25 marzo,2020 10:08 pm

Parroquianos capitalinos abandonan por la contingencia el bar Las Coronitas

El local de bebidas más antiguo y tradicional de Chilpancingo está vacío, mientras los trabajadores esperan la decisión de los dueños o las autoridades para cerrar el negocio

Chilpancingo, Guerrero, 25 de marzo de 2020. A la una y media de la tarde en Las Coronitas, el bar más antiguo y tradicional de Chilpancingo, apenas hay ocupada una mesa con tres parroquianos; uno más permanece empuñando una cerveza, recargado con los codos en la barra, frente a los estantes repletos de botellas.

En un día normal, a esta hora, ya habría por lo menos tres o cuatro mesas ocupadas; y dos o tres clientes discutirían en la barra. Pero se viven tiempos de contingencia por el Covid-19 y hasta los clientes de los bares y cantinas de Chilpancingo se han refugiado en sus casas.

Tino Dircio, el administrador del negocio, celebra, sin embargo, que este martes pinte mejor que el lunes. Pues de las 10 de la mañana a las 11 de la noche, apenas atendió a siete clientes, cuando otros lunes, que son los días más malos de la semana, ha recibido de 30 a 40.

En estas condiciones, dice que los dueños del negocio están analizando la posibilidad de cerrar, lo que implicaría que los tres meseros y él se quedarían desempleados temporalmente.

El bar Las Coronitas está ubicado en pleno centro de la capital, a una cuadra de la Plaza Primer Congreso de Anáhuac. Al llegar al establecimiento, desde la calle se escuchaba Dos amores, en la interpretación de Bertín Gómez. Adentro, Tino se desaburría charlando con el único cliente sentado en la barra. “Ahora sí está cabrón. La gente está apanicada”, le decía el parroquiano al encargado del negocio. Hablaban del coronavirus.

El mismo Tino confesaría minutos después, durante la entrevista, que la amenaza del coronavirus “es real” y que en su caso está apanicado por su familia. “Tenemos familia: padre, madre, hermanos. Y si nosotros no somos débiles ante esa enfermedad, ellos sí y nosotros podríamos llevar ese contagio a nuestra familia”, explica.

Una hora después el bar sigue vacío. Un voceador entra mostrando La Tarde en busca de sus clientes, voltea una y otra vez buscando en las esquinas casi en penumbras, pero las mesas se encuentran vacías. De las bocinas ya no sale la voz de Bertín Gómez, ahora se escucha Mujeres divinas de Martín Urieta.

Ojeando la comanda casi en blanco, el administrador considera que la clientela ha disminuido aproximadamente un 60 por ciento a partir de la semana pasada, “por ejemplo, ayer (lunes) apenas tuve siete clientes, cuando he tenido 30 o 40 otros días”, asegura.

–¿Han pensado cerrar? –consulta el reportero.

–Los propietarios están esperando la notificación de las autoridades municipales, pero si la clientela sigue así, creo que si no llega, de todos modos van a cerrar. Estamos analizando, porque estamos invirtiendo más y no le estamos ganando casi nada.

Explica que, por ejemplo, gastan para la preparación de las botanas, además, tienen que sacar para la renta “y los días corren”, tienen que pagar impuestos, y pagar al personal.

Las Coronitas abre sus puertas a las 10 de la mañana y cierra a las 11, 12 o 1 de la madrugada, dependiendo de los clientes u su permanencia.

Pero Tino asegura que a partir de que comenzó la contingencia, hace como una semana para ellos, están cerrando temprano porque a partir de las 6 de la tarde ya no tienen clientes, “a las 6, 7 u 8 de la noche, por más, ya está apagado todo”, se queja.

Reconoce que a pesar de las malas ventas los empleados siguen ganando igual, “pero se ha estado platicando la posibilidad de reducir el horario del personal. Lo que conllevaría a que nos van a reducir el sueldo, dicen que no tiene caso tener al personal todo el día si no hay clientes”.

El encargado del bar agrega que si por ellos fuera, por la necesidad de sus ingresos, preferirían seguir trabajando en el horario normal, no importa que se contagiaran “como quiera nos vamos a ir algún día”, dice envalentonado. Sin embargo, aclara que la medida sería por la falta de clientes.

Dice que en su caso, a pesar de que la amenaza del virus es real, no está tan apanicado, pero que teme por su familia, “tenemos padre, madre, hermanos y si nosotros no somos tan débiles ante esa enfermedad, ellos sí y nosotros podríamos llevar ese contagio a nuestra familia”, explica que a eso sí le tiene miedo.

Por eso, agrega que si en algún momento dado la autoridad resuelve que se tienen que ir a sus casas, “yo pienso que lo vamos a hacer, se tiene que hacer. Ahorita no han dado esa alerta, pero yo presiento que después sí van a darla ,porque se va a agravar el problema”.

Cuenta que la mayoría de su familia, sobre todo los ancianos y niños, están acatando el llamado de las autoridades de no salir a la calle, “cuando hay necesidad de comprar alguna cosa, nomás se manda a una sola persona”.

Entre las botellas de ron, brandi y whisky hay en la barra una botella de tres litros de gel anti bacterial y otra de alcohol. Antes de pedir la orden a los clientes, un mesero les ofrece gel o alcohol, o si lo prefieren los invitan a pasar al baño para lavarse las manos con agua y jabón: “Lo que decida el cliente, si quiere gel, alcohol, o solamente agua con jabón”, dice Tino, aunque explica que la sugerencia es que se laven con gel antibacterial, “pero son ellos los que deciden”.

Sin embargo, las medidas de prevención iniciales resultan innecesarias, pues con el transcurso del tiempo, al calor y al valor de los tragos, los pocos parroquianos entran en confianza y se olivan de la contingencia.

Ambientados por la música que ahora es de alguna banda de las que tocan narcocorridos se gritan a pocos centímetros frente a frente, se palmean en la espalda y chocan las palmas de las manos en un ambiente fraterno. Pero afuera todo sigue igual: el temor a contagiarse del Covid-19 se refleja en las calles y unidades del servicio de transporte semi vacíos, la mayoría de los negocios cerrados y los pocos que están abiertos lucen desolados.

Texto: Zacarías Cervantes / Foto: Jesús Eduardo Guerrero