18 octubre,2021 5:20 am

Murió Alfredo López Austin

La República de las Letras

Humberto Musacchio

Diez años sin Miguel Ángel Granados Chapa

Murió Alfredo López Austin

Alfredo López Austin era de esos seres mayores que saben tender la mano solidaria a los pequeños, que son capaces de tratarlos como iguales. El sabio juarense era de una sencillez que iluminaba lugares, personas, vocaciones, obras, almas… Rosario Reyes escribió en El Sol de México que las iniciales del maestro se leen como ALA, y que precisamente dotó de alas a sus alumnos para emprender un vuelo interminable por la historia de México, como lo hizo él a lo largo de su provechosa existencia, guiado por la convicción de que en la ciencia las búsquedas son permanentes, interminables, y los mitos resultan elementos clave para entender la realidad, la de ayer y la de hoy. López Austin se va sólo parcialmente. Deja un legado rico en contenido, pero también en la forma, pues la suya es una obra escrita y vivida con amor por el conocimiento, por el pasado y el presente, por los mexicanos de antes y los de ahora.

Cazals, otra enorme pérdida

Todavía bajo el golpe que significó el deceso de López Austin, nos enteramos de la muerte de otra figura mayor, entrañable: el cineasta Felipe Cazals, nacido en 1937, aunque no se sabe si en España (su padre era republicano) o en Francia, aunque fue registrado en Zapopan como mexicano, que de veras lo fue. La última película que dirigió fue Ciudadano Buelna, terminada a fines de 2012 pero estrenada tres años después. Además de su riquísima filmografía, deja el libro Cuatro guiones para cine, editado por la UNAM en 2012. Después de eso, con Gerardo de la Torre trabajó mucho en un guion sobre los Niños de Morelia, que ganó un premio en el Festival de la Habana, aunque no llegó a filmarse. Hombre de izquierda, pero alérgico al arte panfletario, el empeño de sus últimos años se centró en una historia sobre Benita Galeana, legendaria militante comunista. Su deceso, por cáncer de esófago, es una cuantiosa pérdida para nuestro cine. Era un gigante.

La Joven de Amajac, a Reforma

En la glorieta donde estuvo el monumento a Colón se colocará La Joven de Amajac, escultura descubierta el pasado primero de enero en la comunidad de Hidalgo Amajac, municipio de Álamo Temapache, en el estado de Veracruz. Se trata de una obra de la cultura huasteca, elaborada en roca caliza, mide 2 metros de altura, 60 centímetros en su parte más ancha y alrededor de 25 centímetros de grosor, la que actualmente se puede ver en la exposición Grandeza de México que se halla abierta al público en el Museo Nacional de Antropología. La pieza representa a una joven de apariencia aristocrática y fue elaborada entre los años 1450 y 1521 de la era contemporánea.

Museo de los Horrores Históricos

Escribió Bolfy Cottom en El Universal: “No tenemos derecho a eliminar símbolos que –nos guste o no– forman parte de nuestra historia. Negar a futuras generaciones que las conozcan, aun siendo considerados como testimonios obscuros y condenables, no debe ser resultado de decisiones autoritarias sino producto de una amplia discusión que respete el Estado de derecho”. Pues sí, pero un monumento es siempre para rendir homenaje a alguien o algo. Y como no cabe rendir pleitesía a la barbarie colonialista ni es procedente destruir el monumento a Colón y amigos que lo acompañan, lo aconsejable es meter el conjunto de marras a un Museo de los Horrores Históricos, al que deberán enviarse también las estatuas levantadas a Toño López de Santa Anna, al dictador Porfirio Díaz, al chacal Diaz Ordaz, a Luis Echeverría y a otros personajes de esa ralea, abundantes en la historia de México. Instalar el Colón en Polanco es invitar a que continúen las pedreas, el pintarrajeo y otros ataques contra el monumento, que ya no estará a salvo ni aunque lo coloquen en una zona fifí.

Juárez, Colón y Tello Díaz

Carlos Tello Díaz escribió (Milenio 14/X/21) que hubo continuidad en la visión de la historia “a mediados del siglo XIX” porque Maximiliano, Juárez, Lerdo y Porfirio Díaz –dice Tello– “estuvieron de acuerdo en levantar una estatua a Colón en la calzada de la Reforma”. Lamentablemente no menciona la fuente donde leyó que Juárez habría promovido la erección de un monumento al navegante genocida. El Benemérito murió en 1872 y al año siguiente, en París, un particular, Antonio Escandón (uno de los traidores que fueron de pompasprontas a Miramar para ofrecer a Maximiliano de Habsburgo la corona “mexicana”), encargó en París la obra a Charles Cordier, la que llegó a México en 1875 y fue instalada dos años después en la glorieta que tomó el nombre del genovés, en el Paseo de la Reforma. Como puede verse, no hay tal “continuidad en la visión de la historia”. Más adelante el mismo autor cita una carta a Vicente Riva Palacio de Porfirio Díaz, para quien otra estatua, la de Cuauhtémoc, pertenece por su estilo “a la escuela Azteca”, y Tello, para respaldar la ocurrencia del dictador, agrega que “el estilo del basamento pertenecía, en efecto, a la escuela Azteca”, pese a que los motivos ornamentales nada tienen de la más alta cultura mexica, pues fueron copiados de Uxmal y Palenque, ciudades mayas, y de Mitla (zapoteca-mixteca).