AMERIZAJE
Ana Cecilia Terrazas
La vergonzante nota nacional –roja e inhumana, que ha ganado seguidores por millones en radio, televisión y en prensa escrita– de esta semana que termina, ha sido la horrible información sobre un policía de Ciudad de México que, en un acto de bravuconería contra otro hombre, asesinó a un perrito cachorro arrojándolo a un cazo lleno de aceite hirviendo en un poblado del municipio de Tecámac, Estado de México.
Esta nota aterra específicamente a esta columnista por cuatro motivos:
Primero. El jalón escabroso de la nota informativa. Se trata de aquello macabro que gobierna y permea ya a todo tipo de noticiarios, redacciones y periodistas. La rojísima nota roja, con todo el contorno doliente y chorreante, ocupa el número uno de los gustos de todos. Ganó el ultramorbo humano. ¿Es problema de la realidad, de la cortina de humo que se quiere hacer en un espacio político electoral, de la prensa, de las dos?
Segundo. Lastimados sin remedio. Las torturas con saña, las crueldades inenarrables, son materia de profunda preocupación sociológica, psicológica, comunitaria. ¿Cómo podemos armarnos de una sociedad civil o civilizada si nos rodea ese tipo de arranques cuya violencia no alcanzamos a describir o a testimoniar con palabras? ¿Qué tipo de heridas guarda el violentador? ¿Quién o qué (individuo o sociedad) lo golpeó de esa manera para que pueda guardar esa cantidad de ira que se factura con tal capacidad hiriente, asesina? ¿Creemos que este México polarizado, odiador, puede sanar por sí solo, sin intervención reconciliadora alguna?
Tercero. ¿Y las personas torturadas? En un mismo noticiario televisivo, visto por esta columnista el martes pasado, se informaba sobre –ojo, después de la nota del perro en comento, cuyo nombre era Benito o Scooby– la liberación de un niño de ocho años, encadenado, torturado… Asimismo, se desplegaba en estos días, no con igual éxito en medios, el reclamo de las madres buscadoras de Sonora, hartas de ser multivictimizadas por querer encontrar a sus seres queridas o queridos enteros o en pedazos. Pero no, nada tan viral ni seductor como hablar de perros y gatos puesto que está comprobado, por las personas profesionales dedicadas a medir ratings y este tipo de seguimientos que, cuando el mensaje está protagonizado por perros o gatos –en ese orden– tiene una posibilidad de reproducción de 10 veces más que cuando se trata de niñas, niños, mujeres, bebés o quien sea. ¿Regresará la humanidad a sentir compasión por la humanidad o nos tiene totalmente desencantada en lo individual y en lo colectivo?
Cuarto. Bien por los perros, bien por nosotros. La capacidad de condolerse por perros, gatos y todas las demás especies habla magníficamente bien de las personas que no están seguras, a estas alturas de la historia de la Tierra, que seamos una especie superior hecha para aplastar a las demás. Quienes conceden o pueden ahora comenzar a conceder al resto de las especies vivas y a los entes que pueblan el universo, crédito como seres sagrados, por ser parte integral de la vida y de lo vivo, por ser necesarios y respetables, están arrancando los capítulos de una historia buena, la que viene. Quienes no quieren mirar siquiera cómo lo depredamos todo, serán juzgados por las generaciones que no lograron sobrevivir. ¿Será que realmente ya tenemos más ecoconciencia y sensibilidad?
Los primeros tres renglones opacan las virtudes del ser humano hoy y de aquí, y no tienen remedio fácil:
1. El periodismo debe comenzar a ocuparse de contextos, fondos, otras circunstancias y desde otros vértices (sin tapar los horrores, por supuesto, pero sí abordando circunstancias más amplias y hondas, menos cercanas al facilismo del video sórdido tomado por el celular y ya).
2. Las heridas sociales, individuales, tienen que comenzar a curarse con educación, con otros lenguajes, escuelas, casas; menos violencia, mejores oportunidades, más terapia colectiva e individual, mayor convivencia comunitaria amable. Dejar solamente que las décadas de horrores transcurran, no resolverá en automático lo que ocasiona se acumule esa cantidad truculenta de coraje en las almas.
3. Recuperar la compasión por la humanidad exige vernos a nosotros como posibles destinatarios de ese tipo de acciones horribles y de comprometernos a no hacer nada que no queramos nos hagan. Aforismo simple e histórico, pero no se lleva a cabo.
4. Finalmente, la buena noticia es que nos importa mucho, pero muchísimo, todo lo que suceda con los perros. Mientras nos provoquen ternura, queramos cuidarlos, arroparlos y protegerlos, tenemos esperanza como sociedad, como personas, como humanos.