18 diciembre,2018 7:14 am

Pacientes hacinados en pasillos, sentados en sillas por falta de camas, en el hospital Raymundo Abarca

El el principal hospital de Chilpancingo y de la región centro, lo común es que no hay medicinas ni materiales ni equipo, y en su desesperación, familiares de los enfermos se quejan, protestan y hasta amenazan a médicos y enfermeras.
Chilpancingo, Guerrero, 18 de diciembre de 2018. El hombre gritó fuerte para que lo oyera la mayoría de los médicos y enfermeras que se encontraban en el área de urgencias. “Si mi hijo se muere, regreso a matarlos a todos”, amenazó. Enseguida tomó al menor en brazos y salió del hospital Raymundo Abarca Alarcón en donde los trabajadores no pudieron atenderlo por falta de material, equipo y medicinas.
El episodio ocurrió en febrero pasado, y es uno de los reclamos que a diario escuchan médicos y enfermeras del que sería uno de los mejores hospitales del país, según anunció el presidente Felipe Calderón cuando vino a inaugurarlo el 16 de marzo del 2012, acompañado por el entonces gobernador Ángel Aguirre Rivero.
“Nosotros como trabajadores hacemos lo que nos corresponde y trabajamos con lo que nos da la dirección de la institución y la Secretaría de Salud”, dijo un médico a quien le tocó vivir el “penoso” episodio. Se quejó de que los médicos son los primeros que reciben las protestas, quejas y hasta amenazas de los familiares de los pacientes cuando no les dan la atención adecuada por falta de material.
Desde el año pasado, trabajadores del hospital Raymundo Abarca Alarcón, ubicado en Tierras Prietas, al norte de la capital, han venido denunciando insistentemente la falta de todos los insumos, desde papelería hasta medicamentos, y las autoridades de Salud y los directivos del hospital no han resuelto el problema en detrimento de los pacientes y sus familiares, pero también arriesgando la seguridad de los trabajadores que sufren desde agresiones verbales hasta amenaza.
El médico que en febrero recibió directamente las amenazas, contó que aproximadamente a la una de la mañana de ese día que le tocó la guardia nocturna en el área de urgencias, recibió a un menor de aproximadamente 10 años de edad, quien aparentemente había sufrido un accidente.
“Desgraciadamente, esa noche no teníamos absolutamente nada: guantes, jabón, suturas, sondas de Foley, inclusive hilos de sutura”, aseguró el médico, quien le pidió al padre del menor que le consiguiera el material para atender a su hijo.
Entonces, el hombre, desesperado por ver a su hijo grave y la imposibilidad del personal para atenderlo, explotó: “y dónde chingaos quiere que le consiga el material si por aquí cerca todo está cerrado, en lo que voy al centro de Chilpancingo mi hijo se muere”.
El médico, apenado, se disculpó. Le dijo que no era su culpa, que la dirección del hospital no les había surtido el material desde hacía una semana. “Mi obligación es atender al niño, pero en estas condiciones me veo imposibilitado”, le dijo al hombre que para esos momentos estaba furioso.
Entonces, tomó en brazos a su hijo y gritó: “Si mi hijo se muere, regreso a matarlos a todos”, ante la sorpresa del personal y el resto de los pacientes.
Una enfermera, contó que la mayor crisis por la falta de material, equipo y medicamentos que vivió el hospital Raymundo Abarca Alarcón fue los meses de enero a mayo. Reconoce que de junio a septiembre se “medio” regularizó la dotación de material, pero que a partir de octubre y ya a punto de finalizar el año la crisis ha vuelto.
“Hoy sufrimos otra vez una severa crisis no sólo de medicamentos, sino de camas. Tenemos que atender a nuestros pacientes en sillas de oficina o en silla de ruedas, es verdaderamente deprimente y humillante no sólo para el paciente y sus familiares, sino también para nosotros”, admitió, y, mostraba unas fotografías en las que el personal atiende a sus pacientes hacinados en pasillos y sentados en sillas.
