5 julio,2022 5:04 am

Los inevitables universos verbales de Elena Ferrante

Federico Vite

 

I margini e il detatto (Italia, E/O, 2021, 154 páginas), de Elena Ferrante, es una colección de textos en los que la autora expone algunas de las lecturas que fundaron su proposición estética, basada, dicho sea de paso, en la imbricación de voces y perspectivas que configuran el universo femenino de las historias que narra. El caso de Elena, quien ha ganado millones de lectores en múltiples idiomas, es sumamente atractivo porque ella se mantiene en el anonimato. Sólo su agente editorial se comunica con ella; ni siquiera los editores la conocen. Aunque siempre cabrá la sospecha, sobre todo después del caso Carmen Mola –seudónimo de Antonio Mercero, Agustín Martínez y Jorge Díaz–, que Ferrante es un hombre. Pero eso sería terrible. Mola publicó La novia gitana (2018) con mucha fortuna en el panorama de la novela negra. Así dio inicio a la saga protagonizada por la inspectora Elena Blanco, quien investiga el asesinato de una familia gitana. La saga continúa con La red púrpura (2019), un thriller sobre la desaparición de un adolescente implicado en el tráfico de videos snuff. En 2020 publica la tercera parte del proyecto, La Nena, un libro que ofrece lo mismo que los dos anteriores: un secuestro, pesquisas, poder, sangre, humor negro, todo “el coctel” que se espera para embriagar al lector. El año pasado obtuvo el Premio Planeta con La Bestia, una historia a caballo entre la novela histórica y el thriller. Esta historia ocurre en Madrid, en 1834, durante la epidemia de cólera. Como usted nota, la vaina entre Ferrante y Mola tiene un matiz nítido y la urgencia por vender, de la española, es evidente. Mola no quiere explorar la cartografía literaria sino ser tremendamente exitosa. La italiana (veo en la napolitana una labor seria por crear un universo interno femenino) se interesa por agrandar los registros de la novela. Apuesta por la literatura y eso, para mí, adquiere una atracción mayor.

Volviendo al redil, I margini e il dettato (Los márgenes y el dictado) no sólo expone el arduo oficio de una escritora sino que permite asomarnos a la veta lectora de alguien que intenta sacudir la escritura femenina. Para ella, “la letteratura autentica non è un gesto elegante e studiato, ma un atto convulso (la literatura auténtica no es un gesto elegante, estudiado, sino un acto convulsivo)”.

A principios del año 2000, Umberto Eco, entonces director de la Escuela Superior de Humanidades de Bolonia, decidió inaugurar una serie de Lectiones Magistrales encomendadas a importantes personalidades nacionales e internacionales. El objetivo era abrir la práctica del conocimiento a toda la ciudad de Bolonia. Rompiendo las fronteras entre cultura académica y divulgación científica, para ofrecer a quien lo desee

–ciudadanos, estudiantes, curiosos– lecciones de alto nivel, destinadas a transformarse en conocimiento y éste en un bien público. En el otoño del año 2020, el profesor Costantino Marmo, director del Centro Internacional de Estudios Humanísticos Umberto Eco, escribió un correo electrónico a la editorial E/O para proponerle al agente literario de Elena Ferrante que la napolitana brindara una serie de conferencias en las Eco Lectiones de Bolonia. Ferrante aceptó la invitación. Desgraciadamente vino el Covid y derrumbó cualquier posibilidad de contacto social. Así que Elena escribió las conferencias y en noviembre de 2021, la actriz Manuela Mandracchia prestó cuerpo y voz para leer esos textos en el Teatro Arena del Sole, de Bolonia. Leyó en tres sesiones los siguientes títulos: La pena e la penna (La pena y la pluma), Acquamarina (Aguamarina) y Storie, io (Historias, yo). El libro que hoy comento incluye un cuarto texto de Ferrante, La costola di Dante (La costilla de Dante), un documento que oscila entre lo académico y lo popular. Fue concebido por la invitación del profesor Alberto Casadei, presidente de la Asociación de Italianistas; luego, leída por la estudiosa y crítica literaria Tiziana de Rogatis con motivo de la conferencia Dante y otros clásicos (29 de abril de 2021), donde Elena llama a manifestarse en contra de “la mala lengua”, esa que históricamente es ajena a las verdades de las mujeres, para resolver esto propone una fusión de talentos femeninos bajo una sola consigna: “Insieme tutti donni. Dobbiamo unire i nostri talenti. No un rigo va perso en el vento (Juntas todas. Debemos unir nuestros talentos. Ni una línea se pierde en el viento)”.

