesta que se basa en muros de adobe y techos de teja y que era usual en el Acapulco de antaño, explicó la propietaria María Elena Alcerreca Sáyago.
Su abuelo Alfonso Sáyago Acosta, comerciante oriundo de Tecpan que compraba telas de los barcos provenientes de Estados Unidos, de donde era más fácil adquirir productos por la falta de una carretera a la Ciudad de México, adquirió la propiedad sede del consulado del país del norte y la convirtió en el hotel Monterrey en 1920.
Empezó con unos cuantos cuartos que son actualmente la parte frontal del recinto, utilizaban catres de lona y los baños eran comunes; la casa que se extiende casi de esquina a esquina de la calle también albergaba las casetas telefónicas.
A la muerte de Alfonso Sáyago en 1962, sus dos hijos heredaron la propiedad y la dividieron en dos: Jesús Sáyago Nieto preservó el nombre del hotel Monterrey y María Elena Sáyago Nieto, mamá de los actuales tres propietarios, fundó el hotel La Misión y amplió el número de habitaciones a 28. Cuando murió Jesús Sáyago, ambos hoteles se fundieron en La Misión.
Perteneciente a la socialité de Acapulco, María Elena Alcerreca enlistó las familias vecinas de su hotel, como los Villalvazo, cuya casa enfrente de La Misión es actualmente el Colegio Leyes de Reforma; los Hudson, con uno de ellos se casó; y los Valeriano, Caballero, Sutter y Galeana, entre otras familias acapulqueñas de abolengo.
La “civilización” no respetó la arquitectura original a partir del crecimiento de la ciudad en1970, nadie alzó la voz por ello y ahora hay dos estacionamientos, un terreno ocupado por vendedores ambulantes, otro vacío, la llamada Casa Juárez está en ruinas y unas ramas están colgadas de los cables de los postes sin alumbrado público, salvo los focos propios del hotel La Misión.
El centro de Acapulco también perdió la limpieza porque la gente cambió y el gobierno tampoco ordena, así como la confianza entre los vecinos y la elegancia de establecimientos como el restaurante Armando’s de la calle Quebrada, “tipo de la película Casablanca con un piano”, las tiendas de joyerías y de ropa de la calle Hidalgo, y las galerías de arte.
La señora de 80 años dijo que hace falta una política de preservación del centro histórico de Acapulco porque hasta el momento han sido una “burla” las promesas de recuperarlo, como la obra de remodelación del zócalo, las jardineras descuidadas y el reloj inservible frente a las oficinas de Capama: “no hay respeto, no hay amor por tu lugar, no hay visión económica”.
El Asturias cumple cien años en una zona en “abandono”
Ubicado en la calle La Quebrada número 43, frente a las oficinas de Finanzas municipal, resalta el rótulo “desde 1925”, que está pintado en medio de las palabras Hotel Asturias, que a su vez fueron colocadas en los arcos de la entrada del viejo establecimiento.
Esta parte del pequeño edificio y el vestíbulo se conservan desde hace cien años, presumió el administrador del hotel, Gerardo Mancera, quien contó que el nombre proviene de la región de España de donde era originario Lucio Hernández, el segundo propietario.
La primera familia dueña de este espacio que se encuentra a unos 200 metros más abajo del Teatro Domingo Soler era Gómez Vela, la cual puso a disposición de los visitantes de Acapulco su hogar a partir de 1925 como Casa de huéspedes Govela.
Aproximadamente 30 años después, la familia Hernández Orbe adquirió la propiedad y fue su dueña hasta 1986, cuando la familia Ezteves Flores compró el hotel porque el patriarca se hospedaba por largas temporadas en el colindante hotel Guadalajara.
Desde 1993 lo administra Gerardo Mancera, cuando el turismo en el centro de Acapulco “era muy bueno, llegaba mucho turista europeo, los que se llaman backpackers, mochileros; venían canadienses, los más lejanos australianos. De todos lados”.
La debacle fue detonada por la inseguridad, “ya llevamos batallando como 16 años”, lamentó. Aseguró con tristeza que a lo largo de los años el turismo “no ha levantado, ha venido a menos, esta zona ha venido a menos”.