“Hoy, la situación no sólo sigue igual, sino peor a la que vivimos los primeros meses del año, padecemos la escasez hasta de papelería, “que se supone es lo más económico para la administración del hospital”, contó la enfermera quien, como todo el personal, ahora evita dar su nombre por las represalias que aumentaron a partir de marzo cuando se filtraron a los medios de comunicación fotografías de dos mujeres de origen colombiano, que sufrieron quemaduras en el 90 por ciento de su cuerpo en un accidente, y que, trascendió, fallecieron por atención médica deficiente.
Entonces se descubrió también, que el área de pacientes con quemaduras no estaba en funcionamiento y que era utilizado como bodega de medicamentos, muchos ya caducados, aun cuando se dijo cuando se inauguró ese hospital el 16 de marzo del 2012, que el área de quemados sería una de las “novedades” de ese hospital y que se equipó con ayuda de la fundación Michou y Mau.
La misma enfermera consultada para este texto, aseguró que esa área nunca fue puesta en funcionamiento.
Siguió: “Ahorita, a fin de año, ya no tenemos nada. Los pacientes tienen que acudir con medicamentos que por lo regular compran. Si es en el turno matutino o vespertino, tienen suerte porque atrás del hospital hay una farmacia y allí lo encuentran, pero si es en el turno nocturno, tienen que trasladarse a la hora que sea de la madrugada a Chilpancingo, ya sea por un medicamento, una jeringa o una sonda”, denunció.
Dijo que lo más que se escasea son las jeringas y sondas, “bueno… con decirle que a veces no tenemos ni una solución fisiológica, que son con las que más trabajamos, y es la que más se nos escasea”, se quejó la enfermera, quien insistió que si no la tiene el hospital, los médicos y enfermeras le piden a los familiares de los pacientes que la consigan, “nosotros trabajamos con lo que tenemos a la mano”.
Explicó que algunos son conscientes y entienden que los trabajadores no tenemos la culpa, “pero otros se molestan y nos reclaman que entonces para qué está el hospitalote grandote, si no tiene nada”.
Un trabajador administrativo consultado al respecto, explicó que las causas de la escasez de medicamentos, material y equipo “se conjugan”, y que tiene que ver la corrupción, la incapacidad administrativa y la negligencia de los directivos, “tal vez no del hospital, pero sí de las oficinas centrales de la secretaría de Salud”.
Ninguna respuesta de las autoridades a las peticiones de material y medicinas, sólo acoso laboral
Explicó que “se supone” que cada año en septiembre y octubre, los directivos elaboran el presupuesto con el que se va a trabajar todo el año siguiente, “pero no sé si no hagan bien, o hay fuga de dinero. Nosotros como trabajadores desconocemos lo que pasa, y si realmente no llega el material al hospital”.
Contó que a principios de este año, a raíz de las constantes denuncias por la falta de material que hizo el personal médico, hubo el acuerdo de elaborar expedientes en los que iban anotando lo que hacía falta en las distintas áreas para hacerlos llegar a las autoridades de la Secretaría de Salud, y que lo más común eran guantes, botas quirúrgicas, batas para los pacientes, sábanas, jabón y suturas.
Sin embargo, denunció que después vinieron las represalias porque esos expedientes “fueron a parar” a la Comisión Estatal de Derechos Humanos y comenzó el acoso laboral, no sólo de los funcionarios de la Secretaría de Salud, sino de la misma sección 36 del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Secretaría de Salud (Sntsa), de la que es líder Beatriz Vélez Núñez.
Otro médico denunció que actualmente ya no hay manera de hacer llegar a los directivos tanto del hospital como de la Secretaría de Salud la carencia del equipo “porque cuando alguien se atreve, responden que no hay, que se lo pidamos a los familiares, y si insistimos vienen después las amenazas”, se quejó.
Declaró que antes, el Seguro Popular reembolsaba los gastos a los familiares de los pacientes, “pero actualmente ya no les está reembolsando nada, supuestamente porque el Seguro Popular está en quiebra”, dijo.
Dijo que el personal médico sufre más cuando hay urgencias porque se supone que entonces tienen que tener activado todo un protocolo para dar el servicio al 100 por ciento, “pero por la falta de material y equipo no llegamos a dar ni el 50 por ciento en la atención de un enfermo grave”.