I margini e il dettato confirma que la autora (concedamos que ella es ella, no un grupo de mujeres, ni un conjunto de escritores a lo Carmen Mola) conoce a la perfección de lo que habla. Refiere, por ejemplo, pasajes de la Consciencia de Zeno, de Italo Svevo; de los diarios de Virginia Woolf; pero en especial, de Autobiografía de Alice B. Toklas, de Gertrude Stein. Por ejemplo, Stein refiere que Hemingway era un bribón y un yellow (así lo llamaba por el evidente llamado preventivo que implica una luz de ese color). Creía que Hem, en lugar de contar la historia del verdadero Hemingway, se limitaba a escribir “confesiones” convenientes, adecuadas para construir una carrera. ¿Qué hace Stein para no ser culpable del mismo pecado que Hem y escribir sobre la Gertrude real? Bien, dice Ferrante, Gertrude no se limita, como sabe hacer bien, a dotarse de un estilo, es decir,  a imponer su propio tono a las palabras y las frases. “Lo que hace es tomar un género muy estructurado como la autobiografía y lo deforma. Stein introdujo la realidad de Alice, la que consta en el registro civil, la suya y la de otros; no dentro de una forma literariamente gestionable, sino dentro de la ficción de una forma que, precisamente por ser falsa, puede y debe ser deformada”.

Expone así la manera en la que esos libros le ayudaron a transformar sus proyectos literarios. Lo que más destaca Ferrante es Non credere di avere dei diritti (1987), de (No creas que tienes derechos), de Adriana Cavarero. Este libro, con poca resonancia fuera de Italia, es considerado la parte esencial de la generación de la libertad femenina. Y para Elena simplemente fue el detonante de la saga L’amica geniale (2011). Las reflexiones de Elena permiten radiografiar los procesos creativos de varios de sus libros. Detalla su militancia en el realismo, ejercido en L’amore molesto (1992), I giorni dell’abbandono (2002) y La figlia oscura (2006).

El trabajo de la italiana está en el corsé de varios géneros y subgéneros (relato amoroso, relato policial y relato de costumbres) pero rompe los esquemas de estos tópicos con la saga que la hace mundialmente conocida: L’amica geniale. Y a la par de esta cartografía, I margini e il dettato revela una preocupación impuesta desde la juventud: “Se volevo avere l’impressione di scrivere bene, dovevo scrivere come un uomo (Si quería tener la impresión de escribir bien, tenía que escribir como un hombre)”. Esa idea se desvaneció cuando Elena notó que los hombres también escriben mal, que los raseros de buena y de mala literatura siempre son vagos; pero sobre todo, señala que para sentirse realmente satisfecha con su trabajo se confrontó (como todo autor o autora deben hacer) con la estructura de sus novelas y eso le permitió no estancarse. De paso nos recuerda que la literatura bien hecha no es precisamente la más rentable sino aquella que le produce un vuelco al orden establecido. Ferrante nos refresca una vieja ley no escrita en el Continente Literario: En literatura, la rebeldía de la forma destaca aún más las aristas del tema. Finalmente, me quedo con esta certeza de Elena: “Hoy pienso que si la literatura escrita por mujeres quiere tener su propia escritura de verdad, debe tomar el trabajo de cada una. Tenemos que renunciar por mucho tiempo a la distinción entre los que hacen solo libros y los que hacen inevitables universos verbales. Contra el mal lenguaje que históricamente no acoge nuestra verdad, debemos fusionar nuestros talentos, ni una línea se pierde en el viento. Podemos hacerlo”.