7 abril,2023 5:13 am

Mi amigo Héctor Astudillo

La política es así

Ángel Aguirre Rivero

 

Hace poco un muy querido ex gobernador de otra entidad se sorprendía de la buena relación entre Héctor Astudillo y yo, y se atrevió a preguntarme:

–Oye Ángel, yo pensé que Astudillo y tú no se llevaban.

–¿Por qué? –le pregunté.

–Porque en mi estado, con ningún ex gobernador nos hablamos –me contestó.

–Pues fíjate que Héctor y yo, nos llevamos mejor que cuando era gobernador y vamos a caminar juntos…

–Qué bueno Ángel –me dijo– los felicito.

No sería la primera vez que caminamos juntos con Héctor Astudillo, sin cuyos buenos oficios y relaciones de alto nivel, la reuniones de ex gobernadores que sostenemos cada mes, no serían tan productivas y reflexivas, por la calidad de nuestros invitados y asistentes

Yo sostengo que a los amigos se les conoce verdaderamente cuando ya no se tiene poder. Y en mi caso, como yo he vivido en las adversidades, tomo las palabras de Napoleón Bonaparte cuando afirmaba: –nunca sabrás quiénes son tus verdaderos amigos, hasta que no caigas en la desgracia.

No basta decir que de las derrotas se aprende, hay que asimilarlas y transformar nuestras vidas, creo que ese es un rasgo en común que tenemos Héctor y yo.

Con Héctor nos unen además de nuestra pasión por la política y amor por Guerrero, también muchos momentos que han afianzado nuestra amistad.

Baste recordar que cuando asumí el gobierno interino me apoyó con sus invaluables capacidades intelectuales.

O nuestra constante relación, cordial y de colaboración durante tres años, él como alcalde de la capital y yo como gobernador de nuestro estado, en donde construimos un sinnúmero de obras, para mi segunda tierra, mi hermoso Chilpancingo.

Héctor, como gobernador de nuestro estado, supo cumplir con su tiempo y su circunstancia como dijera el escritor Salvador Casanova.

No me toca ahacer un balance d su obra de gobierno porque eso le toca al pueblo de Guerrero, pero lo que sí puedo decir es que fue un gobernante responsable, esforzado, sensible, y siempre atento a los problemas de nuestro querido estado.

Aún a costa de desgastar su salud, estuvo al frente en todas las circunstancias que le tocó vivir durante su periodo de gobierno.

También es cierto que la política, tal y como es, a veces propicia algunas diferencias, pero no se puede ir por la vida mascullando esos momentos.

Si una persona permanece al lado de otra en los peores momentos de su vida, está demostrando que la amistad está por encima de todo, y que siempre contarás con ella. Eso vale más.

Pero los verdaderos amigos no son los lisonjeros que se acercan al poder para obtener algún beneficio, sino aquellos que tienen la capacidad y la valentía para decir aquello que no ven bien en nuestro comportamiento o en nuestra forma de ser, el camino fácil de criticar por la espalda no es el que tomaría un amigo de verdad.

La amistad verdadera es capaz de superar las diferencias, los problemas, las discusiones, los malos entendidos. Lo que es difícil de superar es la traición, la ingratitud y la falta de memoria.

Los amigos se cuentan dos veces: en las buenas para ver cuántos son y en las malas para ver cuántos quedan.

Hace unos días recibí a Héctor en Ometepec, en una reunión plural, que convocó a los líderes del PRI, del PRD, legisladores, alcaldes y varios de mis ex colaboradores.

En esa reunión hicimos votos por la unidad de las y los guerrerenses. Guerrero lo requiere.

Del anecdotario

Tenía más de 22 años que no regresaba a los rápidos de Jalco-mulco, y ésta vez decidí llevar a mis nietos Santiago y Leonardo a vivir esta experiencia maravillosa por el río La Antigua, Veracruz donde hicimos un descenso de casi 3 horas con más de 20 rápidos de grado 3.

“La Bruja”, “El Chucky”, “El Huevo Estrellado”, “La Pasadita”, fueron tan sólo algunos de estos rápidos donde había que remarle o nos veníamos abajo, y fue mi oportunidad para decirles a quienes hoy me llenan de vida y de felicidad: “Esto es como en la vida, cuando enfrentas a una adversidad, si no luchas, si no remas, nunca saldrás adelante como dice en una de sus más hermosas canciones Kany García: “Remamos”.

Después de disfrutar de la belleza de sus montañas, su vegetación exuberante, la gran cantidad de aves que pudimos apreciar en el recorrido, llegamos francamente agotados.

–Abuelo y ahora a dónde nos vas a llevar a comer, tenemos mucha hambre –me dijeron al unísono.

–Los voy a llevar a comer los mejores mariscos del mundo –les dije y nos enfilamos rumbo al pueblo mágico de Coatepec, donde se produce el mejor café de altura.

Llegamos hasta el restaurante Casa Bonilla, que yo había conocido cuando coordiné la campaña de Francisco Labastida en Veracruz y me hice muy amigo de su propietario El Gordo Bonilla.

Al ingresar al restaurante me embargó la nostalgia, y pregunté a un viejo mesero por El Mosco, el jaranero que nos deleitaba cada vez que visitábamos el lugar.

–Pues se murió hace algunos años… –me contestó.

Fijó su mirada sobre mí y a pesar de que me cubría con una gorra, alcanzó a decirme:

–Yo a usted lo conozco, ¿usted es el que fue gobernador de Guerrero, verdad?

Nos dimos un abrazo y le pregunté por mi querido amigo bonilla el dueño del lugar.

–Murió hace tres años señor Aguirre, ahora su hijo es el que está al frente.

Me causó mucha tristeza.

–Oye, oye –le dije– ¿y el talabartero César que también se reunía con nosotros, vive?

–Él sí vive.

–Pues me lo saludas mucho.

Bonilla tenía un privado donde había hecho una galería de los exg obernadores de Veracruz y un día me dijo que me tenía un sorpresa, pues cuando llegué a su restaurante resulta que me había incluido en esa galería.

Le dije que no lo hiciera, porque ahí sólo estaban mandatarios de Veracruz, y con su estilo jarocho me contestó: –a mí qué chingaos me importa, tú también fuiste gobernador y eres mi amigo, mi hermano.

Hoy la galería está a la vista de todos, y cual sería mi sorpresa que mi fotografía aún la conservan, cuando tenía tan sólo 42 años, mis nietos se quedaron sorprendidos al verla.

Cuando me disponía a degustar lo que nos llevaron, mi amigo César el talabartero, llegó hasta mi mesa.

–Ángel, me dijeron que estabas aquí y quise venir a saludarte.

Nos fundimos en un abrazo en el que casi lloramos. Recordamos al Mosco y a Bonilla. Se tomó dos tequilas y una cerveza y me platicó las historias de cuando les confeccionó sus sillas de montar al papa Juan Pablo Segundo, al rey Juan Carlos, a Vicente Fernández y a tantos personajes famosos.

–Ángel ya me voy a morir –me dijo–. Creo que me he portado muy mal, porque a mí Dios todavía no me lleva; voy a cumplir 83 años, pero hoy me haz hecho pasar uno de los momentos más felices de mi vida.

La vida es así…