10 mayo,2022 4:42 am

Margarita Leyva: “Mi hijo desapareció de la nada, y las autoridades no lo buscan”

Alberto Fonseca, de 20 años, se despidió de su madre el 19 de mayo de 2019, salió a trabajar como ayudante de albañil en Chilpancingo. “Yo me pregunto: dónde está, no se pudo haber esfumado como si no hubiera existido, no hay ninguna pista”, dice entre sollozos y no piensa en el Día de las Madres

Chilpancingo, Guerrero, 10 de mayo de 2022. Doña Margarita Leyva Cruz, pasará por tercera vez el Día de las Madres sin su hijo Alberto Fonseca, que está desaparecido desde el 19 de mayo de 2019, después de que salió de trabajar de una obra en la colonia Eduardo Neri, al poniente de Chilpancingo y en el trayecto a su casa en la colonia San Pedro.

“Mi hijo desapareció de la nada, así nada más. No he vuelto a saber nada de él”, declaró la mujer, quien reprocha la omisión e inacción de las autoridades para buscarlo y localizarlo. Dice que le arguyen que por ser hombre no es prioridad como lo son ahora las mujeres que desaparecen. También le argumentan que el hecho de que no haya tenido amigos ni novia y no haya tenido vida social se les dificulta seguir una línea de investigación.

El 19 de mayo de 2019 fue sábado. Por la mañana, Margarita vio salir a su hijo, recuerda: “Me dijo: mami, ya me voy, al rato regreso, te cuidas. Yo le contesté: sí papi, pero ya no llegó”, cuenta con voz quebrada.

Alberto tenía entonces 20 años. “Ahorita ya iría a cumplir 23”, explica doña Margarita quien con la yema de los dedos acaricia una lona enrollada de aproximadamente un metro, misma que después desplegó para mostrar la fotografía de su hijo con vestimenta militar; “él quería ser militar y ya había hecho su servicio”, informa.

Recuerda que el día que desapareció, Alberto fue a trabajar como albañil a unos edificios en construcción ubicados en la entrada de la colonia Eduardo Neri que colinda con la colonia San Pedro y habría salido a las 2 de la tarde.

Del lugar donde trabajaba en la colonia Eduardo Neri a su casa en la colonia San Pedro caminaba de 10 a 15 minutos y tenía que pasar por una barranca. “Yo les enseñé el edificio donde trabajaba y el camino que recorría para llegar”.

Asegura que su hijo no tomaba ni fumaba, pero que como era sábado y se supone que había cobrado, pensó las primeras horas que no llegó a su casa que se había ido de parranda con sus compañeros.

“Pensé que ese día era la excepción, porque él siempre regresaba puntual”, explica.

Cuenta que antes de ser ayudante de albañil fue empleado en una ferretería y seguía sus estudios como mecánico, “llevaba excelentes calificaciones”.

Como Alberto tampoco regresó al día siguiente, el lunes Margarita se presentó ante el Ministerio Público en el área de personas desaparecidas, para levantar el acta.  “Me pidieron muchos datos y aporté los poquitos que yo tenía y me dijeron que no podían hacer nada porque no tenían datos suficientes de él”.

Margarita Leyva refiere que les dijo a los del Ministerio Público que pensaba que eran ellos los que investigaban, que tenía la idea que son los que van al lugar de los hechos a buscar los datos que le pedían.

“Yo ya les estoy señalando el lugar donde desapareció”, cuenta que les reprochó. Pero añade que le dijeron que no, que necesitaba que ella recabara más información.

Señala que tampoco querían subir el caso a la plataforma de personas desaparecidas; “insistí, batallé bastante, pedí apoyo a otras personas para que pudieran subir el caso de mi hijo. Ellos me argumentaban que por ser hombre no era de tanta prioridad como las niñas o las mujeres”. Además, que tenían muchos casos que investigar.

También asegura que el personal del Ministerio Público fue a buscar al lugar donde despareció su hijo una semana después, ya cuando ella, por su cuenta, se había organizado con sus vecinos y el presidente de la colonia para hacer la búsqueda “rastreando” por la barranca y los cerros cercanos pero no encontraron nada.

También acudió a la Zona Militar para que le prestaran perros adiestrados para la búsqueda de cuerpos y jóvenes de los que prestan su servicio militar para que le ayudaran a buscar a su hijo.

Ella creía que como Alberto había cobrado, quizá lo habían arrastrado hacia la barranca para quitarle su dinero, “yo pensaba mil cosas. Era esa desesperación por no saber nada de él. No creía que se hubiera perdido así nada más, sin que nadie hubiera visto nada”.

También, sola, colocó volantes en las Combis de transporte público en diferentes rutas de Chilpancingo, en paredes, negocios y  escuelas.

