17 mayo,2018 6:12 pm

Palestina, mujer, lesbiana y madre: todas las luchas de Rauda Morcos

Texto y foto: DPA
Madrid, España, 17 de mayo de 2018. Su gran dilema es tener que priorizar alguna de las múltiples luchas a las que la lleva su condición de palestina, mujer, lesbiana y recientemente, también madre. Su objetivo: poder combinarlas todas con las misma fuerza. Rauda Morcos, pionera en la defensa por los derechos del colectivo LGTB de los palestinos, es una activista nata que crea su propia narrativa desde los márgenes.
El activismo de Morcos empezó en la cuna. “Como palestina nacida en Israel no puedes elegir: naces activista, es parte de tu sangre”, cuenta esta mujer de 44 años en entrevista con DPA en la Casa Árabe en Madrid, donde asistió a un seminario sobre empoderamiento y participación de las mujeres en el mundo árabe.
Sin embargo, se convirtió en pionera casi de forma accidental. Tras participar en una manifestación contra la violencia contra la mujer en 1999, un periodista la entrevistó y publicó su imagen desvelando su orientación sexual. “Nunca había escondido que era lesbiana, pero tampoco lo divulgaba, es mi vida personal”.
La exclusión de su entorno y el despido de su trabajo que siguieron fueron el empuje final para poner en marcha una iniciativa que llevaba tiempo en gestación. Así nació Aswat (Voces), la primera organización palestina en luchar por la diversidad sexual, en el año 2000.
Al contrario de lo ocurrido en la mayor parte del mundo, donde los hombres fueron los primeros en iniciar la lucha por los derechos de los gays, en el caso palestino fueron las mujeres las pioneras en alzarse por sus derechos. Y Morcos fue clave en esa lucha.
Sin trabajo y forzada a volver a vivir con sus padres en un pequeño pueblo al norte de Galilea, Morcos empezó la lucha desde el ordenador de su habitación. Ya excluida, era la única que podía hablar abiertamente ante los medios, donde la organización empezó a ganar relevancia mediática. “Uno de sus principales logros fue cambiar la lengua que se utilizaba para hablar de las lesbianas, que era terminología muy negativa y muy limitada en conceptos”, explica.
La fundación sigue hoy trabajando y continúa creciendo, pero Morcos la abandonó en 2008 para impulsar otro proyecto más amplio a nivel regional. Así arrancó Mantiqitna Platform en 2010 –que en árabe significa “nuestra región”, en referencia a Oriente Medio-Norte de África (MENA)–, asentada ahora en la ciudad marroquí de Marrakech. Tras varios años, Morcos también se marchó para estudiar derecho. Hoy es abogada especializada en derechos humanos y mediadora.
La lucha por los derechos del colectivo LGTB (Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales) adquiere tintes muy particulares cuando se trata del caso palestino, cuenta Morcos.
Existen muchas similitudes culturales o legales con otros países árabes, pero el contexto político lo cambia todo, explica. “El  contexto político nos convierte en minoría que vive al margen de la sociedad, así que a veces tenemos más en común con las minorías de otros países que con el propio colectivo”, explica.
En el caso de los palestinos con pasaporte israelí, como ella, el dilema es además más ideológico, al verse obligados a luchar dentro de un sistema político y legal que muchos cuestionan de raíz. “Por cuestiones ideológicas no querría formar parte del Parlamento israelí. Si hubiera uno palestino quizá lo consideraría”, señala.
Por el mismo motivo, rechaza cualquier cooperación con ONG israelíes hasta que no haya una solución al conflicto israelo-palestino. “Porque en algún momento tendrían que reconocer a identidad palestina, el derecho al retorno o las diferencias de código o sociales. Sería un desperdicio de energía”, considera.
También desmiente la apertura israelí con los homosexuales, representada en mecas como Tel Aviv.”En Israel existen leyes que penan la homosexualidad, aunque ahora sólo se implementan en tribunales militares”, asegura.
Desafío ideológico se suma a las constricciones propias de una sociedad árabe relativamente conservadora, que arroja desafíos distintos para los gays y lesbianas. “Los hombres pueden salir más fácilmente de casas sin dar explicaciones, tienen menos presión para casarse y tener hijos, pero sin embargo se espera que sean continuadores de la familia y si son no se casan supone un reto para la comunidad. En el caso de las mujeres es más difícil salir de casa sin motivo pero la compañía de mujeres es más aceptada sin levantar sospechas”.
En cualquier caso nunca se trata de una misma lucha, ni siquiera en el caso de dos mujeres. “Cada historia es única e individual”, asegura.
Como única y original es la resistencia que ella propone. “Reo en los márgenes”, asegura esta mujer que rechaza el mainstream, hasta el punto de que ha creado palabras propias.
Desde ese carácter único se revela contra los patrones patriarcales heredados muchas veces de la época colonial. “Las leyes contra la homosexualidad en Israel, Jordania y Palestina son heredadas del derecho británico que criminalizaba las relaciones ‘contra natura'”, explica.
Colonialismo al que se opone con la misma fuerzas también en sus nuevas formas, por ejemplo, en la actitud de algunas ONG occidentales. “Algunas estadounidenses siempre miran a nuestra región desde arriba y no nos sirve si sólo quieren enseñar”. Otras veces, critica, imponen su ritmo de lucha en lugar de respetar el de cada comunidad en particular, que tiene sus ritmos y características propias.
Tan marginal y propia es su lucha que se revela incluso contra patrones de reivindicación extendidos y considerados incuestionables, como la del matrimonio homosexual. “¿Quién dice que eso sea avanzado?”.
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