27 marzo,2019 6:05 am

Marchan padres de los 43 en Cdmx; no han nombrado fiscal para el caso Ayotzinapa, señalan

Este martes se cumplieron cuatro años y medio de la desaparición de los normalistas, 54 meses en que los padres de los estudiantes han llegado puntuales a la capital, a exigir justicia con una manifestación en Paseo de la Reforma, un pase de lista en el Antimonumento y un mitin, ritual que se repite desde aquella oscura noche de Iguala.
Ciudad de México, 27 de marzo de 2019. Gonzalo Molina descansaba en su celda del penal de Chilpancingo cuando se enteró por la televisión. En Iguala los normalistas de la escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa se enfrentaron a la policía, el enfrentamiento dejó varios muertos. Corría la tarde 27 de septiembre de 2014, sábado, la desaparición de 43 estudiantes aún no era noticia. Gonzalo, promotor de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria (CRAC-PC) en el municipio de Tixtla, estaba a punto de cumplir 11 meses en prisión. No pudo evitar sentir angustia.
“Yo estaba en mi celda. Creo que es cuando más quise estar acá afuera, personalmente, desde 1989 he estado codo con codo” dice Molina en entrevista con El Sur, después de participar en el mitin conmemorativo en Ciudad de México a 54 meses de la desaparición de los 43 normalistas.
“En 1989 asesinaron a Juan Manuel Huikan, mi hermano estaba junto a él, ahí donde le dispararon, justo en las escaleras que dan a las canchas de la Normal. Le disparó un policía estatal, cuando vi por televisión lo que pasaba yo sentí una angustia tremenda, quería estar afuera, quería apoyar”.
Gonzalo Molina salió libre el 28 de febrero pasado. Fue detenido en 2013 cuando protestaba contra la detención de la entonces comandante de la CRAC, Nestora Salgado.
Como a ella se le acusó de lesiones calificadas, robo específico, privación ilegal de la libertad, terrorismo. En todos los cargos se le declaró inocente. Ayer, tres semanas después de su liberación acompaña a los padres de familia de Ayotzinapa.
“La relación entre la Policía Comunitaria y la Normal es muy larga, muy antigua”, cuenta micrófono en mano frente al Hemiciclo a Juárez, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
“Los normalistas de Ayotzinapa siempre nos defendieron a nosotros –continúa–. Y nosotros, la Policía Comunitaria de Tixtla, los defendía de los sicarios. Fíjense qué bonito, y por esta relación es que me duele que ustedes no encuentren a sus hijos. Yo mismo sufrí la desaparición de un hijo, pero yo pude rescatarlo. Yo sé lo que ustedes están sufriendo y vamos a seguir luchando. Estamos organizándonos de nuevo en Tixtla”.
No me duele, no me canso
No son más de mil personas pero algo en los contingentes de normalistas hace que parezcan muchos más.
Este martes 26 de marzo se cumplieron cuatro años y medio de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, 54 meses en que los padres de los estudiantes han llegado, puntuales a la capital cada día 26, a exigir justicia con una marcha sobre Paseo de la Reforma, un pase de lista en el Antimonumento y un mitin. Un ritual que se repite desde aquella oscura noche de Iguala.
Como cada 26, al frente camina el contingente de padres de familia con las fotografías de sus hijos colgando del pecho.
Le siguen los contingentes de las escuelas solidarias: la Normal Rural Pantaleón Domínguez, de Mactumatzá, Chiapas, cuya representación lleva un mes acampando en el Zócalo capitalino con la exigencia de que se restaure su sistema de internado, también está la escuela Normal Bilingüe Intercultural Jacinto Canek, de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, que pide se garantice el retorno a sus instalaciones.
Los siguen miembros de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México y un contingente de las familias desplazadas del municipio de Leonardo Bravo (Chichihualco), Guerrero, que también acampan frente a Palacio Nacional.
No son más de mil personas, pero los contingentes de normalistas han aprendido a ampliar las filas: toman su distancia, gritan sus consignas con todo el aire que pueden recabar sus pulmones.
Poco a poco a la marcha se unen pequeños contingentes de Atenco, de la Sección 9 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores por la Educación (CNTE), de los damnificados por el sismo del 19 de septiembre, de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias y de otras organizaciones campesinas como la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata (UPREZ).
Justo en el cruce de Reforma e Insurgentes la marcha se cruza con otra manifestación: a ritmo de cumbia, cientos de personas bailan en calzones. Por un segundo la solemnidad se rompe. Los normalistas ríen sorprendidos ante aquella multitud de pieles que se agitan. Son los 400 Pueblos de Veracruz que se manifiestan para que el ex gobernador del estado, Miguel Ángel Yunes Linares, sea investigado por enriquecimiento ilícito y peculado, entre otros delitos.
“Cuando estábamos empezando a hacer todo esto –recuerda Bernabé Abraján, padre de Adán Abraján de la Cruz–, yo me decía a mí mismo: no me duele, no me duele, para poder aguantar la ausencia de mi hijo. Ahora luego de tantos meses, yo me digo a mí mismo: no me canso, no me canso, no me canso”.
“Porque la verdad es que es cansado venir aquí cada mes a recordarles que nada ha cambiado. Esta es la hora de que no han designado un fiscal para el caso. Nosotros estamos atentos a eso, y preocupados”.
En efecto, la Secretaría de Gobernación aún no ha designado al fiscal especial que se encargará de llevar a cabo la investigación del caso Ayotzinapa.
La nueva fiscalía que se encargará exclusivamente de investigar la desaparición de los 43 estudiantes retomará las líneas de investigación que quedaron pendientes durante la administración anterior, además de las derivadas del informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI).
“Ya entre todos tiramos un gobierno, ¿no?, ya tiramos al PRI. Ahora sí que ojalá no tengamos que tumbar a los que llegaron porque tampoco nos cumplen”, dice Bernabé.
Cuando lo desaparecieron su hijo Adán tenía 23 años, hoy tendría casi 28. Dos hijos suyos quedaron en casa de Bernabé tras su desaparición. El mayor ya tiene 12 y Bernabé intenta mantenerlo alejado de la lucha social para que se concentre en la escuela. La hija menor de Adán tiene seis años, apenas recuerda a su padre.
Texto: Carlos Acuña / Foto: El Sur