29 diciembre,2020 5:07 am

“Nuevo orden” de Michel Franco y la gran pesadilla “whitexican”

TrynoMaldonado

Metales Pesados

Tryno Maldonado

 

  1. 1. Nuevo orden (2020) es la más reciente película del director Michel Franco. Antes de caer en la falsa polémica ideológica que ha envuelto a esta película, concentrémonos en los rudimentos de toda narración: el guión de Nuevo orden es decididamente malo. Ingenuo. A ratos absurdo. Y es difícil construir una buena película –casos excepcionales aparte, como en los procesos experimentales de la nouvelle vague– sin tener antes cimientos narrativos sólidos. No se le puede pedir, por tanto, demasiado a esta película en ese aspecto. El guión. El talón del que más cojea.
  2. La causa que se vuelve el motor de la desgracia en toda la película para la familia criolla y rica que la protagoniza no es ideológica. Es de orden moral, de culpa judeocristiana. No dar la limosna al inicio de la trama a un antiguo trabajador con problemas de salud en su familia para tranquilizar sus conciencias. Marianne (Naian González Norvid), la protagonista en el día de su boda, se escapa de la gran celebración en la mansión paterna cuando le avisan que la jueza llegó para la ceremonia. Le ordena a su chofer, en cambio, que la lleve al hospital donde está la hija de su ex empleado para entregarle el efectivo –la limosna– que ha podido recabar en unos minutos entre los invitados a la fiesta. Así, más que un acto de empatía y humanidad, la acción de Marianne se vuelve un mero berrinche contra su propia familia. El berrinche de una mujer adulta, criolla, adinerada, el día que se casa. Y eso, un capricho, detona toda una cinta a la que se le han querido otorgar demasiados atributos (buenos y malos).
  3. Jean-Claude Carrière –guionista de Luis Buñuel, Jean Luc Godard y Milos Forman, entre otros directores– ha escrito que el guión está destinado a no verse. El guión es la película que no se ve. Y, sin embargo, la película no existe sin él. Ricardo Piglia, en su Tesis sobre el cuento, afirma como primer postulado que todo relato cuenta siempre, al menos, dos historias. No hay narración sin una segunda historia secreta. El guión de Michel Franco es enclenque y cándido en el planteamiento de su segunda historia, o de su “río secreto”, como lo llamó Aristóteles: su visión del país en el que reside el germen de una revolución resulta unidimensional, plana. Bárbara e indócil, quizá; pero no insurrecta. Un guión carente de malicia narrativa porque ese “río secreto” que debería detonar como un géiser está, para Franco, muy lejano, desecado.
  4. Primera pesadilla criolla. Durante la gran boda inexplicablemente irrumpe una turba en la mansión familiar. Atentan contra el patriarca. Un disparo de arma. Nadie entre las élites criollas está “hecho por sí mismo”: los capitales pecuniarios, culturales y simbólicos son herencias. Así inicia el horror en Nuevo orden: con el atentado contra el patriarca arranca la pesadilla whitexican. La limosna no dada por Marianne y su familia desata la sucesión de eventos que los conducen al caos. Se tambalea el orden patriarcal que coexiste con el orden colonial. El heredero de los capitales de la familia (Diego Boneta) entra en crisis. Pero no hace nada por cambiar el curso de los acontecimientos.
  5. Decía Jorge Luis Borges algo como que si anhelas narrar una batalla –una revolución, una revuelta, para el caso– la narración debe ser atronadora como el fragor de las espadas. En Nuevo orden no resuenan sino balbuceos veleidosos, efectistas, como en la mayoría de los guiones de Michel Franco. Boquea. Se queda muy pronto sin aliento.
  6. Segunda pesadilla criolla. Ante la irrupción de la turba en la mansión familiar, la reacción de una de las trabajadoras del hogar –racializadas– es robarse los perfumes y joyas de menor valor. Michel Franco nos la representa con la cara llena de felicidad, una sonrisa viciosa, ladina. El terror. Así, una de las peores pesadillas whitexicans se materializa: ser robados por la servidumbre. Luego los trabajadores del hogar forman a los invitados a la boda para quitarles sus pertenencias, como un robo corriente que muy pronto se convierte en la representación de un vil asalto callejero de los que suelen verse en redes sociales muy a menudo; insultos y mentadas, tumultuario, como si lo material fuera el primer objetivo en esa supuesta “revolución”.
  7. Tercera pesadilla criolla. Los intrusos grafitean el arte. Rayan los muros. El terror. Hacen pintas naif, infantiles, sin consignas ni ideología: pintan penes, las iniciales MF, asteriscos… Gestos propios de unos niños, actos de una mera indocilidad; nunca, de adultos en una insurgencia. Voces silenciadas. La turba siempre está compuesta de personas racializadas, sucias: lo indígena es representado como lo infantil, incapaz de articular una sola consigna potente entre ese festival del grafiti que se despliega durante todo el filme. El gran mural de la familia –en realidad una obra de Omar Rodríguez-Graham, llamada Sólo los muertos han visto el final de la guerra– es grafiteado con rayas sin sentido, pero aparece al inicio de los créditos de la película, mucho antes que esos actores y extras racializados que lo “vandalizan”. ¿Por qué, en la visión de Michel Franco, lo primero que destruye el pueblo que invade la mansión de los privilegiados es, justamente, el arte? No es menor ni casual esta elección en el guión: representa a los abajos con una acción claramente anti imaginación y anti civilizatoria.

Los grafitis en los muros de la casa de la familia al final de la masacre son de una ingenuidad insultante: “Muera tu dios”, “Putos ricos + (un signo de paz)”. Más adelante veremos la tienda de Louis Vuitton de Polanco con el grafiti: “MUERTE”. Nada más, nada que tenga que ver con la construcción de procesos insurgentes en esa historia secreta que sólo se balbucea. Un Mini Cooper tiene grafiteado un enorme “NO”. Mientras que en otras escenas los grafitis recalcan sólo los no, leemos “Muerte + Justicia” en otras mantas, leyendas cándidamente contradictorias. En la concepción de Michel Franco, los de abajo son incapaces de imaginar los , la afirmación de otros mundos posibles tras la revuelta.

  1. Una escena obscena. En Nuevo orden el Ejército también tiene tan corta ideología como unos delincuentes de la época de El Mochaorejas. Las mismas prácticas que unos plagiarios que buscan recompensas de mediana monta de las familias ricas de la capital del país. La candorosa escena de fusilamiento tumultuario de 12 personas y la incineración de los cuerpos con un solo bidón de gasolina y un solo cerillo es, por decir lo menos, absurda. La memoria, la herida, son aún tan sensibles que inevitablemente nos hace pensar –de la peor de las maneras– en la “verdad histórica” de Jesús Murillo Karam y los 43 normalistas de Ayotzinapa. ¿Era necesario este gesto sin mayor sentido que el efectista? Mi respuesta es no.
  2. Carrière de nuevo: “El guión es un gusano, sólo la película lo convierte en mariposa”. Nuevo orden es un gusano que fracasa muy pronto en sus esfuerzos ciegos por llevar a cabo su metamorfosis. Una metamorfosis tan vaga y tan cegada por prejuicios y creencias a partir del privilegio, que ni siquiera su director-guionista fue capaz de vislumbrarla.