15 junio,2023 4:57 am

Masacre en la Coprera. 20 de agosto de 1967

 

(Segunda parte y última)

Anituy Rebolledo Ayerdi

Ni ejército ni policías : RAA

La nueva dirigencia de la URPC, encabezada por Jesús Flores Guerrero, sin reconocimiento por parte de la SAG, se entrevista con el gobernador Raymundo Abarca Alarcón. Le solicitan la presencia de la fuerza pública en su primera asamblea en su edificio de Acapulco (Ejido y Calle 9). Le exponen sus temores sobre posibles actos de violencia porque el grupo de copreros disidentes, encabezados por Julio Berdeja, ha anunciado una reunión en la misma sede, el mismo día y a la misma hora.
–Se los digo una vez más, señores, responde el mandatario, ¡mi decisión es irrevocable! ¡Ni policía ni ejército! Lúcido estaría yo gestionando ante la Zona Militar la custodia armada para una vil borrachera, que no será otra cosa la reunión de ustedes. Además, me apoyo en la recomendación que me hizo apenas ayer el señor secretario de Gobernación, don Luis Echeverría Álvarez. Platicando con él sobre este asunto me dio la razón con estas palabras: “Hace usted muy bien, señor gobernador, en actuar como el chinito, ‘nomás milando’”.

“¿Para cuándo son los amigos”

Apenado por no poder servir a quienes le ayudan a mantener tranquila la entidad, particularmente ambas costas, Abarca Alarcón invoca a la amistad para salvaguardar la reunión coprera. “‘Los amigos’, digo yo, darían al evento una mejor protección, incluso que la policía y el Ejército”. Aludía el mandatario a los grupos civiles dotados por su gobierno con credenciales policiacas, usadas trágicamente como “permisos para matar”. Integrantes todos ellos de la famosa Hermandad Costeña del Gatillo, conocidas como La Gamba, en la Costa Grande y La Brosa, en la Costa Chica.

Llega el día

Llegado el día de la celebración, los reporteros se reúnen en la Redacción del diario Trópico para de ahí partir a la coprera: Andrés Bustos Fuentes, corresponsal de La Prensa y de la agencia gala France Presse; Enrique Díaz Clavel, corresponsal de Excélsior, y este columnista, de AMEX, la primera agencia mexicana internacional de noticias. Un telefonema anónimo les avisa que ya hay movimiento en la coprera y hacia allá parten en el carrito de Bustos.
Llegan al sitio para atestiguar el arribo de los camiones que transportan a los copreros de la Costa Grande, encabezados por su líder, Julio Berdeja, destacando entre ellos un buen número de mujeres. La operación se ejecuta en la confluencia de las avenidas Pie de la Cuesta y Ejido. Allí los esperaba Óscar Figueroa, agente de la Secretaría de Gobernación, acompañado de policías municipales encargados de verificar que nadie porte armas, incluidos machetes. Una vez cacheados, los copreros se dirigen a la puerta del edificio de la coprera, donde Berdeja y su asesor, César del Ángel, tramitan el acceso al salón donde pretenden reunirse.
La aparición de los tres periodistas provoca una reacción hostil por parte de algunos custodios del edificio. Fue entonces cuando Andrés Bustos toma la delantera voceando a gritos “¡France Presse!, ¡France Presse!, ¡France Presse!”, mientras enarbola su credencial de la agencia a la que sirve. Aquella jerigonza tendrá el efecto de un conjuro para endulzar aquellos rostros patibularios, pudiendo así acercarnos al núcleo de la noticia.

La puerta

El edificio de la coprera había sido tomado la noche anterior por la organización dirigida por Chucho Flores. La puerta del mismo era de dos hojas de cristal muy grueso y su custodia había sido encargada a “cadeneros”, tan celosos como los de cualquier discoteca del puerto. No otros que los conspicuos ‘amigos’ de los que había recomendado el señor gobernador. Era jefe de ellos Constancio Hernández El Zanatón, quien diez años atrás, junto con El Animal, había diezmado una partida militar en el poblado de La Caridad, San Marcos. Puerta de cristal que será detonante de una de las más crueles matanzas de campesinos guerrerenses. Sus momentos:
1.- “Aquí no pasa ningún hijo de la chingada por muy diputadito que sea”, responde El Zanatón cuando del diputado César del Ángel le exige paso libre al edificio de la coprera para el grupo de Julio Berdeja.
2.- “¡Esta es también nuestra casa!”, argumenta Del Ángel con un vozarrón intimidatorio, replicado a coro por sus acompañantes.
3.- “Sólo muerto los dejo pasar, diputadito de mierda”, responde El Zanatón tras el cristal.
4.- Alberto Véjar, secretario de Del Ángel, se coloca al frente de este para encarar directamente a El Zanatón. Al hacerlo entrega a su jefe un portafolios del que saca una pistola escuadra. Será entonces cuando lance un grito estentóreo:
5.- “¡Ábrenos la puerta o la rompo a patadas, negro hijo de tu negra y puta madre!”. Y diciendo y haciendo: lanza una patada a la puerta de cristal, que sucumbe con gran estrépito ante la punta acerada de la bota de Véjar. No habrá tiempo para que los seguidores festejen el paso libre.
6.- Simultáneamente con el estrépito del cristal se escucha una descarga de arma de fuego. La .38 súper de El Zanatón sobre la humanidad de Véjar, que también toca al coprero Cornelio Carranza. Gritos de hombres y mujeres en franca huida hacia la Calle 9.
7.- Tocado por las balas disparadas por El Zanatón, Véjar González lanza una estentórea imprecación gutural. Cae como regla hacia atrás y sucede lo inexplicable: acciona su arma y toca a su agresor pero no muere, sólo le vacía el ojo izquierdo.
8.- Prisciliano Peña, joven campesino de Tenexpa, intenta apoderarse de la pistola de Véjar, pero antes de conseguirlo es abatido por agentes de la Policía Judicial que, según Abarca, no estarían en la reunión.
9.- Julio Berdeja, sus dos hermanas y otras mujeres consiguen cruzar la Calle 9 para guarecerse tras una camioneta pick up, estacionada frente a la coprera. Lo hacen precisamente en la línea de fuego de los tiradores del segundo piso, quienes acribillan a una hermana del líder, a dos mujeres que la acompañaban y a un niño de 12 años que vendía paletas. Berdeja escapa con vida pero con las piernas destrozada, lo que lo dejará paralítico. A la camioneta se le contaron más tarde 140 impactos de bala.
10.- La balacera se generaliza, siempre a partir del edificio. Un gran número de bocas de fuego ejecutan una sinfonía de muerte y dolor.
9.- El diputado César del Ángel abandonó el campo de guerra auxiliado por copreros y así logra salvar su vida, que ya tenía precio. Para eliminarlo se había traído a un matón de Tierra Caliente, apodado El Alacrancito, experto en el manejo del fusil M-1. Con tan mala suerte que “los de adentro” lo confundieron con “ los de afuera” dejándolo como coladera. Era casi enano, con una pierna más larga que la otra.
10.- La agresión intensa durará varios minutos para continuar luego con una cacería a partir de la azotea del edificio de la coprera. Se dispararan armas largas contra todo lo que se mueva en una alfombra de cuerpos humanos, todos tendidos sobre el quemante pavimento de la avenida Ejido. Muchos muertos, pero los más aparentándolo. Estos últimos tomaron la vertical cuando llegó el Ejército… ¡y hasta no verte Jesús mío!