Cuando el médico fue entrevistado para el texto, a principios de noviembre, aseguró que esos días no contaban ni si quiera con guantes para entubar a un paciente grave.
En esos días, el familiar de un paciente que platicó con el reportero en la entrada del hospital, (el personal de seguridad impidió la entrada con el argumento que eran órdenes de la dirección), contó que un día que se quedó a cuidar a su paciente se enteró que de las 11 de la noche a las 12 del día, fallecieron cinco personas.
“Es muy triste y deprimente escuchar, de pronto, el llanto de los familiares porque es cuando te quedas pensando a ver me toca a mí”, dijo.
Los médicos consultados contaron que, en efecto, es común la muerte de personas, “pero son los enfermos graves, nosotros el personal, a pesar de la falta de material ponemos nuestro mejor esfuerzo para evitar que nuestros pacientes se nos vayan, es una mancha para nuestra hoja de servicios”, dijo uno de ellos.
Informó que fallecen comúnmente los que tienen padecimientos renales, o  con enfermedades crónicas, como los diabéticos descontrolados, los cirróticos o de cáncer terminal, “pero ellos sabemos que llegan sólo para fallecer, y sus familiares están conscientes de eso”, aseguró.
“Cuando son pacientes ya conocidos, les damos el diagnóstico y les hablamos con la verdad, les decimos en qué etapa de vida se encuentra su paciente, y a veces no les damos esperanzas, aunque suene inhumano o nos veamos insensibles, pero sin apoyo de material, equipo o medicamentos, no podemos hacer nada y más en esas condiciones”, reconoció.
Se acumulan en un área que es para 10 o 15 pacientes 30 o 35
El problema se complica por el número de pacientes que se atienden en este hospital, al que llegan de todos los municipios de la región de la Montaña, de la zona Centro y de la Sierra.
De acuerdo a los registros aquí se atienden de 200 a 250 pacientes diariamente en todas las áreas: urgencias, cirugía, pediatría, traumatología, ginecología, oncología, neurología. A eso se debe el hacinamiento, según el personal.
Una empleada del área de choque, a donde llegan todos los accidentados, intoxicados, o con sobredosis de droga, contó que sólo en esta área en un fin de semana y en quincena llegan a ingresar de 10 a 15 personas en una noche, más unos 20 internos hospitalizados, se les acumulan de 30 a 35 pacientes, cuando el área es para 10 o 15 pacientes.
En tanto que en el área de observación a adultos, en el que se atienden a los diabéticos e hipertensos descontrolados, a los que llegan con dolores vesiculares o enfermedades hepáticas se atienden aproximadamente 15 ingresos por jornada, cuando la capacidad es para 10.
Los trabajadores informaron que el hospital Raymundo Abarca Alarcón se proyectó como un hospital de segundo nivel,pero en los hechos se puede decir que es uno de primer nivel, en el que solamente se atienden gripas, enfermedades respiratorias y diarreicas porque a pesar de que tiene estructura, no contamos con el equipo, el material y los medicamentos para la atención de enfermedades graves”, reconoció un tanto apenado un médico.
Dijo que, además, sigue habiendo carencia de especialistas, “faltan neurocirujanos, pediatras y traumatólogos, cuando menos dos por cada especialidad”, dijo y contó que, por ejemplo, en Traumatología solamente hay un especialista en la guardia A, “y en la guardia B nocturna no hay traumatólogo”.
En la página Web del hospital Raymundo Abarca Alarcón, se promociona como una institución que “cuenta con recursos humanos y materiales de primer nivel que brinda atención los 365 días del año a las familias guerrerenses de la zona Centro del estado, con médicos especialistas que ponen lo mejor de sí en beneficio de los pacientes que hacen uso de este moderno y funcional nosocomio”.
“La concurrencia de pacientes es numerosa, y no obstante la lejanía con el centro de la ciudad, las distintas áreas del hospital se encuentran llenas la mayor parte del día y con una saturación tal que están ocupadas 80 en promedio camas censables”, dice.
Texto: Zacarías Cervantes / Foto: El Sur