19 enero,2023 10:00 am

Me molesta la pobreza, la corrupción, señalaba el escritor Ricardo Garibay en un embate contra los políticos

A 100 años de su natalicio, se recupera una entrevista hecha en 1997 al autor de obras fundamentales en la literatura mexicana del siglo XX, como Beber un cáliz y La casa que arde de noche. Señala al político “que vemos que procura encumbrarse amparado en un partido hegemónico; el que llega al puesto público no para amar a la patria, sino para llevarse el dinero”

Monterrey, Nuevo León, 19 de enero de 2023. Hace 25 años, en 1997, Ricardo Garibay, autor de Beber un cáliz y La casa que arde de noche, visitó Monterrey para participar en la Escuela de Verano de la UANL, tiempo de esta entrevista. Murió al año siguiente.

El miércoles se cumplieron 100 años del natalicio de este escritor fundamental de la literatura mexicana, cuya obra reunida fue publicada en 10 tomos por Océano y Conaculta.

Al borde del fin de siglo, era 1998, Ricardo Garibay desayunaba en el restaurante del hotel con algunos escritores de Monterrey.

Su voz estruendosa había disminuido decibeles y la figura barrilesca del joven aquél dio paso a la de un hombre maduro al que en frecuentes ocasiones se le escapaba la tranquilidad. Se consumía.

Triste domingo, Par de reyes, Bellísima bahía, Fiera infancia y otros años y Las glorias del gran Púas son algunos de los libros de Garibay, quien al finalizar el desayuno, recuperado de un cáncer de próstata que estuvo a punto de enviarlo a la muerte, bebía café y fumaba sin cesar Camel, Delicados y Faros.

A sus 75 años, ya sin el deseo ferviente de ser un padrote internacional o un campeón mundial de peso welter; refutando aún a los “farsantes” del denominado boom latinoamericano, así como a Proust, a Mailer, Garibay, el del relato cinematográfico, el cronista, el hombre cercano al poder, el de los documentales del presidente Luis Echeverría, el escritor viajero, habló durante la entrevista buena parte –y de forma muy decepcionada– del poder.

Sus impresiones sobre los políticos de entonces pareciera que se puede aplicar a los de hoy.

–¿Qué le molesta a Ricardo Garibay?

–¿Que qué me molesta? Lo mismo que a usted: la pobreza, la corrupción, la falta de conciencia profesional en nuestro país. Éste probablemente sea el indicador más visible de nuestro subdesarrollo: la incapacidad para asumir un compromiso profesional. Es lo que más duele, lo que más molesta”.

–¿Qué opinión le merece la clase política del país?

–Creo que los políticos son la especie inferior de la condición humana, un asco. No me refiero al político ortodoxo, al que lo es de veras –de una precisa y clara conciencia de servicio– sino al que vemos que procura encumbrarse amparado en un partido hegemónico, en una lucha no precisamente de partidos, sino de grupúsculos electorales; el que llega al puesto público no para amar a la patria sino para llevarse el dinero.

Es lamentable. Me llena de indignación, de vergüenza. Sólo dígame el nombre del político que quiera y haremos una estela de indecencias, sinvergüenzadas y latrocinios que nos llenan de asco, y créame que no estoy inventado ni una sílaba. Son famosos los políticos a los que me refiero, los conocemos. Sabemos nombres y apellidos.

–¿Considera que ha sido la sociedad la que ha permitido los excesos de la clase gobernante?

–La corrupción no es inocua. Marguerite Yourcenar, en Memorias de Adriano, dice: ‘La corrupción había penetrado al Imperio (se refiere al romano) de parte a parte, y había provocado con eso una pareja mediocridad de almas donde se ahogaba la inteligencia’. La corrupción no es inocua, le digo, sino que penetra en todos los estratos de la sociedad, en todas sus capas sociales, en todas las condiciones económicas.

“Es corrupto tanto el empresario como el político, y tan corrompido se encuentra el carpintero que no cumple su oficio como el secretario de Estado que engaña, que no trabaja en bien de su patria, de su sociedad, de México. Es pareja la corrupción, por eso no tiene uno de quién echar mano para llevar a cabo trabajos de buena fe, que requieren no sólo tiempo, sino de un violento esfuerzo. Es lamentable”.

–¿Qué o quién ha permitido esta corrupción de la que hablamos?

–La corrupción es completa y tan corruptos somos usted y yo como el Presidente de la República, el Secretario de Estado, el Gobernador de cualquier entidad, la corrupción es igual, cada quien la ejerce desde su nivel y según la trascendencia que tiene en la sociedad, todos la ejercitamos”.

–¿Quién la empezó?

–Eso no lo sé, tampoco importa quién comenzó si ya es pareja la putrefacción. La corrupción, junto con la mediocridad de almas, nos lleva al traste con todo. Pareciera que no sólo no sabemos jugar futbol, sino que tampoco sabemos matemáticas, música, filosofía, literatura; en nada figuramos respetablemente a nivel mundial.

“Eso usted lo sabe tan claramente como yo, y si sale un poco del país y se asoma a los países europeos, verá la sonrisa desdeñosa con la que nos miran. Eso nos los hemos ganado y por desgracia padecemos una profunda ignorancia”.

–¿Cuál es la esperanza?

–Que cada quien cumpla lo que tiene que hacer de la mejor manera posible, a la perfección. Esta reeducación tiene que venir desde abajo, desde los primeros años, e ir hacia arriba de modo individual. ¡Librémonos ya de las prédicas populistas de orden político, filosófico! Veamos en cada persona, en cada hombre y mujer el amor a la patria, amor con el que debimos haber nacido.

“¿Por qué todo nos falla antes de terminar el camino? Mediocridad de alma, falta de estilo, de amor, ¡carajo! Aquí nadie nos enseña el amor a México, es una bobada, ¡coño!, eso ni se toca siquiera, ¡adelante!, cada quién para su santo y después de mí el diluvio. ¡Al carajo con los idealismos! Creemos que somos dignos de respeto en la medida en que cuajamos el dinero con nosotros, venga de donde venga. Esto es el derrumbe del país, ¡diablos!, y lo estamos viendo”.

Texto: Agencia Reforma