Testimonios

Recogimos testimonios de intenso dramatismo, como el del nieto que cuidaba a su abuelo, ambos campesinos, tendidos en la avenida Ejido, convertida en reverberante campo de extermino.“Yo dícele y dícele ‘no te muevas, abuelo, porque estos hijos de la chingada le tiran a todo lo que se mueve’. Entonces se escucha una sirena y el abuelo levanta la cabeza y ¡pum!, una bala se la despedaza. ¿Y ahora qué le voy a decir a la abuela? (Baudelio López, de San Jeronimito). La ambulancia de la Cruz Roja también fue baleada.

La toma de la coprera

Los tres reporteros desbalagados, Andrés, Enrique y Anituy, se reúnen finalmente en el interior de la coprera. Son amigos del general Salvador del Toro Morán, comandante de la 27 Zona Militar, lo que les permite libre movilidad sobre el área acordonada. La toma de la coprera por parte del Ejército había sido una auténtica acción guerrera.
–¡Nadie sale, todos pecho a tierra y las manos en la nuca!, ordena un militar a los ocupantes del edificio. Gritos y llanto de mujeres y niños. ¿Niños? Estos forman parte de una banda de música infantil de La Laja y son los primeros en salir. Enseguida las damas invitadas y las encargadas de la cocina. Al final vendrá el desfile de los matones, entre quienes no faltarán los que clamen inocencia asegurando no haber tenido nunca una pistola en sus manos. El jefe militar los mira con desprecio al tiempo que murmura: “¡pinches putos!”.

Del Toro Morán

–“¿¡Como han podido estas bestias cometer tamaña carnicería?! ¡Dios!” –estalla el militar con el rostro congestionado. ¡No me lo van a creer pero algunos de estos desalmados se sentaron a comer barbacoa luego de matar a tanta gente! ¡Bestias! ¡Todos, sin excepción, portan credenciales de policías estatales o municipales! ¿Cómo puede ser posible, digo yo, que el propio gobernador del estado esté interviniendo a favor de algunos de tales carniceros? ¡Allá que los jueces se los entreguen, yo, en este momento, ni madres!
Indigna a Del Toro Morán el ofrecimiento de los hermanos Gallardo de 100 mil pesos por dejarlos libres. “¡Pinches gallinas!, ¿no que muy machos los matones hijos de la chingada?”. Más tarde, ante el agente del Ministerio Público, los Gallardo –Gonzalo, Demetrio, Luis e Isabel– negarán ser copreros, simplemente invitados de honor a la fiesta. ¿Las armas? ¡Sólo por lo que pudiera ofrecerse!

El arsenal

El arsenal incautado por el Ejército en la coprera será superior al usado en cualquier golpe de estado en países del Cono Sur: 40 pistolas, 43 escopetas, 50 fusiles M-1, 35 carabinas M-2, 6 Mauser y 27 puñales

Las víctimas

El número de víctimas de la masacre de la coprera alcanzó una cifra superior a las 200 personas, 30 asesinadas y 190 lesionadas. Nunca se supo de los campesinos lesionados que lograron llegar a sus comunidades. En realidad nunca se conocerá el número de las víctimas de tan cruel matanza. Lo que sí se supo es que los agresores, todos, murieron en sus camas, confortados con todo los auxilios religiosos y algunos como El Zanatón con la bendición papal.

En la Redacción

Ya en la Redacción de Trópico, los tres reporteros comentan el suceso:
–Y tú Andrés, ¿por qué chingaos te lanzaste como loco a gritar “France Presse, France Presse”?
–¡Pendejos… porque si hubiera gritado ‘somos periodistas somos periodistas’, ahí mismo nos dejan como coladeras!