Armando Ramírez nació en la Ciudad de México el 7 de abril de 1952. Ha sido guionista, reportero, conductor y realizador de series de televisión. Entre sus obras destacan, en narrativa: Chin Chin el teporocho, Noche de califas y Me llaman la Chata Aguayo.
Ciudad de México, 10 de julio de 2019. El escritor y cronista mexicano Armando Ramírez Rodríguez murió hoy a los 67 años de edad, confirmaron sus familiares.
El Barrio Bravo perdió a uno de sus hijos pródigos. El que creció en el número 11 de Fray Bartolomé de las Casas, frente al deportivo que los tepiteños bautizaron como “El Maracaná”, y que con sus crónicas volcó las miradas hacia los personajes y escenarios cotidianos de la cultura barrial: Armando Ramírez.
“Hoy, la familia Ramírez comunica que nuestro padre acaba de fallecer”, anunciaban en Facebook la tarde de ayer Marcela, Jimena y Armando, sus hijos, omitiendo la causa del deceso, pero evocándolo como un “guerrero de vida” y “el papá más chingón, amoroso, comprensivo y alentador”.
El cronista, narrador, periodista, guionista, dramaturgo y conductor, quien tenía 67 años, había pasado por unos meses difíciles de enfermedad a raíz de la detección de un tumor vertebral que lo llevó a permanecer un tiempo internado en el Instituto Nacional de Neurología a principios de año, después de presentar su última novela Déjame.
Las redes sociales, con reacciones de figuras e instituciones culturales, volvieron tendencia la repentina partida de un autor simplemente ejemplar. El hijo de un boxeador respetado y temido en Tepito, de cuya fuerte sombra logró salir para convertirse en una rara avis del barrio, un hombre sumamente culto que vivía de hacer libros, entregado enteramente a la cultura popular.
“Logró el respeto del barrio convirtiéndose en un gran cronista, en un gran escritor y, finalmente, en uno de los representantes de Tepito, porque había logrado mostrarle al mundo mucho de lo que Tepito era y que los propios tepiteños no eran capaces de mostrar”, consideró en entrevista Miguel Ángel Quemain, periodista cultural y amigo cercano de Ramírez.
“Un cronista urbano inmejorable por la frescura de sus entrevistas, por sus grandes hallazgos y por la posibilidad de dejar ver lugares y personajes que mucha gente ni se imaginaba”, señaló, por su parte, Alfonso Hernández, cronista y fundador del Centro de Estudios Tepiteños de la Ciudad de México, quien creció en la misma manzana que el autor.
A decir de Quemain, la literatura de Ramírez, vertida en obras clásicas como Chin Chin el Teporocho, Noche de Califas o Crónica de los chorrocientos mil días del barrio del Tepito, está cobijada por una estética de proscripción y bajo mundo, muy al estilo de los autores franceses Louis-Ferdinand Céline o Jean Genet, que el tepiteño conocía bien como el voraz lector que era.
Pese a ser parte de esta literatura moderna que, como José Agustín o Parménides García Saldaña, relató la juventud, la marginalidad y la contracultura, Ramírez careció de los reflectores oficiales.
“Fue uno de los autores que nunca tuvo el reconocimiento de un mainstream bastante mezquino; forma parte de esas figuras que la aristocracia cultural nunca logró terminar de aceptar. Tuvo mucho éxito de ventas; logró vivir, en parte, de sus libros; fue un hombre reconocido, pero nunca tuvo una obra importante editada en el Fondo de Cultura Económica”, advirtió Quemain.
“Me parece muy penoso, muy triste, que no se le haya dado el suficiente reconocimiento, porque él tenía una voz muy auténtica, muy original (al ser) oriundo del barrio de Tepito; una suerte de transcripción literaria del lenguaje del barrio, muy afortunada, muy rica, llena de expresiones, de giros, de modismos y, aparte, de toda la imaginería popular de este barrio tan tradicional”, añadió Rogelio Villarreal, periodista y editor a quien le tocó corregir en los 80 Chin Chin… y Pu, cuando se decidió que el título de ésta cambiara a Violación en Polanco.
Junto con Daniel Manrique, Julián Ceballos Casco y Felipe Ehrenberg, Ramírez cofundó el grupo Tepito Arte Acá en 1974, movimiento en defensa de la identidad del barrio surgido para contrarrestar una ofensiva inmobiliaria del Gobierno capitalino contra las vecindades de Tepito, recuerda Hernández.
Posteriormente se les uniría el director teatral Virgilio Carrillo, quien adaptó a escena varias de las obras del autor -a veces con el apoyo de fayuqueros para la producción-, como Quinceañera, presentada incluso en Los Ángeles.
“Creo que lo que hicimos Armando y yo, y como (Tepito) Arte Acá, fue mostrar que era posible el teatro, que era posible la cultura popular, que era posible que el teatro le gustara a la gente, y de ahí seguimos haciéndolo”, comparte Carrillo.
Hace dos meses desayunó con él. Aunque el hombre que se dedicaba a recorrer la Ciudad ya no podía caminar, lo vio lúcido, fuerte, leyendo, escribiendo, y discutieron de varias cosas: del Fonca, del Gobierno actual, de política cultural y de sus planes para abrir un espacio en el centro que se llamara “El bar de Chin Chin el Teporocho”, donde se pudiera comer, beber, platicar, comprar un libro o disfrutar de un espectáculo escénico.
Ayer partió ese hombre. El autodidacta, jefe de información del noticiero cultural Hoy en la Cultura y autor de miles de cápsulas radiofónicas y televisivas; el reportero humilde y plural, conocedor lo mismo de la música de Leonard Cohen y Van Morrison que de la cumbia y los sonideros, y cuya obra saltó a la cinematografía de la mano de Gabriel Retes.
Ramírez será despedido hoy, a partir de las 11:00 horas, en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, en la Condesa. No en Tepito, pero el barrio y sus personajes a los que dedicó su vida seguramente llegarán allá.
Inti Muñoz, Coordinación Interinstitucional de la Secretaría de Cultura capitalina
“Ha muerto uno de los más importantes cronistas del pueblo. (Visibilizó) la cultura, al lenguaje, a los códigos, a las formas de ser que son una parte que no era reconocida claramente por el establishment de la cultura mexicana”.
Alfonso Hernández, cronista de Tepito
“Es una pena que este mismo año el barrio haya perdido dos baluartes importantes, por un lado: Lourdes Ruiz, La Reina del Albur, y ahora el deceso de Armando. Al barrio no nada más le dan fama sus boxeadores ni sus bailarines o su comercio, sino también la gente dedicada a defender la identidad y la cultura”.
Texto: Leticia López / Agencia Reforma / Foto: Agencia Reforma