Las autoridades seguían pasmadas. Cuando al fin, una semana después de que presentó la denuncia subieron a buscar, Margarita vio que de una camioneta se bajaron unas personas, se metieron a la barranca y salieron del otro lado, a un terreno de siembra de la colonia Eduardo Neri, hicieron algunas preguntas a la gente del lugar y se retiraron.

“No hicieron nada, no más se metieron a la barranca y salieron. El Ministerio Público no cumple con su trabajo. Después estuvieron que espéreme, espéreme, y así van pasando los días”.

Cuenta que ella ha seguido sus propias investigaciones día tras día, “pero hay cosas que uno no reporta porque tiene miedo, porque a veces las autoridades están coludidas con otras personas”.

Explica que por eso se incorporó al Colectivo Lupita Rodríguez, donde le dijeron que la iban a apoyar “y en esas estamos”.

Dice que, en tanto, cada dos meses o tres va al Ministerio Público a preguntar al licenciado que lleva el caso, “sólo para que me diga: no señora, no hay nada”.

Ella ha pedido insistentemente que vayan a preguntar por todos los edificios cercanos, que alguien debió haber visto algo, pero que le reitera que no hay datos suficientes; “no tenía novia, amigos, era muy solitario, es todo lo que me contestan”.

Ha solicitado al Ministerio Público un oficio para que pueda entrar a las cárceles del estado a buscarlo, porque tiene la esperanza de que quizás por error lo tengan encerrado con el nombre cambiado.

“Me dijeron que no se podía, que me darían los nombres de las personas detenidas. Les dije que no, yo quiero entrar cárcel por cárcel para verlos y desengañarme yo misma, pero no quieren”.

Asegura que ya le hicieron los estudios del ADN y cuestionarios. “Nos mandaron a Acapulco, después a Chilpancingo para registrarlos porque no estaban registrados sus datos, pero no nos dan ningún comprobante, ninguna copia de lo que se ha hecho, cuando menos en mi caso no. Me dicen que tienen mucho trabajo cuando lo solicito”.

Se queja que nunca la han llamado para que vaya a identificar algún cuerpo o restos de los que van encontrando y que es ella la que va a Semefo cuando se entera del hallazgo de algún cuerpo o restos encontrados.

Acusa: “Hay mucha negligencia, las autoridades no hacen el trabajo que debieran. Eso ha sido siempre, por eso se llevan más tiempo de lo debido en la búsqueda de las personas. Dicen que no hay personal suficiente, que hay mucho trabajo”.

Después de que Doña Margarita entró al colectivo, la canalizaron a la Comisión de Búsqueda de Personas Desaparecidas donde le prometieron que le van a entregar “un análisis de contexto”, es decir, el reporte de cómo se encuentra el caso.

“Han pasado tres años de que se perdió mi hijo y hasta este año me están anunciando una respuesta. Pero no me han cumplido con la cita, cuando me la dan me dicen discúlpeme señora surgió otro problema y posponen la cita”.

Doña Margarita dice que tiene la esperanza de que el “análisis de contexto”, sea porque ya tienen indicios de lo que pasó con su hijo, porque hace algunos meses el fiscal para personas desaparecidas le dijo que iban a intervenir para que el Ministerio Público se pusiera a trabajar.

Este 19 de mayo Alberto cumplirá tres años desaparecido y doña Margarita todavía no tiene ni idea de lo que pasó con su hijo.

“Yo me pregunto: dónde está, no se pudo haber esfumado como si no hubiera existido, no hay ninguna pista, y ellos (los del Ministerio Público) dicen que es por lo mismo, que era muy callado, que casi no hablaba con nadie, no tenía amistades, novia, y yo les digo que sí, que era una persona muy seria para no meterse en problemas y sin embargo se lo llevaron”.

A sus 20 años, Alberto Fonseca era el hombre de la casa y el “sostén” de doña Margarita, quien es madre soltera. Tuvo tres hijos; dos hijas y Alberto, una mujer es mayor que su hijo desaparecido y otra menor; “él era el que me apoyaba para todo”, cuenta.

Dice que sobrevivieron con muchísimo trabajo y que sus hijos siempre estudiaban y trabajaban debido a que el papá aunque vive nunca los apoyó, “le pusimos una demanda por pensión para que ellos estudiaran pero no procedió”.

Aun sin indicios de su paradero, dice que tiene la confianza de que, como sea, lo va a encontrar, no importa que esté muerto, quizás lo accidentaron o lo calcinaron, no sé, o quizá todavía esté vivo”, expresa entre sollozos.

Dice que, en las horas previas del 10 de Mayo, Día de las Madres, sólo tiene presente el día que se despidió de ella: “Al rato regreso mami, y ya son tres años y como si no se hubiera ido lo sigue teniendo presente aunque físicamente es como si no hubiera existido, como que si se hubiera esfumado”.

Texto: Zacarías Cervantes / Foto: Jesús Eduardo Guerrero