21 noviembre,2023 4:33 am

Narrativa de sanación en sociedad enferma

 

(Segunda parte y última)

Federico Vite

Durante la conversación que sostuve en la Feria de Libro de Belgrado, en Serbia, con el escritor italiano Stefano Redaelli quedan algunos conceptos interesantes que bien podrían ayudarnos a entender aspectos actuales de nuestra ciudad (y lo que queda de nuestro puerto). Me resulta curioso que un escritor italiano que publica en italiano y que vive en Hungría nos ayude a entender cómo hablar de nosotros y cómo oírnos; en especial, cómo debemos oírnos.
Hay un nombre importante que debemos tener en cuenta, me refiero a Eugenio Borgna, autor de un libro fascinante, L’ascolto gentile, que agrupa una serie de relatos en los que el autor expone cómo ha pasado parte de su vida escuchando el cuerpo y el alma de algunos pacientes en hospitales psiquiátricos. Justamente de aquí se desprende un hecho que Redaelli mencionó durante la presentación de su libro Beati gli inquieti (Neo Edizioni, Italia, 2021), me refiero a la narrativa de sanación. Se trata de un área de trabajo de la psicología fenomenológica en la que el especialista asume que toda la psiquiatría puede, y debe, apoyarse en una palabra: escuchar. Y se afirma que el sufrimiento y algunas emociones que causan dolor físico sólo pueden ser curadas mediante una narrativa de sanación; es decir, el hecho de narrar se convertiría en una práctica de investigación personal que ayudará a encontrar la cura de ciertos males. Dicho de otra manera: no se requiere pirotecnia ni espectáculo para sanarnos o intentar, mejor dicho, curarnos. A final de cuentas, lo postulado por Borgna es un intento por lidiar con las historias personales de los pacientes y encontrar así algunos males, después nombrarlos para que puedan ser analizados y posteriormente enfilarse a la sanación. No es una receta mágica, pero la intención es escribir (narrar) ciertos síntomas y episodios de los males para cercar la enfermedad y aprehenderla no me parece mala.
Redaelli trae a cuento la importancia de un libro (L’ascolto gentile) en el que se manifiesta al relato como herramienta para buscar la salud psicológica. No porque se ponga en perspectiva la mera enunciación como una fuente de bienestar y salud mental o física, sino que todo ese proceso narrativo coadyuva a la sanación. Menciona también que los momentos más interesantes de algunos autores como Italo Svevo, especialmente en La consciencia de Zeno, son los que muestran que el protagonista no está tan enfermo en un mundo dañado. En La consciencia de Zeno, libro voluminoso, por cierto, un doctor intenta ayudarle a Zeno con su problema de tabaquismo. El asunto es que le pide a Zeno que lleve un diario y en el texto exponga todo lo que le ocurre para que a partir de ahí se encuentren algunas pistas de lo que detona el ansia por fumar. El tono que elige Svevo es lo que brinca la tradición médica, porque Italo se regocija (y qué bueno que lo hizo) con una parodia en la que el tabaquismo simple y sencillamente es un pretexto para la escritura, pero en Beati gli inquieti el protagonista ya escribe y se inmiscuye aún más en la preocupación del mundo actual narrando las tribulaciones de su país. Es decir, ¿porqué Italia se ha convertido en lo que es hoy? Si nos hiciéramos la misma pregunta, ¿por qué Acapulco se convirtió en lo que es hoy? La respuesta tal vez no fuera una novela sino una serie de tomos en los que el proyecto, como ciudad y puerto, estuviera destinado a la eterna tarea de la reconstrucción. Vivir junto a este mar paradójicamente Pacífico también conlleva muchos problemas tanto de índole natural como social. Pero en el caso de los escritores, la pregunta es más vigente que nunca, ¿por qué es Acapulco como es? En especial si se pone una mirada a todo el desastre y la forma en la que se están tratando de resolver los otros problemas que florecen en situaciones como la nuestra. Detengamos la mirada en la “normalización” del daño.
Si yo le dijera que no sólo son importantes los esfuerzos gubernamentales, civiles y militares por reconstruir parte de esa ciudad, sino que es indispensable (insisto: indispensable) que se escuche todo lo que se tiene que decir sobre este momento de nuestra vida como ciudad, ¿qué pensaría?
En cada uno de esos relatos del presente hay un mal que nos vincula y seguramente, cada uno de nosotros, tiene idea sobre el problema que causa de ese mal. Esto sólo es una propuesta, porque ya sabemos que a final de cuentas se hará lo que dictan desde arriba y lo dictan desde arriba es “normalizar” incluso el impacto psicológico de este hecho tan violento (a propósito, ¿sabe usted algo de las Secretaría de Cultura y de la Dirección de Cultura? Yo no, sólo sé que hacen lo de siempre: fingir que están, pero no ayudan).
Volviendo a L’ascolto gentile, debemos tener en cuenta un hecho que pasado por el tamiz de Redaelli debe entenderse como un diagnóstico de los males que nos aquejan, pero Borgna propone algo un poco más arriesgado: “La disponibilidad de darle tiempo y presencia al que habla. Aunque la primera palabra del proceso es ‘escucha’, debe quedar muy claro que eso implica una disponibilidad de tiempo y presencia al otro, es una presencia que puede prescindir de palabras y aunque silenciosa nunca se construirá ese proceso de escucha y narrador con  descuido, desatención, impaciencia o indiferencia. Sumado a todo lo anterior debe agregarse otra palabra: gentileza. El proceso implica necesariamente dos acciones: Escuchar y ser gentil”. Esto propone una nueva forma de relacionarse con el paciente, pero en materia de escritura y trasladando con torpeza estos rudimentos, bien valdría la pena un ejercicio: oír al otro y depositar en papel el cuerpo del relato con gentileza. No hablo de que se obvie la técnica ni que el proceso de oír y transcribir se haga con prisa. Eso implica necesariamente ser honesto, no agregar ni cortar nada más. Aunque antes de dar ese primer paso, lo importante es encontrar nuestro papel: ¿somos escuchas o narradores? Partiendo de esa elección se pueden lograr memorables hallazgos; sobre todo porque estamos acostumbrados a que nadie nos escuche, acá las conversaciones se imponen por la velocidad de las frases, por la tensión entre prisa y curiosidad y, en muy contadas ocasiones, por un verdadero deseo de atención. Pero lo que más nos vincula es hablar en contra de otro y eso también es parte de una narrativa de sanación. Los hallazgos de este ejercicio serían sumamente interesantes.
Redaelli cree, como lo postula en su novela, que el mundo está de por sí atrofiado, violento y enfermo, y que no es posible vivir en él estando sano, no es posible porque tarde o temprano nos afectará, ya sea haciendo mal o atentando en contra nuestra, porque hacernos mal finalmente es parte de la experiencia de estar vivos. Y siempre se correrá el riesgo del daño, pero de nosotros depende, es nuestra responsabilidad, no hacerlo. Acapulco es una gran escuela. Ojalá que muchos de nosotros podamos descifrar este mensaje que ahora llamamos daños de huracán, pero finalmente se perfila como una reconstrucción obligada. Cualquier intento por  la procuración de la salud mental siempre es bien recibido, más aún cuando se habla de una narración que puede curar. Que de algo sirva nuestro empeño por no ser ordinarios en una situación extraordinaria.