2 marzo,2023 5:16 am

¿Marcha de los corruptos?

Humberto Musacchio

 

Es del todo irresponsable descalificar una manifestación masiva, legal y legítima. Es indigno de un jefe de Estado llamar “corruptos” a quienes hacen uso de un derecho constitucional. Es infantil minimizar la concentración con cálculos sacados de la manga, según los cuales la asistencia no llegó a cien mil personas, cuando que las calles alrededor del Zócalo estaban repletas y muchos manifestantes se retiraron al no poder entrar a la Plaza de la Constitución.

En tiempos en que una docena de vecinos bloquean avenidas por falta de agua potable, es contraproducente que se pretenda restar importancia a una protesta multitudinaria. Sin embargo, el gobierno de Morena lo hace arriesgándose al ridículo, como lo hacían el PRI y la prensa vendida de 1968 y otros años, con pleno desprecio de la aritmética y de la inteligencia de la gente. Pero resulta también una estulticia que voceros de la ultraderecha como Luis Pazos digan que en la protesta participó un millón de mexicanos (brincos dieran los organizadores).

Es cierto que en la manifestación participaron personajes tan indeseables como José Ángel Gurría, por algo apodado el Ángel de la Dependencia, o un tipo salido de los bajos fondos del neopanismo, Javier Lozano, sí, el mismo que desapareció los más de 200 millones de dólares confiscados a Zhenli Ye Gon, a quien amenazó con la frase ya célebre de “coopelas o cuello”.

Por lo demás, estuvo lejos de ser un acierto poner como orador al ministro en retiro José Ramón Cossío, quien dejó en la impunidad el crimen ocurrido en la guardería ABC. Cossío es el mismo que fungió como anfitrión de Sergio Moro, el juez que condenó a Lula a nueve años y medio de cárcel y que, como premio por su indignidad, el facho Jair Bolsonaro lo nombró ministro de Justicia de Brasil. Ni más ni menos.

El pobrecito de Mario Delgado, dizque líder de Morena, emulando a su patrón enriqueció su hoja de bajezas al acusar a los manifestantes de “defender sus privilegios con mentiras” y ser parte de “una farsa”, lo que supondría que eran más de cien mil los “privilegiados” y estupendos actores de “una farsa”. Ante una eventual derrota de Morena en 2024, habría que recordarle a don Mario que el hilo se rompe por lo más Delgado.

Por supuesto, la moreniza acusó a los manifestantes de ser “pirruris”, pero algunos periodistas, lambiscones del tlatoani, acusaron a los manifestantes de recibir 100 pesos por asistir a la marcha y al mitin. ¿Por fin, pirruris o acarreados mediante un mísero estipendio? En un caso y otro se pretendía descalificar a los ciudadanos que salieron a defender la independencia del INE, muchos de los cuales votaron por AMLO en 2018, pero hoy están desilusionados.

De acuerdo con el cálculo del Ejecutivo, son “25 millones de conservadores” los que defienden al INE, pero afirma que él y sus seguidores han llenado más de cien veces el Zócalo, aunque lo cierto es que esos llenos no llegan siquiera a la media docena. Por otra parte, 25 millones no son pocos, y estimar a los opositores en suma tan abultada deja ver que Morena no la tiene segura para el 2024.

Lo central es que la movilización fue en defensa del INE, de su independencia y del voto libre. Pero el presidente López Obrador seguramente tiene otros datos, pues dice que el fondo político de la marcha fue “oponerse a la transformación del país”. Pues sí, lo que se expresó fue una decidida oposición a que el INE se transforme en una nueva comisión federal electoral, como la que existía en los nefastos años del priismo y decidía por los ciudadanos el resultado de los comicios.

Para el presidente Lopez Obrador, la marcha estuvo convocada por “mapaches electorales” a los que no importa la democracia. Eso dijo, pero lo cierto y comprobable es que la abrumadora mayoría de los asistentes salió a defender al INE, para preservar el valor del voto.

En conclusión, el jefe de Estado no tiene la intención de gobernar para todos y continúa su férrea batalla contra quienes no comulgan con las ruedotas de molino de la religión cuatroteísta. El problema es que seguir atizando los odios llevará seguramente a momentos indeseables, a enfrentamientos físicos y a cosas peores. Sería mejor que gobernara para simpatizantes y adversarios, pero parece mucho pedir…