El hotel recibe visitantes que vienen “con muy poco recurso, pero gracias a Dios que siguen llegando y son los que nos han mantenido de pie toda esta zona”. Al igual que en otras hospederías de la zona, el precio es “a tratar” dependiendo del tiempo de hospedaje y del número de integrantes.
Los últimos días de 2024 estuvo lleno, pero vienen los meses de baja clientela “y empieza uno a tronarse los dedos hasta Semana Santa, muy triste, la verdad es que no es el gran negocio”.
Destacó que el hotel se ha mantenido abierto salvo en breves lapsos tras el huracán Paulina de octubre de 1997 y Otis del mismo mes de 2023, aunque este último atrajo clientes de larga estancia que venían a trabajar en la restauración de la ciudad.
El hotel Asturias proyecta su antigüedad desde su entrada. La estructura horizontal de un piso recuerda a una casa de antaño, pero ninguna institución pública ha ayudado a su preservación pese a sus cien años de existencia: “es una pena que esta zona nos tienen en el total abandono”, dijo el administrador.
El jueves pasado la calle estaba limpia, pero el servicio de recolección de basura es irregular desde hace unos 12 años, además de que los acapulqueños “también quedamos mucho a deber, la gente no barre, tira basura”.
Ninguna institución pública se ha acercado al hotel para cuidar su preservación pese a sus cien años: “es una pena que esta zona nos tienen en el total abandono”, dijo el administrador y pidió que el proyecto de recuperación del centro histórico tome en cuenta a los vecinos y resalte los lugares emblemáticos.
Criticó que la propuesta de hace unos años de recuperación del centro con la colocación del “supuesto adoquín” fue problemática porque nunca se cumplió, entre otros aspectos, la arborización prometida.
El “modisto de las estrellas” de la calle Quebrada
Frente a la vivienda que llegó a albergar la propuesta cultural La Quebrada, Espacio de Arte, del fotógrafo Luis Arturo Aguirre, se encuentra una casa color verde azulado, la cual destaca en la emblemática calle Quebrada por su antigüedad de al menos cien años de ser construida.
En el corredor trabaja con una máquina de coser su inquilino Víctor Manuel Maganda Salgado, el “modisto de las estrellas” con un historial de costurero de personalidades que llegaban al puerto en la década de 1970.
Sus últimas dos boutiques estuvieron en esta calle que baja de los míticos clavados del acantilado y que se convierte en la Roberto Posada para llegar a la avenida Cuauhtémoc.
Nostálgico del “Acapulco dorado, de billetes” y de las pasarelas de modas que organizó como parte de la oferta turística que existía, es cauto del anuncio de la recuperación del centro histórico porque otros políticos lo han prometido.
Nacido en Tecpan, el señor de 73 años llegó en su adolescencia a la calle Quebrada, actualmente “muy transitable cuando hay turismo, cuando no hay, solamente las ánimas caminan en la noche”.
No hay alumbrado público cerca de la casa del modisto, desde Otis “está muy oscura”, hay vida porque un Oxxo está metros más abajo, destacó Víctor Manuel Maganda, quien pidió retomar el “Acapulco tradicional” con más alumbrado público para que la gente pueda caminar y más vegetación.
A un costado de la casa de Víctor Manuel Maganda está el abandonado hotel Cristal y enfrente el hotel Rojas, también fuera de operaciones desde hace cuatro años.
A un lado se encuentra el deteriorado edificio de la Canaco, sede también de la extinta universidad IEU, y metros más arriba quedan los restos del restaurante Paco’s, que se cambió hace varios años a la colonia Costa Azul, aunque tampoco ha abierto después del huracán Otis.
Resalta un edificio propiedad de la familia Ruiz Massieu, que fue vendido y remodelado hace cinco años para ser convertido en un moderno condominio, con sus artificiosas hojas verdes colores el panorama de postes y cables enredados.
Texto: Ramón Gracida Gómez / Foto: Carlos Carbajal