22 mayo,2020 5:16 am

Otra agricultura es posible

Bajo el ala del sombrero

Carlos García Jiménez

 

La alimentación y la agricultura son el frente y la espalda de un mismo cuerpo. Fukuoka

De los alimentos que todos los días comemos en casa, ¿cuántos de ellos provienen de la agricultura comercial (producidos de manera intensiva con agroquímicos)? ¿Cuántos provienen de la agricultura campesina convencional (producidos por campesinos y con bajo uso de agroquímicos)? ¿Cuántos son alimentos orgánicos (producidos con prácticas practicas agroecológicas)?

Los pobladores de las ciudades responderán que no saben de la procedencia de sus alimentos; los que viven en el campo, dirán que proceden de los campos más cercanos; y muy raramente alguien dirá que proceden de la agricultura ecológica. La realidad es que aproximadamente el 70 por cientos de los alimentos que adquirimos en los mercados se producen bajo el modelo de agricultura comercial (generalmente vienen de otras entidades del país y del extranjero); el 29 por ciento se produce en la agricultura campesina convencional local; y si acaso el 1 por ciento se producen en sistemas productivos en transición a orgánico. La gran mayoría de los consumidores desconoce cómo se producen los alimentos, cómo se cosechan, cómo se procesan y cómo se preparan para exhibirlos en el mercado.

Ahora que la pandemia nos ha confinado a estar y comer en casa, y que precisamos de una mejor alimentación para fortalecer nuestro sistema inmunológico –única garantía para resistir por nosotros mismos al coronavirus–, vale la pena reflexionar acerca del origen, trayectoria e impacto de los alimentos que diariamente consumimos.

¿Qué hay detrás de la agricultura comercial?

Para lograr una mayor productividad, y, por tanto, ingresos económicos, en la agricultura comercial se usan semillas híbridas (incluso sintéticas y transgénicas), fertilizantes químicos, pesticidas para control de malezas y plagas, alimentos balanceados con productos químicos, hormonas de crecimiento o engorda, maquinaria pesada, entre otros insumos externos.

Las semillas híbridas que de suyo solo sirven para una sola vez, son un factor de erosión genética de las semillas nativas. Los fertilizantes químicos, usados sin previo análisis de suelos y según las necesidades del cultivo, provocan la disociación de minerales naturales en el suelo, la perturbación de su dinámica biológica y la desertificación. Los herbicidas, plaguicidas y fungicidas –muchos ya cancelados en otros países por su toxicidad–, eliminan flora y fauna de todo tipo; contamina ríos, lagunas y mantos freáticos; y son un factor de envenenamiento humano. Las hormonas de crecimiento, floración y engorda de animales, se trasladan a los consumidores, alterando la fisiología humana. La maquinaria pesada, además de su costosa operación, compacta los suelos y facilita su erosión.

Dada sus consecuencias negativas en la tierra, el agua, la flora, la fauna y la salud de productores y consumidores, la agricultura comercial cada día se encuentra en entredicho. Muchos estudios dan cuenta que muertes prematuras, enfermedades crónicas, malformaciones en nacimientos, obesidad, diabetes y vulnerabilidad a enfermedades virulentas, se deben a residuos tóxicos presentes en alimentos cultivados con agroquímicos.

Transitar hacia la agricultura ecológica

Por esos impactos nocivos, en muchas partes del mundo, cada día crece la necesidad de regular el uso de agroquímicos en la agricultura, y de promover otro tipo de agricultura. Otra, que, basada en la agricultura campesina tradicional y los recursos locales, produzca alimentos sanos, nutritivos, diversificados y sin agro tóxicos.

Denominada con distintas acepciones –agricultura ecológica, natural, orgánica, permacultural, sostenible o sustentable–, ésta otra agricultura ya está germinando en muchas regiones y cadenas productivas de Guerrero. Se trata de un sistema de producción basado en los saberes y experiencias campesinas, y la incorporación gradual de tecnologías agroecológicas; busca la producción diversificada de granos básicos, hortalizas, frutales y maderables. En este sistema la productividad se mide por productos y servicios diversificados que se logran por unidad de superficie, es decir: alimentos básicos, hortalizas, frutas, leña, agua, aire puro, paisajes, madera, flora y fauna benéfica, etc.

Manejo del territorio con enfoque de cuenca, obras de conservación de suelos y agua, producción y manejo de abonos orgánicos, rotación y asociación de cultivos, control biológico de plagas, selección y mejoramiento genético de semillas nativas, son entre otras, las prácticas y tecnologías de la agricultura ecológica.

Para exhibir los impactos nocivos de la agricultura comercial y promover las bondades de la agricultura ecológica, la Universidad Campesina del Sur y la Coordinadora de Comisariados Ejidales y Comunales de Guerrero, recientemente pusieron en marcha la campaña permanente #YoPracticoLaAgroecología. Mediante materiales informativos, eventos demostrativos y talleres de capacitación con esta campaña se busca sensibilizar a los campesinos, opinión pública y servidores públicos acerca del impacto de los agroquímicos; y la necesidad de transitar con más fuerza hacia la agricultura ecológica. Resultados de ello se espera que más campesinos incorporen practicas agroecológicas en sus sistemas productivos; y que los legisladores y funcionarios públicos asuman con mayor responsabilidad el marco legal y presupuestal que favorecen este tipo de agricultura.

La moneda esta en el aire: Seguir reproduciendo un modelo de agricultura que promueve la devastación del campo y de quienes trabajan en él, pasando por la destrucción del medio ambiente; o fortalecer lo que debiera ser la agricultura del siglo XXI y que representa la única opción para salvar a la humanidad. La solución esta en manos de los campesinos, los gobiernos y de la opinión pública. ¡Llegó la hora de cambiar las reglas!

A pleno sol. Los incendios forestales y la humareda se extienden por todos lados. Y ni a pie de carretera, ni en la periferia de las ciudades, se percibe la acción del gobierno. ¿Qué acaso no es la naturaleza la que nos provee de alimentos, aire, agua y vida?